viernes, noviembre 21, 2003

La Gesta de Asdiwal

Interpretación de un Mito Mediante el
Análisis Simbólico Transcultural

El mito de La Gesta de Asdiwal, originario del pueblo indígena Tsimshian en Colombia británica, Canadá, ha sido objeto de mucho análisis antropológico. Franz Boas recopiló diversas versiones y analizó su cambio con el tiempo desde una perspectiva evolutiva. Lévi-Strauss hizo un análisis estructural, aclarando la relación del mito con los aspectos geográfico (tanto físico como político), tecno-económico, sociológico y cosmológico.[1] Finalmente, varios autores han aportado diversos enfoques de interpretación simbólica.

Cada uno de estos enfoques agrega valiosos elementos al análisis de un mito y cada uno posee sus limitaciones. El análisis evolutivo informa cómo el mito ha ido cambiando en el tiempo, pero no dice qué significa. El análisis estructural esclarece el entorno geográfico-político-económico-social del pueblo autor del mito, pero no qué representa para ese pueblo la simbología empleada.

El análisis simbólico indaga el significado de las analogías contenidas en el mito, pero es limitado por cuanto su representación cambia con el tiempo. Se puede saber lo que significa para una generación contemporánea, pero tal vez no para sus tatarabuelos o los tatarabuelos de éstos. En otras palabras, si el mito es el “significante” y su interpretación el “significado”, aquél puede durar miles de años, mientras que éste varía según el contenido que cada generación lo desea dar. El recipiente es el mismo; lo que cambia es su contenido.

El hecho de que cada método resulta útil pero limitado, conjuntamente con la variabilidad generacional de los significados, justifica el uso del “Análisis Simbólico Transcultural”, es decir, preguntarse qué significado podría tener un mismo significante al trasladar sus símbolos de su “cultura de origen” a una “cultura de destino”. Resulta un ejercicio interesante y enriquecedor explorar la forma como un mito proveniente de una cultura, pueda ser percibido desde la perspectiva contemporánea de otra muy distinta en otro extremo del planeta.

En el caso del presente trabajo, el autor ha optado por tomar una perspectiva con la que está más familiarizado: la simbología de la tradición judeo-cristiano-islámica, particularmente como ésta ha sido recogida, explicada y ampliada en la literatura bahá'í en la Persia de la segunda mitad del siglo XIX. Obviamente, en este pequeño ensayo será imposible explorar todos los símbolos y todas sus implicaciones; más bien se trata de un primer acercamiento muy general.

El Contexto Inicial:

El inicio del mito “La Gesta de Asdiwal”[2] se enmarca dentro de una situación de invierno, un río congelado, el hambre y la ausencia de los proveedores de alimentos, todo lo cual, desde una perspectiva de la vida espiritual de un pueblo, puede ser entendido como las condiciones de alejamiento, olvido y negligencia de la guía espiritual de antaño, y consecuente degradación social, características de un pueblo durante la época inmediatamente previa al nuevo advenimiento de una de aquellas Luminarias que han señalado el alba de una nueva era, la llegada de la primavera espiritual, el nacimiento de una nueva civilización. Es la hora más oscura antes del amanecer, la época más fría antes de la primavera. Así, el invierno representa la condición degradada de una civilización por haberse desviado de las enseñanzas del anterior Enviado divino, según la siguiente explicación de ‘Abdu’l-Bahá:

“Las divinas religiones son como la progresión de las estaciones del año. Cuando la tierra se vuelve muerta y desolada y debido al hielo y el frío no queda ningún rastro de la primavera anterior, nace una nueva primavera que viste a todo con una nueva vestimenta de vida. Entonces sobreviene otra vez el invierno y desaparece todo rastro de la primavera. Este es el ciclo continuo de las estaciones – primavera, invierno, y entonces el retorno de la primavera.
“Pero aunque cambia el calendario y avanzan los años, cada primavera que llega es el retorno de la anterior; la actual primavera es la renovación de la anterior.... Los divinos Profetas son como la llegada de la primavera, cada uno de los cuales renueva y da nueva vida a las enseñanzas del Profeta anterior. Así como todas las estaciones de primavera son esencialmente una en cuanto a la renovación de la vida, lluvias vernales y belleza, así mismo la esencia de la misión y los logros de todos los Profetas es uno y el mismo”.[3]

El río congelado subraya el punto anterior. Además, ver las explicaciones de río, océano y agua a continuación. La ausencia de los esposos / nutricios enfatiza aún más la bancarrota moral y espiritual de un mundo con hambre de verdad y guía divina, cuando los líderes religiosos de la época ya no satisfacen sus necesidades.

El hambre prevaleciente “es concebida como el Primum Movens de la creación” según Lévi-Strauss. Representa no sólo la falta, sino principalmente la búsqueda de alimento espiritual, la cual suele intensificarse durante el “invierno” espiritual. Un breve muestreo de escritos bahá'ís arroja usos del término como siguen:

“La gente aún busca algún alimento espiritual”. “Cuando la gente padece hambre y sed espirituales, debe recibir un alimento espiritual saludable y apropiado”. Es el alma del hombre el que debe ser alimentada primero”. “El Espíritu que sopla mediante las Sagradas Escrituras es alimento para todo hambriento”. “Las masas ... están hambrientas del Mensaje del nuevo Día”. “Las multitudes tienen hambre del Pan de la Vida”.

El Punto de Inflexión:

La cercanía de un punto de inflexión se hace evidente en el encuentro en un lugar intermedio entre la vieja generación de corriente abajo, que ya ha dado sus mejores frutos, y la nueva generación de corriente arriba, cuya prole están aún por verse. Corriente arriba señala el comienzo de lo nuevo, mientras que corriente abajo indica lo ya pasado (ver los significados de “río” y “océano” a continuación). El encuentro de principio y fin completa un ciclo e inaugura otro nuevo, vaticinando el despertar de una nueva vida para su pueblo.

