miércoles, febrero 02, 2005

La Fe Bahá'í como Movimiento Social

¿Es un movimiento social la Comunidad Bahá'í? Antes de poder responder a esta pregunta, es necesario definir el término. A un nivel meramente semántico, el concepto de “movimiento social” abarca dos aspectos: como “movimiento”, lleva inherente la idea de un cambio, una alteración del estatus quo, mientras que lo “social” implica por una parte la colectividad, pero por otra lo no-estatal, es decir, el pueblo.



Más allá de cuestiones semánticas, sin embargo, concordamos con Cohen (1985: 663) en que “hay poco acuerdo entre los teóricos en el cambo sobre qué exactamente es un movimiento… y cuál sería el significado de un movimiento social en contraste con un partido político o grupo de interés”. En sentido muy general, sin embargo, se puede decir que un movimiento social es un medio por el cual ocurren los procesos de producción, reproducción y renovación sociocultural, usualmente de abajo hacia arriba, lo cual se aplica al caso del Movimiento Bahá'í.[1]

Existe una amplia gama de opiniones respecto al ámbito de un movimiento social. En el un extremo se acepta a cualquier acción colectiva como tal, que resulta ser el enfoque más común en Norteamérica. En el otro hay quienes lo conciben como la suma de acciones colectivas, organizaciones y propuestas del conjunto de sectores sociales, económicos y políticos, los cuales forman una corriente global y anónima que imprime una dirección o tendencia determinada al movimiento general que toma una sociedad. Para los fines del presente análisis, sin embargo, se tomará una posición intermedia que coincide con la realidad bahá'í, en la que un movimiento social es más que una acción colectiva o de movilización temporal y más que una organización o sus actores, sin embargo de lo cual y pese a que pueda atraer a varios sectores, tiene límites menores a los de la sociedad toda.

Aunque un movimiento social no lo es meramente por afirmación de sus miembros, sin embargo es relevante conocer qué piensan sus principales exponentes al respecto. En el caso bahá'í, en las cartas tempranas de Shoghi Effendi, el “Guardián” de esta comunidad, se encuentran numerosas referencias a esta Comunidad Mundial como movimiento. En varias ocasiones, agrega adjetivos como “un movimiento mundial”, “este notable Movimiento”, “un Movimiento tan tremendo”, “un Movimiento tan incalculable”, “un Movimiento tan dinámico” y “un Movimiento tan sorprendente” (1944: xiii, 3, 51, 55). En otros casos, aclara su naturaleza fundamental diciendo: “...la Causa Bahá'í (es) esencialmente un movimiento religioso de carácter espiritual...” (1982: I/54) Sin embargo, en 1955, dos años antes de su fallecimiento, Shoghi Effendi expresa el deseo de alejarse de este uso, a fin de evitar malentendidos (1955, 198-7):

Ceasing to designate to itself a movement, a fellowship and the like – designations that did grave injustice to its ever-unfolding system – , ... refusing to be labeled as a mere philosophy of life, or as an eclectic code of ethical conduct, or even as a new religion, the Faith of Bahá’u’lláh is now visibly succeeding in demonstrating its claim and title to be regarded as a World Religion, destined to attain, in the fullness of time, the status of a world-embracing Commonwealth, which would be at once the instrument and the guardian of the Most Great Peace announced by its Author.

La siguiente referencia del mismo autor parece aclarar el por qué de esta decisión (1955, 54):

How unfair, how irrelevant, to venture any comparison between the slow and gradual consolidation of the Faith proclaimed by Bahá’u’lláh and those man-created movements which, having their origin in human desires and with their hopes centered on mortal dominion, must inevitably decline and perish! Springing from a finite mind, begotten of human fancy, and oftentimes the product of ill-conceived designs, such movements succeed, by reason of their novelty, their appeal to man's baser instincts and their dependence upon the resources of a sordid world, in dazzling for a time the eyes of men, only to plunge finally from the heights of their meteoric career into the darkness of oblivion, dissolved by the very forces that had assisted in their creation.

Con estas consideraciones, entendemos que el propósito del Guardián fue evitar que la Comunidad Bahá'í sea considerada como solamente un movimiento, sino algo mucho más que eso. Ahora bien, habrán quienes opinen que su carácter como movimiento espiritual o religioso precluye su consideración como movimiento social. Sin embargo, esto presupone que ningún movimiento social podría poseer las singulares motivaciones desinteresadas que es capaz de despertar la religión como ‘facultad del ser humano’. Tampoco el sindicalismo podría considerarse un movimiento social por ser antes un movimiento político, motivado por intereses de poder. Por tanto, para los fines del presente trabajo se presupondrá que la definición de movimiento social no depende de que tenga como fuerza motriz a la política, la religión, el comercio, o cualquier otra fuerza motivacional, sino de cómo se manifiesta a raíz de esa dinámica subyacente.

Los posibles criterios de análisis de un movimiento social son numerosos, incluyendo en forma indicativa mas no exclusiva tales aspectos como el contexto histórico, las dinámicas de polarización y conflicto con uno o varios oponentes, las condiciones de los principales actores, los objetivos tanto explícitos como implícitos, el repertorio de acciones colectivas, los intereses que están en juego, el nivel y tipo de organización, los ciclos evolutivos por los que atraviesa y su grado de influencia en la sociedad y en las políticas del estado. Sin embargo, el análisis de un candidato a movimiento social en relación con estos “criterios” acaba siendo no tanto un acto definitorio, cuanto un ejercicio descriptivo.

