domingo, junio 22, 1997

La "Ley de la Selva"

¿El mundo es como es porque “así es”? ¿O está como está porque nosotros lo hemos hecho así? Hoy en día, un número creciente de personas se va dando cuenta de que la fuerza que más da forma al entorno social que nos rodea es nuestra propia forma de pensar. Es ésta la que determina nuestras acciones, las cuales a su vez van forjando la sociedad. El mundo exterior, por tanto, es un mero reflejo de nuestro propio mundo interior.



Por ejemplo, hace cientos de años la gente, observando el comportamiento feroz de los animales salvajes en la selva, decidió que una de las leyes naturales que rigen en el mundo físico era la competencia entre los seres vivos. Esta pugna se debía a la escasez de los recursos disponibles, y por que cada uno buscaba asegurar para sí un máximo de dichos recursos para su propio bienestar.

Se razonaba que, siendo el ser humano supuestamente un animal racional, originario de la misma selva, lo que era bueno para los demás animales debía ser bueno para el hombre también. Por tanto, propusieron la creación de un sistema socioeconómico y político que incorporara dentro de su estructura el concepto de la avaricia humana y de la competencia por los escasos recursos entre los miembros de la sociedad.

Así es como llegamos a tener sistemas aparentemente tan diversos como el capitalismo y el comunismo, la dictadura del unipartidismo y la pseudo-democracia del multipartidismo, el sistema judicial y el educativo, las jerarquías eclesiásticas y las relaciones familiares. Con el tiempo, estos sistemas han perdido su eficacia para satisfacer las necesidades de un mundo en constante cambio y evolución. Pero como hemos pensado que “así es el mundo”, no nos hemos osado a cuestionar su validez.

Mientras tanto, ha nacido como nueva ciencia la ecología que, a diferencia de la biología, no estudia los seres vivos en aislamiento, sino que indaga la forma como se relacionan entre sí dentro de un ecosistema. Con este suceso, por primera vez en la historia se pudo poner a prueba científicamente la hipótesis de la competencia como “ley de la selva”. Si fuera así, todos los seres vivos en un ecosistema se beneficiarían al eliminarse una especie del mismo, pues tendrían un competidor menos en la lucha por los escasos recursos.

Sin embargo, si la ley de la selva no fuese la competencia sino la cooperación, todos los demás miembros, y el ecosistema en sí, sufrirían un decaimiento en su calidad de vida al eliminarse una especie. Huelga decir que éste último ha resultado ser el caso una y otra vez, lo cual ha creado en el mundo entero una aguda consciencia de la necesidad de preservar la diversidad biológica de nuestro planeta.

Una conclusión aún más interesante, sin embargo, de la cual pocas personas parecen haberse percatado, es que este descubrimiento de la cooperación como “ley de la selva” desafía los supuestos básicos sobre los cuales se fundamentan todos nuestros sistemas económicos, políticos y sociales. Y si los cimientos de una estructura son débiles, necesariamente todo el edificio será débil. No es sorprendente, entonces, encontrar que el mundo que hemos creado se halla en pleno proceso de decaimiento.

Es hora de cuestionar abiertamente no sólo los supuestos de nuestra civilización actual, sino también desafiar los diversos métodos y medios que han surgido de esa raíz. Quizás un profundo cambio de pensamiento convierte nuestro mundo en aquello que todos anhelamos para nuestros descendientes.

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