Las pocas provisiones que encuentran o traen consigo representan, por un lado, su fidelidad a lo poco que queda de la guía de antaño. Pero el hecho de que estas provisiones consisten de bayas y huevo de pescado también sugiere que es en este episodio donde se halla la semilla de algo nuevo que está por nacer.

Este augurio es enfatizado por la aparición de Hatsenas, un ser alado que representa un intermediario entre cielo y tierra, conocido en las tradiciones judeo-cristiano-islámica y bahá'í como el Espíritu Santo, que aparece a menudo simbolizado como ser alado: un ángel ante la Virgen María, una paloma ante Cristo, el ángel Gabriel ante Muhammad y una resplandeciente Doncella del cielo ante Bahá’u’lláh. Fecunda a la nueva generación mediante la concepción de aquel Ser que traerá una nueva vida. El matrimonio de Hatsenas con la menor de las mujeres y el nacimiento del salvador Asdiwal, rememora la aparición del ángel ante la Virgen María y su concepción de Jesús.

Surge un Salvador:

Asdiwal, cuyo nombre vaticina a la vez gran poder y gran dolor, representa aquellos seres iluminados, escogidos, dotados de una misión divinamente otorgada, que han aparecido a todo pueblo de tiempo en tiempo, en su momento más oscuro y desesperado, para guiarlo hacia la realización de su elevado destino.

La aparición de estos Seres santos es presentado en los Escritos Sagrados bahá'ís como un fenómeno universal de naturaleza cíclica que ocurre aproximadamente cada 500 a 1000 años, vestigios del cual se encuentran reflejados en las tradiciones de virtualmente todos los pueblos del mundo. Son conocidos alternamente en las tradiciones que nos ocupan aquí como Profetas (Nabí), Escogidos, Enviados, Apóstoles o Mensajeros divinos (Rasúl), o Manifestaciones de Dios, pues afirman provenir de Dios con una Revelación divina, como un espejo que refleja la Luz de Dios al mundo:

“Las religiones son muchas, pero la realidad de la religión es una sola. Los días son muchos, pero el sol es uno solo. Las fuentes son muchas, pero el manantial es uno solo. Las ramas son muchas, pero el árbol es uno solo. El basamento de las religiones divinas es la realidad; de no haber realidad, o habría religión.
“Abraham fue el heraldo de la realidad. Moisés promulgó la realidad. Cristo estableció la realidad. Muhammad fue el Mensajero de la realidad. El Báb fue la puerta de la realidad.
“Bahá'u'lláh fue el esplendor de la realidad. La realidad es una sola; no admite la multiplicidad o división. La realidad es como el sol, que brilla desde diferentes puntos de amanecer; es como la luz, que ha iluminado a muchas lámparas”.[4]

Asdiwal es dotado por su Padre con un conocimiento innato y con poderes que trascienden las limitaciones humanas. Su crecimiento acelerado coincide con el concepto de que los Mensajeros divinos nacen con conocimiento innato y no requieren de educación, sino que supera a los más sabios de su tiempo, por efecto del Espíritu que reside en Ellos.

Los objetos mágicos, bajo este esquema, constituirían los poderes singulares otorgados por el Espíritu Santo, que le hacen capaz de cumplir su misión sobrehumana de revelar la Palabra de Dios a los hombres. Se requeriría de mayor análisis para dar un significado a cada uno de los objetos, pero en general:

“Aquello que es preeminente por sobre los demás dones, es incorruptible en naturaleza y pertenece a Dios Mismo, es el don de la Revelación Divina. Cada gracia conferida por el Creador al hombre, ya sea material o espiritual, es subordinada a éste... Es el supremo testimonio de Dios, la evidencia más clara de su verdad, el signo de su gracia consumada, la señal de su misericordia que todo lo abarca, la prueba de su más amorosa providencia, el símbolo de su más perfecto favor”.[5]

La influencia que ejercen las Manifestaciones de Dios en el mundo es tan grande que constituye en la cosmovisión bahá'í la semilla de cada civilización que surge. Existe un interesante paralelo entre esta concepción y los resultados del estudio de Arnold Toynbee, quien analizó 27 diferentes civilizaciones y encontró que todas ellas había tenido como germen, directa o indirectamente, las enseñanzas de uno de los Profetas fundadores de las grandes religiones de la historia.

Comienza la Misión:

La madre de Asdiwal, quien lo presenta a su pueblo río arriba, presenta las características de aquel precursor que, como Juan el Bautista antes de Cristo y el Báb antes de Bahá’u’lláh, precede a cada Manifestación de Dios en su momento. Ella nunca llega al final del río, sino vuelve del punto medio a sus inicios donde muere, pues su misión consiste únicamente en abrir el camino para el nuevo Salvador. Después de cumplir su misión desaparece y cede su lugar a Quien revelará al pueblo las verdades divinas que constituyen el alimento espiritual que le hacía falta para poder progresar.