Lejos de detenernos más en la posibilidad de hablar de un Movimiento Bahá'í, lo que interesa ahora es realizar precisamente ese ejercicio descriptivo en relación con la Comunidad Bahá'í. Para ello, cada sección ofrece un bosquejo teórico basado en los apuntes de clase y lecturas que constan en la bibliografía al final, seguido por un análisis de la Comunidad Bahá'í al respecto. Tampoco se pretende agotar las posibilidades de tal análisis, sino proponer algunos campos para futuros estudios sociológicos de la Comunidad Bahá'í en tanto y cuanto movimiento social. Pues el presente autor, siendo miembro de la Comunidad Bahá'í, posee una perspectiva ‘desde adentro’ que facilita su conocimiento pero podría dificultar su objetividad. Se ha hecho un intento por enfatizar los ‘hechos’, pero sería de gran utilidad complementar este esfuerzo inicial con diversos análisis ‘desde afuera’, realizados por estudiosos no comprometidos con el Movimiento Bahá'í.

1. Los Objetivos:

Los objetivos que persigue un movimiento social constituyen su ‘discurso’, su ‘agenda’, o la ‘temática’ que defiende. Representan los propósitos o propuestas que orientan a los actores en una misma dirección. Esta agenda puede ser explícita y expresa, pero también puede haber una “agenda oculta”. A veces también los objetivos pueden ser sólo una racionalización de las acciones colectivas, con el propósito de darlas significado o sentido. Según Weber, jamás se puede separar el comportamiento de su significado, pero en este caso, se trataría de un sentido creado como justificación, no necesariamente el sentido íntimo de la acción primaria.

Es importante aclarar que los objetivos de la Comunidad Bahá'í mundial no provienen de sus miembros, ni de la agenda de los organismos de cooperación, ni siquiera de la coyuntura actual. Más bien, sus propuestas se basan en las enseñanzas de Bahá’u’lláh,[2] que abarcan el equivalente de unos 100 volúmenes escritos en persa y árabe durante sus 40 años de prisión y destierro, más otro tanto de libros, cartas y charlas de su hijo ‘Abdu’l-Bahá (1844–1921) y su bisnieto Shoghi Effendi (1897–1957). También se consideran como tales a los escritos de El Báb (1817–1850), el Precursor de Bahá’u’lláh. Los originales de estos documentos se encuentran preservados en el Centro Mundial Bahá'í en Haifa, Israel y han sido traducidos y publicados en más de 800 idiomas. Por este hecho, es difícil delimitar unos pocos objetivos, sino que los elementos extraídos de estas enseñanzas en un momento dado dependerán de varios factores, que incluyen el plan en vigencia, la comprensión de quien los comparte y los rasgos de su audiencia.

Dicho esto, los elementos del ‘discurso’ bahá'í pueden agruparse ampliamente en enseñanzas individuales y sociales. Los contenidos individuales atañen a la espiritualización de la vida de la persona y la reforma de su carácter personal, por ejemplo: el imperativo de una elevadísima norma de comportamiento moral y ético; el propósito de la existencia humana como el desarrollo de las perfecciones que yacen latentes en cada uno; el trabajo hecho con espíritu de servicio y excelencia como la mejor forma de adorar a Dios; la oración, la meditación, el ayuno y el estudio de los diversos libros sagrados del mundo, como fuentes de inspiración para poder servir mejor a la humanidad, entre otras orientaciones individuales.

Las enseñanzas sociales, por su parte, incluyen tales principios como: el fomento de la libre investigación de la verdad; la unidad orgánica del género humano; la unicidad original de las grandes religiones del mundo; la igualdad de derechos y oportunidades para ambos sexos; la armonía esencial entre la ciencia y la religión; la superación de todo prejuicio racial, religioso, social, nacional, etc.; la educación universal obligatoria; la eliminación los extremos de riqueza y pobreza; el establecimiento de una federación mundial de naciones; el imperativo de un idioma universal, auxiliar a cada lengua materna; y otros más.

Un aspecto importante del objetivo es una cuidadosa definición de la ‘población-meta’ del discurso. Generalmente, tienen mayor convocatoria aquellas propuestas que mejor expresan el verdadero sentir de dicha población, pero no las que representan el promedio de su pensamiento común. Al inicio, mientras más radical sea el discurso, mayor identidad cobra el movimiento, resultando ya sea en un gran impacto o en su rechazo y desaparición. Cabe mencionar que en sociedades más bloqueadas suelen radicalizarse más las propuestas. Una vez consolidada la identidad, sin embargo, los actores más radicales son sustituidos por otros más ecuánimes, quienes logran convocar a otros sectores.

Futuros estudiosos del Movimiento Bahá'í querrán analizar el grado de radicalidad de su discurso, percibida desde la perspectiva de los propios actores como del público no bahá'í. A veces los Bahá'ís expresan sorpresa ante una respuesta entusiasta de dicho público, pues se han acostumbrado a sus preceptos y ya no les parecen nuevas. Hay que indagar si esto se debe a que de hecho ya no son nuevas, o si los Bahá'ís, por fuerza de costumbre, están desestimando el valor de lo que tienen y han dejado de buscar lo nuevo y radical en los escritos de Bahá’u’lláh.

2. Acciones Colectivas:

Aunque la acción colectiva no constituye por sí sola un movimiento social, también es cierto que no se puede hablar de movimiento social sin acciones colectivas, las cuales se construyen conjuntamente con el discurso, el contexto y las concepciones de la gente. De hecho, Charles Tilly habla de todo un “repertorio de acciones colectivas” que evoluciona con el tiempo debido a cambios de discurso, modificaciones en el entorno socio-político y económico, procesos internos de aprendizaje e innovación, o simplemente por cuestiones de moda. En todo caso, nunca es aleatorio, pues la gente no suele lanzarse al vacío; sus acciones tienen límites y su repertorio suele ser significante y codificado.

