Lo que sigue es un análisis crítico del artículo “El Método de la Sociología de la Acción: la Intervención Sociológica” por Alain Touraine.[1]
Las metodologías más empleadas por los sociólogos han sido: la observación etnográfica que considera “la naturaleza y el funcionamiento de las normas culturales y sociales”; la encuesta extensiva que estudia “las formas y niveles de participación social”, impulsada por la aplicación de la estadística; el estudio de casos que reconstruye “la historia compleja y oculta de las decisiones”; y, finalmente el método histórico cuyo “tema mayor de reflexión” es los “grandes acontecimientos y en particular las revoluciones” con el supuesto que éstos tuvieran “un valor de purificación” que permite “alcanzar la esencia”, por dejar aparecer “las fuerzas creadoras de la historia”.
Actualmente, sin embargo, se considera que estos “volcanes de la historia” no son “más simples que los períodos de calma” y que en realidad es posible que “en el momento revolucionario las fuerzas sociales están menos visibles, más encubiertas por los problemas del estado y los mecanismos sociales están reemplazados casi por entero por la dictadura de las armas o de la palabra”. El autor concluye que son “posiblemente los momentos menos favorables para una reflexión sobre la acción histórica”.
Yo agregaría que la lastimosa herencia que nos ha dejado este tipo de enfoque es el cuadro popularizado de una historia plagada de guerras y conflictos, reforzando aún más el concepto del ser humano como un animal egoísta, agresivo y competitivo. Se ha hecho caso omiso a siglos y milenios de paz, progreso, prosperidad y felicidad, durante los cuales se edificaron las grandes ciencias, artes y civilizaciones que constituyen la verdadera substancia de la historia.
Es como haber analizado el historial clínico de las diversas patologías que ha sufrido una persona enfermiza, en un intento por conocer la esencia del cuerpo humano, desconociendo por completo los largos períodos de buena alimentación, vigor y sosiego que han echado los fundamentos de su salud.
Las “visiones evolucionistas y lineales” en las cuales se basa el método histórico tampoco se ajustan a la realidad, dejando a los “sociólogos interesados en el estudio de la acción histórica... prácticamente desprovistos de método”. Ante este vacío, Touraine propone el método de la “Intervención Sociológica" para conocer “la producción de la sociedad” y de las conductas cotidianas que cuestionan las normas sociales. Consiste en estudiar de manera intensiva a pequeños grupos de actores y militantes para “crear, de manera casi experimental, lugares donde el peso de las situaciones cotidianas sea el menor posible, que permitan al actor expresar lo más intensamente que pueda su protesta frente a esa situación, sus objetivos y la conciencia que tenga de los conflictos en los cuales se ve comprometido para alcanzar esos objetivos”.
El investigador no intenta abstraerse de la situación como observador externo, neutral y objetivo, sino que “interviene activa y personalmente” para lograr la “conversión” de un rol receptivo a otro productivo, mediante la confrontación con interlocutores que constituyen sus contrapartes sociales en la vida real, con la finalidad de estudiar no tanto las conductas, cuanto el autoanálisis.
Touraine se refiere al “espacio abierto de la sociedad civil” en medio de la “selva estatal” y afirma que “una de las tareas principales de la sociología es defender palmo a palmo ese claro en el bosque y las culturas desarrolladas allí por las colectividades humanas” al “elevar el nivel de acción de tal manera que la acción real se acerque cada vez al máximo de acción posible”, con la finalidad de “originar el renacimiento de la conciencia de una acción posible”, contribuyendo de esta manera a “defender y fortalecer las posibilidades de la democracia”.
Esta clase de activismo sociológico o sociología activista rememora el Enriquecimiento Pedagógico Instrumental de Rubenstein, un método de vanguardia en la psicología educativa. A diferencia de enfoques psicométricos como los famosos instrumentos de Cuociente de Inteligencia (CI) de Weschler, que pretenden medir la capacidad ya realizada o actualizada del individuo, este abordamiento innovador fomenta activamente el desarrollo del potencial intelectual latente, con la finalidad de determinar con qué rapidez puede avanzar y hasta qué nivel puede llegar el sujeto.
Mediante esta clase de intervenciones, ya sea en el campo del asesoramiento pedagógico o de la sociología, el profesional desciende de la torre de marfil de una supuesta pero ilusoria objetividad científica y se compromete activamente con el avance del sujeto personal o grupal.
De este modo aporta a la salud físico, intelectual y espiritual tanto del individuo como del cuerpo político, en vez de analizar ad nauseum los síntomas de su enfermedad, como si se pudiese hallar el secreto de la lozanía y fragancia de la rosa escarbando en el estiércol donde está sembrada.
1. En Touraine, Alain: El Regreso del Actor. Buenos Aires, EUDEBA, 1994, pp. 127-138.
(23 de diciembre de 2004)
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