El alimento es uno de los temas centrales de este mito, desde su falta hasta su exceso, desde su provisión hasta convertirse nuestro héroe en alimento él mismo. Sus símbolos aparecen en el Antiguo Testamento como la “mana” del cielo, en el Nuevo Testamento como el pan de la vida y en el Corán como el alimento del cielo. En las Escrituras bahá'ís se explica que simboliza las Enseñanzas divinas, que alimentan al espíritu: “La Cena del Señor que (Cristo) tomó con los apóstoles, fue una cena celestial y no de pan y agua materiales... Ese alimento del cielo consistió del amor de Dios, el conocimiento de Dios, los misterios de Dios y los favores de Dios”.[6] Bahá’u’lláh amplía su significado como sigue:

“Este es el alimento que concede vida eterna a los puros de corazón y los iluminados de espíritu. Este es el pan del cual se ha dicho ‘Señor, envíanos tu pan del cielo’. Este pan nunca será retenido de quienes lo merecen, ni puede jamás agotarse. Crece eternamente en el árbol de gracia; desciende en toda estación de los cielos de justicia y misericordia....
“Que pena que el hombre se prive de este buen don, de esta vida eterna. Le incumbe apreciar este alimento que proviene del cielo, para que quizás, mediante los maravillosos favores del Sol de la Verdad, los muertos puedan volver a la vida, y las almas marchitas ser reanimadas por el Espíritu infinito.
“Apresúrate, oh mi hermano, para que mientras aún hay tiempo nuestros labios puedan gustar de la bebida inmortal, pues las brisas de vida que ahora soplan desde la ciudad del Bienamado no pueden durar, el río caudaloso de la santa prolación debe necesariamente aquietarse, y los portales del Paraíso no pueden permanecer abiertos por siempre”.[7]

La Revelación divina también se representa como una corriente de agua, otro símbolo utilizado en el mito de Asdiwal. Corre de la boca de la Manifestación de Dios como un río, incipiente al inicio y creciente en poder hasta convertirse en un mar de infinito amplitud y profundidad:

“El Río de la Merced fluye, y el Océano de la Prolación surge, y el Sol de la Revelación brilla resplandeciente”.[8]
“El río que es en verdad la vida ha fluido de los dedos de tu munificencia, y la primavera de tu revelación y tu presencia ha aparecido mediante tu manifestación ante todos los que están en tu cielo y todos los que están sobre tu tierra”.[9]
“Por Él ha surgido el océano del conocimiento entre la humanidad y ha brotado el río de sabiduría divina a pedido de Dios, el Señor de los Días”.[10]

El hecho de que Asdiwal sigue su travesía de este a oeste, también coincide con la representación de la Revelación divina como el Sol que se levanta en oriente, aumenta gradualmente su fuerza, llega a su cenit y obtiene su mayor fulgor y gloria en occidente:

“El sol es el centro de luz y la causa de la vida de los seres en el sistema solar. De modo similar, las Santas Manifestaciones de Dios son los centros de la luz de la realidad, la fuente de los misterios, y de las bendiciones del amor. Son resplandecientes en el mundo de los corazones y pensamientos, y vierten eternas bendiciones sobre el mundo de los espíritus. Otorgan vida espiritual y brillan con la luz de las realidades y los significados.
“La iluminación del mundo del pensamiento llega a través de estos centros de luz... y fuentes de misterios. Sin la gracia del esplendor y las instrucciones de estos Seres Santos, el mundo de las almas y los pensamientos permanecería en opaca oscuridad.
“Sin las enseñanzas irrefutables de estas fuentes de misterios, el mundo humano sería un pastizal de apetitos y vicios animales, la existencia de todo sería irreal, y no habría verdadera vida. Es por esto que en el Evangelio dice: ‘En el comienzo hubo el Verbo’, lo cual significa que fue la causa de toda vida”.[11]

La osa blanca a quien sigue Asdiwal y con quien se casa, también representa el Intermediario entre cielo y tierra, o Espíritu Santo, pero en otra forma que destaca su característica como fuente del alimento divino. Su matrimonio con ella significa que Asdiwal en calidad de Escogido es poseedor de este Espíritu que nace del Altísimo, como los rayos nacen del sol, y le hace capaz de cumplir su misión. Al seguirla encuentra a Dios en su forma más representativa entre los pueblos indígenas de las Américas y en la simbología bahá'í: el Sol – “Orbe Central del Universo”.

El Poder del Sacrificio:

El Padre le prueba duramente a Asdiwal como ha probado a todos sus Mensajeros, demostrando así ante el pueblo su total entrega, la sinceridad de su Misión y su poder divino para soportar por amor lo que ningún hombre soportaría. El sufrimiento de cada Profeta, el cual soporta con paciencia, que es una de las pruebas de la veracidad de su misión:

“Considera el pasado: cuántos hombres, elevados y humildes, han esperado ansiosamente, en toda época, el advenimiento de las Manifestaciones de Dios en la santificada persona de Sus Elegidos... Y siempre que se abrieron las puertas de gracia y las nubes de munificencia divina se vertieron sobre la humanidad y la luz del Invisible brilló sobre el horizonte de poder celestial, todos ellos Le negaron y se apartaron de Su rostro...
“Detente un momento para reflexionar cuál ha sido la causa de tal rechazo por parte de quienes Le han buscado con tanto fervor y anhelo... En todos los siglos y épocas, las Manifestaciones de poder y gloria han sido sometidas a crueldades tan atroces que ninguna pluma se atreve a describirlas... ¿Cuál pudo haber sido la razón de que Le negaran y rehuyeran de ese modo?...
“¿Por qué el advenimiento de toda verdadera Manifestación de Dios ha sido acompañado de lucha y tumulto tales, de semejante tiranía y revueltas? ...así como Él ha revelado: ‘Siempre que viene a vosotros un Apóstol con lo que no desean vuestras almas, os ensoberbecéis acusando a unos de impostores y matando a otros’...
“Semejante comportamiento no puede atribuirse sino a la estrechez de mente de aquellas almas que vagan en el valle de la arrogancia y el orgullo, que están perdidas en el desierto del alejamiento, que caminan tras sus vanas fantasías y siguen las órdenes de los jefes de su fe...”.[12]

Esta entrega llega a su punto máximo cuando Asdiwal hace el mayor sacrificio de todos. Interrumpe su retiro en el cielo de la contemplación para volver sus pasos hacia la tierra que sufre y llevar el inagotable alimento sagrado para el pueblo, simbolizado por su matrimonio con una paisana. Con ello muere a su propia voluntad y recibe de Dios una nueva vida de total entrega a su Misión divinamente otorgada de guiar al pueblo necesitado. De este modo, Asdiwal pasa de pueblo en pueblo, proveyendo alimento milagroso y “casándose” con sus princesas, es decir, asegurando la lealtad de cada pueblo.