En el caso del Movimiento Bahá'í, se podría agrupar su actuar colectivo en tres grandes áreas, cada una de las cuales comprende todo un repertorio de acciones específicas. En un primer nivel, los bahá'ís se esfuerzan, mediante el estudio y la práctica constantes, por ejemplificar las enseñanzas de Bahá’u’lláh en su vida cotidiana. Esto a primera vista podría parecer una acción personal más que colectiva, pero constituye una de las frentes de acción más fundamentales del quehacer de la comunidad, a la cual dedica gran parte de su tiempo y energías colectivas. Pues los bahá'ís consideran que el comportamiento de cada uno constituye una fuerza dinámica que ejerce su influencia, consciente o inconscientemente, en los demás. Además, no puede aspirar a tener influencia en el mundo si sus acciones no concuerdan con su discurso. Sería interesante estudiar hasta qué punto se cumple dicha fuerza dinámica en la práctica y si es mayor en relación a lo que NO hacen los bahá'ís (las prohibiciones) o a lo que SI hacen (servicio a la colectividad).

En segundo plano, la Comunidad Bahá'í se dedica a la diseminación de las enseñanzas de Bahá’u’lláh mediante: actividades de proclamación para influir ampliamente en la opinión pública; campañas de expansión mediante un contacto directo persona a persona; y acciones de profundización generalmente a través de reuniones informales en los hogares. Un aspecto importante de estas actividades es lo que se denomina la educación espiritual o enseñanza de valores o virtudes. En miles de escuelas y barrios alrededor del globo, se imparten gratuitamente clases de educación espiritual para niños y prejóvenes, algunas de las cuales tienen un contenido abiertamente bahá'í y otros en forma de la educación en valores o virtudes. Asimismo, para grupos de los jóvenes y adultos se forman “Círculos de Estudio”, con textos preestablecidos y un facilitador o “tutor” que modera un análisis de las enseñanzas bahá'ís sin imponer sus propios criterios.

A propósito de la ‘proclamación’, se dice de los movimientos sociales que si no existen en los medios masivos, no existen para el mundo. Muchos harían cualquier cosa por llamar la atención de los medios masivos, intentando convertir actos simbólicos en noticia. Algunos han recurrido al escándalo para lograr unos pocos minutos en una cadena noticiosa internacional, lo cual a la larga ha servido para deslegitimar la política. Quizás el largo anonimato del Movimiento Bahá'í se debe en parte a que no ha intentado llamar la atención de esta manera, aparte de dar publicidad a diversos actos públicos de interés general. Sin embargo, las últimas dos décadas han visto una serie de sucesos que han atraído a los medios masivos y sacado a esta Comunidad de su anonimato, como son: el recrudecimiento de la persecución de los Bahá'ís en Irán y subsiguiente defensa por medios diplomáticos y de difusión (CUJ 1994); la inauguración de la magnífica infraestructura física del Centro Mundial Bahá'í sobre el Monte Carmelo; y la serie de 50vos aniversarios de su llegada a diferentes países.

En un tercer ámbito, el Movimiento Bahá'í se dedica a la edificación de comunidades, proyectos de desarrollo socioeconómico y su orden administrativo, no sólo para una mejor organización de sus propios asuntos, sino para generar un modelo en acción de formas alternativas de manejar los diferentes quehaceres de la humanidad, desde la educación de los niños hasta la administración de una zona. Estas comunidades, proyectos e instituciones constituyen una suerte de laboratorio social, donde se ensaya cómo se manifiesta en la práctica la cosmovisión de Bahá’u’lláh al ser apropiada por culturas y sectores representativos de toda la rica diversidad de la raza humana. En este sentido, la Casa Universal de Justicia (1985: 25-26) escribe:

La experiencia de la comunidad bahá'í puede verse como un ejemplo de esta creciente unidad. Es una comunidad de unos tres o cuatro millones de personas[3] provenientes de muchas naciones, culturas, clases y credos, que se dedican a múltiples actividades al servicio de las necesidades espirituales, sociales y económicas de los pueblos de muchas tierras. Es un solo organismo social que representa la diversidad de la familia humana, que dirige sus asuntos por medio de un sistema de principios consultivos comúnmente aceptados y que aprecia igualmente a todas las grandes corrientes de guía divina a lo largo de la historia. Su existencia es otra prueba convincente de que la visión de su Fundador de un mundo unido es practicable, otra prueba de que la humanidad puede convivir como una sociedad global dispuesta a afrontar los desafíos que pueda implicar la llegada a su mayoría [colectiva] de edad. Si la experiencia bahá'í puede contribuir en cualquier medida a fortalecer la esperanza en la unidad de la humanidad, nos sentimos felices de ofrecerla como modelo para su estudio.

Según Touraine, pueden distinguirse tres tipos de movimiento social según las acciones que promueven. En primer lugar, un movimiento de oposición lucha contra algo, incluyendo tal vez la apatía o indiferencia del mismo grupo, mediante la construcción de un adversario que debe ser claramente definido para evitar confusión. En segundo lugar, un movimiento de identidad hace un llamado a identificarse con un grupo definido y sus reivindicaciones (p.ej.: indígenas, mujeres, etc.), del cual sus dirigentes se hacen portavoces. En tercer lugar, un movimiento de totalidad invoca valores o principios generales como el bien, la justicia, la igualdad, etc., definiendo cómo debe interpretarse la sociedad y su historia y qué cualidades deben caracterizar a sus miembros.

¿Qué elementos de estos tres tipos incorpora el Movimiento Bahá'í? En primer lugar, se puede identificar llamadas de oposición a nivel tanto colectivo como individual: por un lado la sociedad debe oponerse a aspectos como el fetiche de la soberanía nacional ilimitada, las estructuras concentradoras de poder y riquezas, etc.; y por otro lado, la persona debe resistir sus tendencias naturales a la inercia y el ‘quemeimportismo’, a los prejuicios y las pugnas, al egoísmo y la avaricia. En segundo lugar, las enseñanzas bahá'ís emplazan a los diversos grupos hacia su adopción de una nueva identidad: pasando de su esencialización como animal o pecador al concepto de la nobleza inherente en todo ser humano; de su separación en razas superiores e inferiores a su membresía a una sola raza humana; de nacionalidades contendientes a ciudadanos de una sola patria universal, entre otros aspectos. En tercer lugar, como movimiento de totalidad, convoca a la humanidad entera a encarnar las virtudes de la justicia, la unidad y el desarrollo tanto material como espiritual.

Mayores estudios serán necesarios para aclarar de qué modo ha evolucionado el repertorio bahá'í de acciones colectivas según las exigencias de la época, así como sus similitudes y diferencias respecto a los repertorios de otros movimientos y los motivos de las mismas.

3. Los Actores:

Los actores de un movimiento son los sujetos sociales de sus acciones colectivas. La gente no se agrupa por que sí, sino que obedece a ciertas lógicas, como son la pertenencia a un sector ya existente o grupo de identidad que crea o recrea un ‘nosotros’ diferenciado de los demás, o la agrupación en torno a un objetivo común. No sólo los individuos pueden ser actores, sino además diversas colectividades. Es importante analizar quiénes son los principales sujetos y cómo cambian con el tiempo. ¿Por qué tiene convocatoria un movimiento determinado y a quiénes convoca? ¿Qué le motiva a ese tipo de persona a participar en sus acciones?

En respuesta a estas preguntas, se puede decir que hay diferentes lógicas que operan en los movimientos sociales. Al nivel más básico existe la lógica comunitaria o localista, en la que los actores y sus contrincantes tienen nombre y apellido, defienden intereses propios e inmediatos mediante acciones frontales y se apoyan entre sí por solidaridad entre colegas. A medida que crece la sociedad y su complejidad, aumenta el anonimato de unos y otros, haciendo que la lógica localista vaya perdiendo campo ante dos nuevas. Los movimientos sociales que operan bajo la lógica altruista o militante fomentan más el voluntarismo y el autosacrificio por los demás (común en Europa y también el caso de la Comunidad Bahá'í). En el actual mundo materializado, los movimientos operan cada vez más bajo la lógica economicista: simplemente contrata un equipo de expertos que garantice un éxito fácil y rápido a cambio de sus honorarios (común en los Estados Unidos). Actualmente se considera que va ganando espacio la lógica economicista, frente a la altruista.

Sin embargo, existen otras alternativas además del dinero para atraer a quienes no están dispuestos a operar bajo la lógica altruista. Según la Escuela Funcionalista, un movimiento social desempeña tres roles sociales que motivan a la gente a participar. En primer lugar, sirve de “agente de mediación social” o espacio para el relacionamiento del individuo con las estructuras sociales. Cada persona busca relacionarse con el mundo, pero mientras más compleja sea la sociedad, más difícil resulta esta relación, por lo que el movimiento juega un papel importante. En segundo lugar, sirve de “creadora de conciencia colectiva” para la socia- lización de las realidades del grupo, la construcción de significados, propuestas y soluciones, la distinción entre la situación actual y la deseada, y la visualización del ‘deber ser’ de la sociedad futura. En tercer lugar, sirve de “medio de incidencia social” para modificar las estructuras, cambiar la condición de las personas, ejercer mayor presión como colectivo y ofrecer un medio de participación a los “anónimos” para que se integren a la acción.

En el Movimiento Bahá'í se reconocen “tres actores principales”: el individuo, la comunidad y las instituciones. ¿Cuáles han sido estos actores y qué los ha motivado? Durante el corto y agitado ministerio (1844 – 1852) de El Báb en Persia, su mensaje, llevado inicialmente por Él y sus 18 “Letras del Viviente” especialmente seleccionados y preparados por El Báb, fue dirigido principalmente al clero chiíta de Irán y el sur de Irak, cuya conversión resultaba a menudo en la de miles de sus feligreses, muchos de los cuales prefirieron sacrificar sus vidas que negar su amor por El Báb. Después de Él, Bahá’u’lláh se dedicó, no sólo a dejarnos el legado de sus voluminosos escritos, sino a forjar su membresía, ya numerosa y en rápido crecimiento, en comunidades ejemplificadoras de dichas enseñanzas, en los países vecinos, predominantemente islámicos. A su fallecimiento en 1892, nombró a su hijo mayor, ‘Abdu’l- Bahá, como su Sucesor, el Intérprete Autorizado de sus enseñanzas y el Ejemplo Perfecto de la vida bahá'í. Fue ‘Abdu’l-Bahá quien, a través de maestros escogidos como Ibrahim Kheirala y Anton Haddad, logró traspasar las fronteras culturales y psicológicas del Medio Oriente y conquistar las mentes y los corazones de Occidente. Liberado finalmente de prisión, viajó por Europa y Norteamérica proclamando las enseñanzas de su Padre y estableciendo comunidades e instituciones bahá'ís en sus principales ciudades, las cuales después cultivó cuidadosamente por correo y por intermedio de quienes le visitaban. En su Voluntad y Testamento, ‘Abdu’l-Bahá nombró a su nieto, Shoghi Effendi, como su Sucesor, Intérprete Autorizado de las enseñanzas bahá'ís y ‘Guardián’ de la Comunidad. Bajo su inspiración y guía, cientos de ‘pioneros’ norteamericanos se levantaron a mediados del siglo 20, para establecer comunidades e instituciones bahá'ís en la mayoría de países de Europa, Latinoamérica, África, Asia y el Pacífico. A fines del mismo siglo, terminado el proceso de expansión internacional, comenzó una nueva fase bajo la Casa Universal de Justicia (1963 –), Organismo Supremo de la Comunidad Bahá'í, de la expansión sistemática y acelerada al interior de cada país en base a los esfuerzos sacrificados de la generalidad de sus miembros.