Lévi-Strauss hace notar que sus matrimonios constituyen una alteración del orden social patrilocal a matrilocal. Aparte de las demás implicaciones que esto pueda tener, una de las características de la Manifestación divina es justamente la de alterar el equilibrio de un mundo anquilosado e introducir elementos revolucionarios, creando un “nuevo cielo” y una “tierra nueva”, a veces simplemente para sacudirlo de su letargo, y en otras para enseñar al pueblo nuevas formas de vida:

“Si Él decretase como legítimo algo que desde tiempo inmemorial ha sido prohibido, y prohibiese aquello que en todo momento ha sido considerado legítimo, a nadie se le cabe el derecho a cuestionar su autoridad. Quienquiera vacile, aunque sea por menos que un momento, debe ser considerado un transgresor”.[13] Pues, “Él hace lo que hace, y ¿qué recurso tenemos? Él lleva a cabo su Voluntad, ordena lo que place. Entonces es mejor para ti inclinar la cabeza en sumisión y poner tu confianza en el Señor Todo Misericordioso.[14]

Inicia la Persecución:

El “jactarse” Asdiwal de sus poderes y hazañas ante sus cuñados parece significar su declaración pública ante las autoridades de cada pueblo de su rango como Escogido de Dios y Portador de una Misión divinamente ordenada. Los celos y persecución que despierta rememoran la forma como en cada ciclo los líderes del pueblo han perseguido a los Profetas.

Considérese por ejemplo la resistencia del Faraón y de los hebreos a aceptar la autoridad divina de Moisés, la crucifixión de Jesús y martirio de sus discípulos, el constante embate de los Mequenses contra la Medina, Ciudad del Profeta Muhammad, el fusilamiento del Báb por 750 rifles y el martirio de más de 20.000 de sus seguidores, así como los cuarenta años de destierro, prisión y todo tipo de maltratos que soportó Bahá’u’lláh, cuyos seguidores aún son perseguidos en su tierra natal.

Como consecuencia, los líderes intentan obligar al pueblo a dejar de seguir al Escogido, pero el pueblo finalmente escapa de su control y vuelve al Sendero de Dios. Es decir, los cuñados presionan a su hermana a quedarse con ellos, pero ella no lo hace sino que sigue a Asdiwal. Esto lo presentan los textos bahá'ís como un fenómeno tan universal como la aparición de la Manifestación de Dios en sí:

“En toda época los jefes religiosos han impedido a la gente alcanzar las orillas de la salvación eterna, por cuanto sostienen las riendas de la autoridad en su poderoso puño. Algunos por ambición de poder, otros por falta de comprensión y conocimiento, han sido causa de privación de las gentes. Por su sanción y autoridad, todos los Profetas de Dios han tenido que beber del cáliz del sacrificio...
“¡Qué indescriptibles crueldades han sido perpetradas contra los verdaderos Monarcas del mundo, esas Joyas de virtud divina, por quienes han ocupado las sedes de autoridad y erudición! Contentos con un dominio transitorio, se han privado de una soberanía sempiterna.
“Así, sus ojos no vieron la luz del rostro del Bienamado, ni tampoco escucharon sus oídos las dulces melodías del Ave del Deseo. Por esta razón, en todos los libros sagrados se ha hecho mención de los sacerdotes de la época... quienes han ahuyentado a sus semejantes del recto sendero de Dios...”.[15]

La Victoria Final:

La historia de la caza de focas parece colocar bajo lupa la condición interior del pueblo alejado de Dios. Enfatiza el poder divino del Enviado al elevarse por encima de los peligros de la mar, contrastándola con la condición del pueblo de la oscuridad en el mundo subterráneo. “Aquel, las olas del océano de cuya Revelación surgen ante los ojos de los pueblos del mundo... Ni el ascendiente del opresor ni la tiranía del malvado ha sido capaz de desviar su Propósito... Aunque sus signos han abarcado al mundo y sus pruebas y testimonios brillan tan manifiestos como la luz, sin embargo los ignorantes parecen desatentos, no más bien, rebeldes”.[16]

El rescate por un simple ratón enfatiza que no es la grandeza ni el poderío lo que vence al final, sino la entrega a una Causa superior. Al herir al pueblo de las focas, Asdiwal está juzgando su alejamiento de Dios y desviación de sus Enseñanzas, y una vez que asumen y se apropian de estos males, los cura permitiéndoles acercarse de nuevo.

Hacer de barco el estómago del Rey Foca, rememora la travesía del santo bíblico en el vientre de la ballena, lo cual ha sido interpretado comúnmente como encontrarse en serios aprietos y peligro de muerte. Sin embargo, tomando en cuenta el análisis de Lévi-Strauss en el sentido de que Asdiwal aquí se convierte en comida, y recordando el significado simbólico que estamos dando al alimento, este episodio bien podría ser representativo del hecho de que el Mensajero de Dios no sólo enseña con palabras (proveer comida), sino también con el ejemplo de su vida, constituyendo un modelo en acción de sus Enseñanzas puestas en práctica (convertirse en alimento él mismo).

Emerger airoso a la vez del mar y del mundo subterráneo, suele entenderse en la tradición judeo-cristiano-islámica como la victoria sobre la muerte, la cual también se encuentra representada más gráfica y literalmente en el episodio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Como dice Lévi-Strauss, “Es solamente en el momento de atracar cuando se afirma la superioridad de Asdiwal”. Sin embargo, las Escrituras bahá'ís hablan de la Revelación no sólo como el Cielo, sino también como un Océano, lo cual sugiere la posibilidad de otra interpretación de este episodio en un “mundo al revés”:

“¡Oh mis siervos! Mi santa, mi divinamente ordenada Revelación puede compararse con un océano en cuyas profundidades se encuentran ocultas innumerables perlas de gran precio, de lustre sin igual. Es el deber de cada buscador levantarse y esforzarse por alcanzar las orillas de este océano, que quizás pueda, en proporción con la avidez de su búsqueda y el esfuerzo que realiza, recibir los beneficios que han sido preordenados en las Tablas irrevocables y ocultas de Dios...
“Este más grande, insondable y agitado océano está cerca, asombrosamente cerca de ti. ¡He aquí, está más cerca de ti que tu vena vital! Tan rápido como el abrir y cerrar del ojo podrás, si lo deseases, alcanzar y compartir de este imperecedero favor, esta gracia de Dios, este don incorruptible, este favor más potente e inmencionablemente glorioso”.[17]

Se Acerca el Fin:

Desde este momento, la travesía cambia de rumbo del oeste hacia el este, significando el final de la misión de Asdiwal y su retorno al lugar de donde vino: hacia el punto de amanecer del padre Sol. El episodio de la muerte de Asdiwal se da al inicio del invierno, implicando así el final del ciclo iniciado al final del invierno cuando comenzó la historia, que en otra época se repetirá. Es significativo que su fin es convertirse en piedra y que no desaparece sino que permanece inmóvil en medio de la montaña ante la vista de todo el mundo.

Este parálisis bien podría referirse, no meramente a la muerte física de Asdiwal, sino a que con su muerte se detiene la Revelación divina, en su lugar de intermedio entre tierra y cielo, hasta la llegada de la siguiente Manifestación de Dios. Es interesante notar que este mismo fenómeno es descrito en las profecías islámicas como aquel período en el cual “el sol detendrá su marcha por el cielo durante un lapso mil años” (desde 260 A.H. con la desaparición del 12º Imán hasta su “retorno” en 1260 A.H.).

El hijo de Asdiwal, Waux, hereda no sólo los objetos mágicos o poderes de su padre, sino también sus cualidades como la velocidad. A cambio de esto, Waux le entrega a su padre un perro, que en vista de su asociación universal con la fidelidad, podría fácilmente entenderse como un juramento de lealtad.

Waux en esta forma representaría el liderazgo religioso o sistema eclesiástico que sucede al Mensajero divino, en cual caso su esposa sería el pueblo que sigue a dicho liderazgo. Sus hijos gemelos que se pierden y mueren en nuevos territorios la división, reflejan el debilitamiento y eventual desviación y estancamiento de los numerosos grupos sectarios que surgen en su nombre.

En palabras de Lévi-Strauss: “El tránsito de un mediador único a una pareja dioscúrica atestigua pues un debilitamiento de la función mediadora, tanto más nítido cuanto que ... perecen en territorio inexplorado”, pues al cambiar las condiciones de vida, la guía divina ya no les resulta suficiente y la gente pierde el camino.

Decae una Civilización:

En el episodio final, cuando el terremoto de fuertes cambios sociales sacude al mundo, el liderazgo religioso (Waux) llama al pueblo (su esposa) a volver hacia el sacrificio, pero no oye sino lo que desea oír: un llamado a la repleción, y el liderazgo al fin consiente.

Así, el liderazgo eventualmente pierde su capacidad de guiar al pueblo y éste deja de ser atento a sus orientaciones. El ego lo hace oír únicamente lo que desea, y ya no realiza los sacrificios necesarios para que surja la civilización, sino que se dedica a vivir de los frutos de ésta, robándola de su vitalidad.

La repleción es creer que se sabe todo o ya no preocuparse de buscar, lo opuesto del hambre que significa la búsqueda ansiosa y ferviente. La esposa que se convierte en un vegetal es el pueblo que pierde la vitalidad del espíritu que lo animaba, se estanca y retrocede en vez de progresar.

Al convertirse el liderazgo (Waux) en piedra, se detiene y paraliza definitivamente la influencia del liderazgo religioso. Ser piedra no es dejar de existir, sino existir sin vida por haber perdido el espíritu. Finalmente sobrevendrá el frío y el hambre, y el pueblo esperará la venida de una nueva primavera espiritual. Este proceso es descrito magistralmente en las Escrituras bahá'ís:

“Cuando [el Sol de la Realidad] alcanza el meridiano, comenzará a declinar y descender, y el verano espiritual será seguido por el otoño, cuando se arresta el crecimiento y desarrollo. ... es decir, no queda atracción ni buena voluntad, se cambian las cualidades divinas, se oscurecen los corazones radiantes, se altera la espiritualidad de las almas, la virtud es reemplazada por los vicios, y desaparecen la santidad y la pureza.
“Únicamente queda el nombre de la Religión de Dios y las formas exotéricas de las enseñanzas divinas. Los cimientos de la Religión de Dios son destruidos y aniquilados y no queda más que las formas y costumbres. Aparecen divisiones, la firmeza se transforma en inestabilidad, los espíritus se vuelven muertos, languidecen los corazones, las almas se tornan inertes, y llega el invierno – es decir, el frío de la ignorancia envuelve al mundo y prevalece la oscuridad del error humano.
“Después de esto llega la indiferencia, desobediencia, desconsideración, indolencia, bajeza, instintos animales y la frialdad e insensibilidad de la piedra. Es como la estación del invierno cuando el globo terrestre, privado del efecto del calor del sol, se vuelve desolado y deprimente. Cuando el mundo de la inteligencia y los pensamientos ha llegado a esta condición, queda únicamente la muerte continua y la no existencia perpetua.
“Pero cuando la estación invernal ha surtido su efecto, nuevamente vuelve la primavera espiritual y aparece un nuevo ciclo. Soplan las brisas espirituales, aparece el alba luminosa, vierten su lluvia las nubes divinas, se emanan los rayos del Sol de la Realidad, el mundo contingente alcanza una nueva vida y viste una vestimenta maravillosa. Reaparecen todos los signos y dones de la primavera anterior, inclusive con quizás mayor esplendor en esta nueva estación”.[18]