Como resultado de estas sucesivas fases de expansión y consolidación, la gran mayoría de bahá'ís actualmente se encuentran en el “Tercer Mundo”. Además, según el Libro Anuario de la Enciclopedia Británica, para 1986 la Comunidad Bahá'í era ya la comunidad religiosa de más rápida expansión en el mundo y la segunda más ampliamente difundida después del cristianismo, tomado éste como un todo. La diversidad de la Comunidad Bahá'í se resiste a encajar dentro de los criterios de análisis acostumbrados, pues abraza a personas de toda raza, nacionalidad y condición socioeconómica. En realidad, lo único que tienen todos ellos en común – y lo que las motiva a sacrificarse por la Causa – es su amor por Bahá’u’lláh, compromiso con sus enseñanzas y deseo de servir a la humanidad. Un estudio sociológico de la Comunidad Bahá'í en cuanto movimiento social tendría que tomar en cuenta este punto e intentar darlo explicación. Si los actuales criterios de análisis no dan abasto, podría ser una oportunidad para ampliarlos.

4. Organización:

Un movimiento social no es una organización, pero necesita organizarse para tener éxito. Tampoco es cuestión de una simple maquinaria burocrática, sino una red de nexos que posibilita la condición social de un grupo humano. En el caso de la Comunidad Bahá'í, su orden administrativo ha venido evolucionando orgánicamente en base a la guía explícita de Bahá’u’lláh hasta llegar a su estado actual, con sus consejos de gobierno a nivel local, regional, nacional y mundial, que tienen autoridad mas no poder,[4] la “Institución de los Consejeros” y sus instancias en el ámbito mundial, continental, zonal y local,[5] que poseen influencia pero no autoridad, y las comunidades con sus proyectos y agencias, que ejercen el poder de la gestión bajo la autoridad e influencia de los dos primeros. Además están a distintos niveles sus diferentes fondos, su sistema singular de elecciones sin candidaturas ni propaganda, entre otras instituciones.

La sociología de los movimientos sociales identifica tres tipos de relaciones entre la organización y los demás actores: el consenso, que requiere de la aceptación de todos; la delegación, en la que se debe consultar previamente cada decisión; y la representación, que permite decidir por los ausentes. En el Movimiento Bahá'í, se encuentra una combinación de estos tres tipos. Las diversas instituciones buscan activamente el consenso de la comunidad entera mediante espacios especialmente creados para la consulta.[6] Son los consejos de gobierno democráticamente elegidos, sin embargo, las que finalmente toman las decisiones que atañen a todos y luego delegan estas funciones a comités, comisiones e individuos, con mayor o menor capacidad decisoria, según sea el caso. Estas mismas instituciones están facultadas para representar a la comunidad bajo su jurisdicción, sin necesidad de volver a consultarla antes. De este modo, todos son llamados a pensar, aportar y actuar, pero no se empantanan los procesos cuando se requiere de agilidad en la toma de decisiones.

Se está poniendo en evidencia en el mundo que la mera construcción de las estructuras institucionales de la democracia no es suficiente para eliminar los problemas de la dependencia, subordinación y marginación que aquejan a nuestros países. El Orden Administrativo Bahá'í es un sistema que aprovecha y combina los elementos positivos de los diferentes sistemas existentes – como democracia participativa a nivel de base, aristocracia o gobierno por élites esclarecidas, e incluso una forma de monarquía – sin incorporar sus respectivos defectos, agregando otros elementos desconocidos hasta ahora. Ejemplifica un nuevo concepto de democracia más real, no excluyente, menos jerárquica, que no concentra el poder, pero que a la vez supera los conocidos vicios del “exceso de democracia”. Sobre todo, constituye el corazón de la comunidad que con su palpitar anima a ese cuerpo y lo pone en movimiento hacia los fines propuestos. Un estudio sociológico de la Comunidad Bahá'í en cuanto movimiento social debería incluir un análisis de este singular sistema administrativo en búsqueda de elementos que podrían aplicarse con provecho en otros ámbitos.

5. Lo que Está en Juego:

Lo que está en juego, también conocido como los stakes en inglés y enjeux en francés, es un elemento de análisis que se diferencia de los objetivos, tratándose de los intereses que subyacen en un movimiento social, en su organización y en membresía. Es más bien lo que pretenden lograr al final mediante la promoción de su discurso, agenda, temática, acciones, etc. Otra forma de verlo es que, mientras los objetivos constituyen lo que dice un movimiento social, el stake es lo que realmente sucede o puede suceder. Por ejemplo, durante las Cruzadas se levantaron las masas en una lucha que tenía a la fe como objetivo explícito, pero que detrás servía más bien a intereses del estatus quo como la consolidación de imperios, la integración cultural de otros pueblos para ocupar su espacio físico, la lógica del control a través de la religión, etc.

La Comunidad Bahá'í es franca en describir su propósito fundamental como “la reconquista espiritual del mundo” (Shoghi Effendi, 1981: 23).[7] Se diseminan las enseñanzas de Bahá’u’lláh explícitamente por considerarlas un remedio potente para los males que aquejan al mundo. Para un Bahá'í, estos asuntos son claros y no cabe la menor duda respecto a su sinceridad. Para otros, sin embargo, puede resultar difícil aceptar que sea tan sencillo. Por tanto, a fin de aclarar esta cuestión sin caer en supuestos sin fundamento o basados en la observación de otras comunidades religiosas, ser podría preguntar ¿Cuáles NO son los intereses de la Comunidad Bahá'í? Este interrogante se puede responder desde la perspectiva tanto del miembro individual, como de la comunidad organizada frente al resto del mundo.

En cuanto al individuo, lo primero es que NO es motivado por la ambición de poder. El orden administrativo precluye la autoridad individual, colocando el poder decisorio en manos de instituciones elegidas. El mismo sistema electoral desalienta la ambición y promueve un espíritu de servicio. Si la comunidad notase alguna ambición de poder en un miembro del consejo de gobierno, lo más probable es que no vuelva a ser elegido al año siguiente. Históricamente, las pocas personas que han persistido en sus intentos de crear divisiones para constituirse en líderes, han terminado excluyéndose de la comunidad.

En segundo lugar, no hay ninguna esperaza de ganancia material como resultado de la participación en las actividades. No hay ningún clero en la Comunidad Bahá'í, ni personas que puedan hacer del servicio a la Causa una profesión. Por supuesto, a veces se contratan profesionales para trabajos puntuales – secretaría, construcción, mantenimiento, etc. – sin necesidad de que para ello sean bahá'ís, pero la mayor parte del trabajo de la Comunidad se realiza en forma voluntaria. Algún bahá'í que se dedique a tiempo completo o parcial y por período limitado, a algún proyecto o función que así lo exija, recibe un estipendio que cubre sus necesidades en caso de necesitarlo, pero no se trata de un sueldo. Tampoco se les cobra a quienes se benefician de las diversas actividades. Los fondos bahá'ís se alimentan de los aportes voluntarios y secretos de los miembros de la comunidad y son administrados por los consejos de gobierno para financiar las actividades que lo requieran.

En cuanto a la comunidad organizada, ya sea a nivel local, nacional o mundial, está claro para sus miembros que no existe para promover o defender los intereses personales de éstos. El mandato de sus consejos directivos es que se consideren los “Fideicomisarios del Misericordioso” de toda la humanidad. Los proyectos de desarrollo socioeconómico organizados por estos consejos, no son orientados al avance de los bahá'ís a exclusión de los demás, ni como medio para lograr la conversión de sus beneficiarios no bahá'ís, sino como un servicio por parte de la Comunidad a la colectividad más amplia. La gran mayoría de los participantes en sus actividades educativas, por ejemplo, no son miembros de la Comunidad Bahá'í (CUJ 1989: 3). En cuanto a los ingresos, tampoco se reciben aportes a los fondos bahá'ís de fuentes no bahá'ís, evitando así que la Causa sea comprometida y desviada por intereses creados.

En resumen, no existe ningún incentivo para expandir la membresía con la finalidad de aumentar el poder y las ganancias personales de algún líder. ¿Qué es, entonces, lo que motiva su expansión y crecimiento? El propósito explícito es la creación de comunidades cuyos números lleguen a una masa crítica necesaria para que se generen las dinámicas comunitarias sirvan de modelo para el aprendizaje colectivo sobre cómo se aplican las enseñanzas de Bahá’u’lláh en la práctica. Mientras no se llegue a dicha masa crítica, pueden haber individuos muy dedicados, comunidades bien organizadas e instituciones perfectamente establecidas, pero no arrancan los procesos orgánicos observados en comunidades más numerosas, necesarios para realmente observar en acción la mayoría de las enseñanzas sociales de Bahá’u’lláh.

Ahora bien, es difícil afirmar que ninguno de estos intereses personales pasa siquiera por la mente de individuo bahá'í alguno. Muchos bahá'ís han tenido la experiencia de darse cuenta de que no todos sus actos en el seno de la Comunidad eran absolutamente desinteresados, viéndose en la necesidad de esforzarse por “purificar los motivos de su conducta”. Lo que sí se puede afirmar es que dicha Comunidad está estructurada de tal manera que no alienta la ambición de poder político y económico, sino que lo desalienta.

Para quienes están convencidos de los supuestos del conflicto como motor de la historia, de la lucha por el poder como sine qua non de la vida colectiva y del ser humano como un animal agresivo y egoísta, resulta difícil aceptar que pueda existir una comunidad cuyo único propósito es sacrificarse por el avance de la humanidad como un todo. Es importante mantener presente el hecho de que la realidad siempre desborda y es más rica que su análisis. Quizás a medida que los cientistas sociales analicen desapasionada y desprejuiciadamente la Comunidad Bahá'í, encuentren motivos empíricos para cuestionar varios de los supuestos básicos que subyacen en algunos de sus teorías fundacionales, originadas en la Europa de los siglos 18 y 19.

6. Contexto Histórico:

Según Touraine, no se puede entender a una sociedad a partir de sus estructuras y situaciones actuales, pues éstas son el fruto de las relaciones sociales, en las que la situación coyuntural es apenas un momento. Las sociedades actuales constituyen el fruto de estas acciones creadoras de sentido. El contexto resultante es de vital importancia para todo movimiento social, pues lo obliga a cambiar o morir. Para comprender a un movimiento social, es necesario conocer su marco histórico. Por un lado, hay que preguntar por su sentido de misión o proyecto histórico: de qué manera percibe el pasado, presente y futuro de la sociedad y su rol en ese proceso.

Por otro lado, es igualmente imperativo saber qué factores históricos facilitaron o dificultaron el surgimiento del movimiento. Pues el contexto provee un motivo o disparador para su nacimiento, así como elementos para su éxito o fracaso. Por ejemplo, su incidencia social depende de factores como la receptividad de la sociedad y el nivel de apertura del gobierno. Una sociedad se vuelve más receptiva al cambio cuando sufre en carne propia las consecuencias de la inoperancia de los sistemas anteriores. Por su parte, el autoritarismo es poco permisivo hacia la formación de movimientos sociales, mientras que en la democracia, el derecho al conflicto que lo legitima. Mientras más tolerante sea una sociedad ante la protesta, más protesta suele haber: cuando cayó la URSS, por ejemplo, se produjo una gran efervescencia de movimientos sociales.