Conclusiones:

En trazos muy generales se ha esbozado lo que podría ser un primer acercamiento hacia el Análisis Simbólico Transcultural de un mito de los indígenas Tsimshian de Norteamérica. Para ello se ha empleado algunos códigos simbólicos de la tradición judeo-cristiano-islámica de Medio Oriente, tal y como ésta se encuentra recogida, explicada y ampliada en las Escrituras Sagradas de la Fe Bahá'í.

El resultado de este ejercicio le ha parecido al autor similar a una experiencia que tuvo de niño, cuando se le presentó un cuadro que parecía una ensalada incomprensible de letras, números, figuras y líneas sobrepuestas. Después, al colocarse unas gafas de color, desapareció la imagen confusa y quedó nítidamente resaltado un mensaje.

Del mismo modo, un relato que a primera vista parecía confusa –más aún al adentrarse en el estudio detallado de sus complejas implicaciones socioculturales–, de repente cobra un sentido claro al ser observado a través del filtro de la mencionada simbología milenaria. Sin embargo, como se aclaró al inicio, no se pretende de ninguna manera afirmar que éste sea EL significado “original” del significante.[19]

No obstante, tampoco se descarta esta posibilidad, como una entre numerosas alternativas potenciales, especialmente a la luz de la afirmación bahá'í de que el fenómeno descrito –el nacimiento de una nueva Revelación, su eventual establecimiento en el mundo y finalmente el paulatino decaimiento de su influencia entre las masas– se ha repetido cíclicamente desde los albores del tiempo, de diferentes modos entre todos los pueblos de la Tierra.

Sea esto como fuere, el presente autor considera que la utilidad de este método consiste en que, empleado con mesura, puede arrojar algunos potenciales beneficios:
(1) obviamente, dice más acerca de la cultura de destino (la que provee el filtro que da el significado) que de la cultura de origen del significante en sí;
(2) este tipo de ejercicio posibilita una continua “resignificación”, necesaria para mantener vivo el mito con el devenir de las generaciones;
(3) ofrece una potencial interpretación prospectiva, por cuanto existe la posibilidad de que una generación llegue a dar al mito un significado más cercano al de la cultura de destino una vez que entre en contacto con ésta;
(4) tales encuentros ofrecen una oportunidad a la cultura de origen de verse a sí misma en el espejo de la “otra” y de revisar su identidad en consecuencia; y
(5) como ya se ha dicho, brinda una alternativa más, entre muchas, en la especulación acerca del significado “original” del mito.

Otro ejemplo de estos usos sería el análisis de cómo un pueblo “no occidental” interpreta una comedia televisada norteamericana. Este análisis transcultural permitiría al pueblo norteamericano conocer mejor los códigos culturales del pueblo no occidental. Siempre existe la posibilidad de que el pueblo norteamericano llegue eventualmente a ver el mundo desde una posición más cercana a la del pueblo no occidental, mediante su contacto permanente con éste.

Además, la interpretación del pueblo no occidental podría constituir un espejo en el cual el pueblo norteamericano pueda verse desde afuera y preguntarse si le gusta lo que ve o si hay algo que quisiera cambiar. Siempre existe la posibilidad de que esta interpretación alternativa descubra ciertos aspectos del significado “original” que se habían pasado por alto.

Una última palabra está en orden. Es la esperanza del autor que la promoción de este tipo de métodos de análisis interculturales y transculturales, ayuden a derribar los muros de incomprensión que separan a los pueblos del mundo y construir puentes de entendimiento y mutuo aprecio de la rica diversidad que caracteriza a este organismo único que es la raza humana.

De este modo, la antropología podrá desempeñar un rol importante en la prevención y superación de los conflictos que amenazan la salud de este cuerpo tan afligido y en la construcción de un mundo unido en su diversidad, en el cual se habrá hecho realidad la visión bahá'í de: “La Tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos”.


ANEXO

LA GESTA DE ASDIWAL [20]


Reina el hambre en el valle del Skeena, el río se ha helado, es el invierno. Una madre y su hija, los maridos de las cuales han muerto ambos del hambre, piensan cada una por su lado en los tiempos felices en que vivían juntas y no faltaba la comida. Liberadas por la viudez, forman simultáneamente el proyecto de reunirse, y se ponen en marcha en el mismo momento. Como la madre reside río abajo y la hija río arriba, la primera se dirige hacia el este, y la segunda hacia el oeste, siguiendo las dos el lecho helado del Skeena, donde se encuentran a medio camino.

Llorando de hambre y de tristeza, las dos mujeres acampan en la orilla, al pie de un árbol, no lejos del cual encuentran, por toda pitanza, una baya podrida que comparten melancólicamente.

Durante la noche, un desconocido visita a la viuda joven. Pronto se sabrá que se llama Hatsenas o Hadsenas (cuyo nombre significa “suerte” y que pasa por mensajero celeste), término que designa, en tsimshian, un pájaro de buen augurio. Gracias a él, las mujeres empiezan a hallar regularmente comida y, convertida en la esposa de su misterioso protector, la menor no tarda en dar a luz a un hijo, Asdiwal (Estar en Peligro), Asi-hwil (Franqueador de Montañas) o Asewaelgyet (una de los nombres y apariencias del Pájaro-Trueno), cuyo crecimiento es sobrenaturalmente acelerado por su padre, que le hace entrega de varios objetos mágicos: arco y flechas infalibles en la caza, aljaba o caraj para las flechas, lanza, cesto, raquetas para la nieve, gabán o abrigo y sombrero, que servirán al héroe para franquear todos los obstáculos, para hacerse invisible y para producir un alimento inagotable. Luego de lo cual Hatsenas desaparece, y la más vieja de las dos mujeres muere.

Asdiwal y su madre prosiguen la marcha hacia el oeste y se instalan en el pueblo natal de ella, Gitsalasert, en las gargantas del Río Skeena. Un día una osa blanca baja por el valle.

Asdiwal se lanza a cazarla y, casi atrapada gracias a los objetos mágicos, la osa emprende la ascensión de una escala vertical. Asdiwal la sigue hasta el cielo, que se le presenta como una vasta pradera verde y florida. La osa lo arrastra a la morada de su padre, el Sol, donde ella resulta ser una graciosa joven, Estrella de la Tarde. Se realiza el matrimonio, no sin que el Sol haya sometido a Asdiwal a una serie de pruebas, a las que todos los pretendientes anteriores sucumbieron (caza de la cabra salvaje en la montaña de los terremotos; sacar agua del fondo de una gruta cuyas paredes se cierran; recoger leña de un árbol que aplasta a quienes lo derriban, permanencia en un horno ardiente), pero de las que Asdiwal sale airoso gracias a sus objetos mágicos y a la intervención oportuna de su padre. Seducido por los talentos de su yerno, el Sol acaba por aceptarlo.

Con todo, Asdiwal echa de menos a su madre. El Sol consiente dejarlo bajar a la tierra con su esposa y les da, como provisiones de viaje, cuatro cestos llenos de alimento inextinguible, que le valen a la pareja una acogida agradecida por parte de los del pueblo, víctimas del hambre invernal. Pese a las repetidas admoniciones de su mujer, Asdiwal la engaña con una paisana. Estrella de la Tarde, herida, parte, seguida de su marido desconsolado. Llegado a media altura entre cielo y tierra, Asdiwal es fulminado por su mujer, que desaparece. Muere pero, lamentada en el acto su ausencia, es resucitado por su celeste suegro.

Todo marcha bien por un tiempo, y Asdiwal vuelve a sentir nostalgia de su tierra. Su mujer no acepta acompañarlo allá y le dice un adiós definitivo. Vuelto al pueblo, el héroe se entera de la muerte de su madre; nada lo retiene ya y vuelve a ponerse en marcha río abajo.

Llegado a la ciudad tsimshian de Ginaxangioget, seduce y desposa a la hija del jefe local. Al comienzo el matrimonio es feliz y Asdiwal emprende, con sus cuatro cuñados, cacerías de cabras salvajes, que el éxito corona gracias a sus objetos mágicos. Al acercarse la primavera, toda la familia se desplaza, pasan un tiempo primero en Metlakatla y de ahí navegan hacia el río Nass, remontando la costa. Un viento de proa los inmoviliza, y acampan por un tiempo en Ksemaksén. Allí se estropean las cosas a causa de una disputa entre Asdiwal y sus cuñados, a propósito de los méritos respectivos de los cazadores de montaña y de los cazadores del mar. Se realiza un concurso; Asdiwal vuelve de la montaña con cuatro osos que ha matado, en tanto que los cuñados regresan con las manos vacías de su expedición marítima. Humillados y rabiosos, levantan el campamento, llevándose a su hermana y abandonan a Asdiwal.

Éste es recogido por extranjeros llegados de Gitxatla, que se dirigen también hacia el río Nass, para la estación del pez candela.

Como en el caso precedente, forman un grupo compuesto de cuatro hermanos y una hermana, con la que Asdiwal se apresura a casarse. Juntos, no tardan en llegar al río Nass, donde venden mucha carne fresca y salmón a los Tsimshian, ya instalados en el rumbo y hambrientos.

La pesca es buena y todos regresan: los Tsimshian a su ciudad capital de Metlakatla, los Gitxatla a su ciudad de Laxalan, donde Asdiwal es padre de un niño. Al presente es rico y célebre. Un día, en invierno, se jacta de poder cazar focas en alta mar mejor que sus cuñados. Allá se van todos. Gracias a sus objetos mágicos, Asdiwal hace una caza milagrosa en un arrecife donde sus cuñados, fastidiados, lo abandonan sin comida y sin lumbre. Se alza la tempestad, la roca es barrida por las olas. Con ayuda de su padre, que aparece como salvador, Asdiwal, convertido en pájaro, consigue mantenerse por encima de las olas, sobre sus objetos mágicos que le sirven de percha.

Después de dos días y dos noches, la tempestad se apacigua. Asdiwal se duerme, agotado. Lo despierta un ratón y lo conduce a la morada subterránea de las focas (leones marinos) que ha herido, pero que se imaginan (por serles invisibles las flechas del hombre) ser víctimas de una epidemia. Asdiwal saca las flechas y cura a sus huéspedes, a quienes pide a cambio asegurarle el regreso. Por desgracia, las embarcaciones de las focas, que consisten en sus estómagos, ya no sirven, perforadas por las flechas del cazador. De modo que el rey de las focas le presta a Asdiwal su propio estómago a guisa de barca, a condición de que se lo devuelva sin tardanza. Cuando aborda la costa, el héroe descubre a su mujer inconsolable, así como a su hijo. Gracias a la ayuda de esta buena esposa pero mala hermana (que cumple los ritos indispensables para que la operación se logre), Asdiwal fabrica orcas de madera esculpida a las que anima y quienes, desfondando las embarcaciones a aletazos, provocarán el naufragio y la muerte de los malos cuñados.