En el caso de la Comunidad Bahá'í, hay dos puntos de referencia de potencial interés. Obviamente, es interesante conocer la coyuntura histórica de Irán y del Imperio Otomano a mediados del siglo 19, siendo ésta la cuna inmediata de este movimiento. Habían llegado a su punto más bajo y vergonzoso de corrupción y decadencia, mientras surgía una efervescencia de expectación mesiánica, tanto entre las mayorías musulmanas, como entre las minorías judías, cristianas, sabeas y zoroastrianas.

Empero, quizás de mayor relevancia sea comprender lo que pasaba a nivel mundial, pues ha sido principalmente bajo una visión planetaria, no localista, que plasmó sus enseñanzas Bahá’u’lláh, y que ha trabajado durante más de 160 años la comunidad que lleva su nombre. Además de bibliotecas llenas de estudios por no bahá'ís, existen numerosos análisis bahá'ís de la situación mundial de mediados del siglo 18 y más recientemente,[8] desde la apreciación de Bahá’u’lláh de que: “Los vientos de la desesperación, lamentablemente, soplan desde todas direcciones y la contienda que divide y aflige a la raza humana crece día a día. Los signos de convulsiones y caos inminentes pueden discernirse ahora, por cuanto el orden prevaleciente resulta ser deplorablemente defectuoso”.

¿Cuáles eran las características de ese “orden prevaleciente”? Para ser breve, se pueden resumir como sigue. En lo político, había pasado su clímax e iniciaba su fase decadente el proceso de subyugación y colonización del mundo por parte de los poderes imperialistas europeos, iniciándose un proceso de formación de naciones independientes que llegó a su cima recién a mediados del siglo 20. En lo económico, se consolidaba un sistema capitalista industrial que – según el acertado análisis de Karl Marx,[9] contemporáneo de Bahá’u’lláh – concentraba cada vez más recursos en cada vez menos manos, tornando en extremo inestable y peligrosamente volátil la economía mundial, situación que ha sido aplazada mas no resuelta por una sucesión de reformas estructurales hasta el presente.

En lo social, la gente gemía bajo el peso de un sistema ultra-jerárquico y en extremo vertical, caracterizado por una cadena de relaciones de dominación – sumisión que aplastaba al espíritu humano y privaba al colectivo de gran parte de los valiosos aportes que podría haber hecho cada sector e individuo. El mundo científico yacía estancado en la esterilidad de una visión positivista, mecanicista, materialista, determinista y reduccionista del mundo,[10] mientras que la religión había abandonado su misión reformadora de la vida humana, había decaído en el craso sectarismo de pugnas entre jerarquías eclesiásticas politizadas y comenzaba a ser cuestionada seriamente como potencial actor social por grandes pensadores de la época.

Para no entrar en análisis más detallados, lo cual extendería demasiado este pequeño ensayo, se puede concluir que había llegado aquel momento más oscuro y frío de la noche que, según la visión histórica de Bahá’u’lláh, ha precedido el amanecer de cada uno de los grandes movimientos religiosos que, a lo largo de la historia, ha dado renovado impulso al proceso creativo de la educación y civilización de la raza humana.[11] El mundo estaba preparado para comenzar a explorar nuevas avenidas de pensamiento y acción colectivos, radicalmente distintas a cualquier cosa que había concebido hasta ese entonces. Desde luego, futuros estudiosos de la Comunidad Bahá'í como movimiento social querrán explorar su relación con este contexto en mayor detalle. También será necesario comparar los análisis históricos que hace esta comunidad con los de otras tendencias, así como contextualizar su accionar de acuerdo con éstos.

7. El Conflicto:

Un elemento del análisis contextual de los movimientos sociales que ha cobrado mucha popularidad entre los cientistas sociales es la polarización de posiciones ante determinadas condiciones o situaciones y el consecuente surgimiento de conflictos entre dos o más oponentes. Parece obvio que al menos algunos movimientos sociales se articulan en torno a conflictos sociales, pero hay quienes opinan que siempre es así y que el conflicto social es el semillero donde se gesta todo movimiento social. Argumentan que la defensa de toda causa implica la polarización de ideas, reivindicaciones y acciones frente a uno o varios oponentes, contrincantes o adversarios, así como la confrontación de estos polos en un intento por vencer al otro para lograr su propósito. Puede constituirse la controversia alrededor de intereses materiales, en torno a valores como la justicia, la igualdad, etc., o disputándose la capacidad de definir o dar sentido a la sociedad o a la época, pues todo movimiento social existe en función del futuro: de dar dirección social a la historicidad.

El conflicto es analizado no sólo como ley social inevitable, sino también como estrategia para afianzar la identidad y aumentar el atractivo de un movimiento. El saber claramente a favor y en contra de qué o de quiénes está un movimiento social, aclara su identidad para propios y ajenos. Por ejemplo, el movimiento ecologista está claramente en contra del mundo no verde y malsano y a favor de un mundo verde y sano, permitiendo así a las personas decidir en qué lado de la pugna desean estar. Mientras más legítimo sea el adversario, más legítimo será el movimiento social. Por ello, incluso donde no existe un adversario, a veces se crea uno con el propósito de contar con un punto focal que concentre la atención de los actores (es decir, una “cabeza de turco”). Sin embargo, a la vez se reconoce que demasiada polarización lleva al conflicto violento, confrontación, crisis, y que los presos de la crisis se concentran en la lucha y no en sus propuestas.