Pero Asdiwal vuelve a sentir una nostalgia irresistible por los lugares de su infancia. Deja a su mujer y vuelve al valle del Skeena. Se establece en la ciudad de Ginadaos donde se le une su hijo, a quien da su arco y sus flechas mágicas y recibe de él un perro.

Llegado el invierno, Asdiwal parte a cazar a la montaña, pero olvida sus raquetas para la nieve. Extraviado, incapaz de subir ni de bajar sin ellas, es mudado en piedra, así como su lanza y su perro, y aún puede vérselos con esta forma en la cima de la gran montaña del lago de Ginadaos.

Cuando la segunda mujer de Asdiwal (su primera esposa terrestre) le hubo dado un hijo, éste fue nombrado Waux (Ligerísimo), por que era tan veloz como la chispa que salta, lo cual lo hacía un excelente cazador por “tener el pie tan ligero como un pájaro en pleno vuelo”, tal como su padre.

Padre e hijo se amaban tiernamente y siempre cazaban juntos. Fue pues un desgarramiento para Waux cuando sus tíos lo obligaron a seguirlos, después del abandono de Asdiwal en Ksemaksén. La madre y el hijo hasta habían intentado reunirse con él en secreto, y no habían renunciado sino después de persuadirse de que había sido devorado por un animal feroz.

Waux se convierte en un gran cazador, a ejemplo de su padre. Poco antes de morir, su madre le hace desposar a una prima, y la joven pareja vive feliz, en tanto que Waux continúa sus hazañas en los terrenos de caza paternos, a veces en compañía de su mujer, que da a luz gemelos.

Pronto sus hijos siguen a Waux cuando caza, como él mismo seguía en otro tiempo a Asdiwal. Un día se dirige con ellos a una región inexplorada. Los niños sufren una caída y se matan. Al año siguiente, Waux vuelve al mismo sitio para cazar, provisto de todos los objetos mágicos heredados de su padre, salvo la lanza, que olvida. Sorprendido por un terremoto, Waux intenta en vano hacer comprender a su esposa, a la que ve en el valle, que es necesaria su asistencia ritual. Le pide, dando alaridos, que haga un sacrificio de grasa a las potencias sobrenaturales, con el fin de aplacarlas. Pero la mujer no oye y entiende mal; repite no las palabras de su marido sino lo que ella misma desearía hacer: –¿Quieres que yo coma grasa?... Desanimado, Waux dice que sí, y la mujer se atraca de grasa y de agua fresca. Repleta, se tiende sobre un tocón, estalla y se transforma en un sílex veteado que hoy en día abunda en aquel lugar.

Waux, privado de la lanza que le permitía hender las rocas y abrirse paso a través de la montaña, perdida su última esperanza de aplacar los elementos a causa del mal entendimiento habido entre su mujer y él, se petrifica, así como su perro y todos sus objetos mágicos. Allí siguen hasta hoy.


Notas:

1. Todas las menciones de Claude Lévi-Strauss y su obra en el presente artículo hacen referencia al capítulo “La Gesta de Asdiwal” en su libro Antropología Estructural, Mito-Sociedad-Humanidades. Madrid: Editores Siglo XXI, 1995, pp. 142-189

2. Para el lector no familiarizado con el mito de la Gesta de Asdiwal, éste se transcribe en el Anexo.

3. ‘Abdu'l-Bahá, Promulgación de la Paz Universal. Buenos Aires: EBILA, 1991, p. 129.

4. Ibid., p. 126.

5. Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh. Buenos Aires: EBILA, 4ª Ed. Rev., 1988, p. 195.

6. ‘Abdu'l-Bahá, Bahá'í World Faith. Illinois: Bahá'í Publishing Trust, 1976, p. 390. Traducción provisional.

7. Bahá’u’lláh, Kitáb-i-Iqán – El Libro de la Certeza. Madrid: Editorial Bahá'í de España, 1995, pp. 22-23.

8. Bahá’u’lláh: Epístola al hijo del Lobo. Buenos Aires: EBILA, 2ª Ed. Rev., 1985, p. 142.

9. Bahá’u’lláh: Oraciones y Meditaciones. Buenos Aires: EBILA, 1984, p. 273.

10. Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh – Reveladas luego del Kitáb-i-Aqdas. Buenos Aires: EBILA, 1982, p. 47.

11. ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a Unas Preguntas. Madrid: Editorial Bahá'í de España, 1994, p. 162.

12. Kitáb-i-Iqán, pp. 6-33.

13. Bahá’u’lláh, Kitáb-i-Aqdas – El Libro más Sagrado. Madrid: Editorial Bahá'í de España, 1999, p. 77.

14. ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los Escritos de ‘Abdu’l-Bahá”. Buenos Aires: EBILA, 1987, p. 51.

15. Kitáb-i-Iqán, pp. 6-33.

16. Tablas de Bahá’u’lláh, p. 33.

17. Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 326.

18. Contestación a Unas Preguntas, pp. 73-77.

19. En realidad, considero que no se puede hablar de una única interpretación “original” o “genuina”, pues lo más probable es que tanto el mito como su significado han venido modificándose progresivamente a lo largo de las generaciones. La única interpretación “genuina” es la "resignificación" que le da cada generación en su turno.

20. Adaptado de la “versión Skeena” transcrita por Lévi-Strauss, C. en “La Gesta de Asdiwal” en Antropología Estructural, Mito-Sociedad-Humanidades. Madrid: Editores Siglo XXI, 1995, pp. 142-189.

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