¿Es el conflicto social un elemento de análisis aplicable al Movimiento Bahá'í? Por una parte, su trabajo es visto por sus miembros, no como la reivindicación de intereses personales o grupales, sino más bien como un aporte positivo en servicio desinteresado a la humanidad toda. Por otra parte, no se puede negar que todo cambio implica dejar de pensar y actuar de una manera determinada para comenzar a pensar y actuar en forma distinta, lo cual puede dar lugar a un conflicto a nivel de ideas y/o acciones. Incluso, en la Comunidad Bahá'í se acepta como positivo el fomento de una dialéctica a nivel conceptual: “del choque de distintas opiniones nace la chispa de la verdad”. Dichos choques, de no manejarse correctamente, podrían concebiblemente decaer en disputas entre personas y/o grupos.

Como ilustración de este enfoque, en el Movimiento Bahá'í existe el concepto un proceso simultáneo de decaimiento de un viejo mundo y construcción de un mundo nuevo. Se suele emplear la analogía de una casa vieja que se derrumba y otra nueva que se edifica. En este proceso hay cuatro clases de personas: (1) quienes intentan reparar la vieja casa; (2) quienes procuran acelerar su derrumbamiento; (3) quienes se esfuerzan por construir la nueva casa; y (4) los espectadores pasivos de todas estas actividades. Para los Bahá'ís, los primeros pueden ser muy sinceros y aliviar mucho sufrimiento, pero esta actividad no constituiría el uso más estratégico de los limitados recursos bahá'ís. El colaborar con los segundos sería no sólo cruel sino además infructuoso si no se tiene preparada una alternativa. Un Bahá'í consideraría importante dedicar todas sus energías a la tercera opción y procurar no ser de los cuartos, pero en todo caso evitaría la pugna con los otros tres.

Obviamente, existen aspectos del discurso bahá'í que sí entran en conflicto directo con el estatus quo. Por ejemplo, los principios fundamentales de la educación universal y la libre investigación de la verdad como derecho y responsabilidad de cada individuo, entra en confrontación directa con el ‘oscurantismo’ del control de las conciencias de las masas y la oposición a nuevas ideas, lo cual podría despertar la animadversión de determinados sectores. De hecho, la Comunidad Bahá'í ya ha sido sujeta de oposición por parte de grupos que la han percibido, ya sea como una amenaza a su poder o como una oportunidad para aumentar su poder, utilizándola como “cabeza de turco”. Tal es el caso de su cruenta persecución a manos del clero musulmán persa durante la segunda mitad del siglo 19;[12] y, más recientemente, el genocidio perpetrado contra la comunidad por la Revolución Islámica de Irán (CUJ 1994).[13]

Sin embargo, las enseñanzas de Bahá’u’lláh rechazan categóricamente el conflicto entre individuos o grupos como medio para el avance de la sociedad. La contienda es vista como fuente de numerosos males y los miembros son advertidos contra el uso de la fuerza física al igual que la confrontación intelectual como medio para propagar su Causa, siendo aconsejados a “no entrar en disputas, ni siquiera con el diablo”. Por tanto, la respuesta de la Comunidad Bahá'í ante actos de agresión ha sido evitar todo acto de confrontación, cumplir con toda exigencia gubernamental que no implique la negación de su Fe,[14] apelar su caso a través de los canales oficiales a nivel nacional e internacional, y devolver amor por odio. Quizás el dilema inmediato se pueda resolver considerando que, no es la presencia o ausencia de conflictos lo que está en cuestión, sino la manera de tratarlos. Sin embargo, a un nivel más profundo, la existencia misma de la Comunidad Bahá'í constituye un llamado a los cientistas sociales a rever aquellas teorías que colocan al conflicto en una posición preeminente como sine qua non de toda dinámica social y motor mismo de la historia.

De hecho, los conceptos tradicionales del poder, como algo que sirve para imponer la voluntad de unos en otros, va perdiendo prestigio, legitimidad y fuerza en el mundo. La gente se pregunta cada vez más si la definición de política como pugna de poderes seguirá como referente, o si habrá otras formas de tomar decisiones. Existe la búsqueda de modelos que no se basen en el poder político sino en otros conceptos como el poder del conocimiento, el poder de la unidad y el poder de la buena voluntad para lograr el bienestar de la colectividad. Por ejemplo, en la relación patrono-empleado, los conflictos laborales de tipo ganar-perder, o de suma cero, ya no constituyen un método aceptado para lograr avances, sino la negociación de acuerdos donde todos ganan, o de suma positiva. Para hacer avanzar este proceso, faltan estudios que rescaten referentes éticos de lo que es un buen dirigente, empresario, servidor público.

8. Ciclos Evolutivos:

Hay diferentes fases o secuencias de tiempo en la historia; y un movimiento social no es menos cíclico. Tiene sus dinámicas internas y externas, así como coyunturas que favorecen o dificultan su desarrollo. Uno de los elementos que diferencian a un movimiento social de una simple acción colectiva es su trayectoria, su duración en el tiempo, con un hilo conductor identificable. Para lograr mayor éxito, debe tener cierta duración o permanencia. Sin embargo, la naturaleza evolutiva y cíclica de los fenómenos sociales determina que ningún movimiento puede durar indefinidamente en el tiempo; de hecho, la mayoría son de corta duración.

Según la sociología de los movimientos sociales, éstos tienen una primera etapa de surgimiento en la que deben luchar con la escasez de recursos, la reticencia de la sociedad y la oposición del estatus quo. Luego viene la edad dorada cuando se evidencia su mayor influencia social y capacidad económica, pero ya comienzan a presentarse los primeros síntomas de anquilosamiento. Por último llega su período de declinación, en el que se vuelven defensivos y poco dispuestos a cambiarse para adaptar a nuevas circunstancias. Su reconocimiento como movimientos bien establecidos e influyentes es causante de una serie de crisis, pues mientras más legitimidad cobran, mayores riesgos suelen tomar. Eventualmente se agotan, son reemplazados por otros y luego renacen y regresan en un contexto distinto y con nuevos significados.

Una estrategia de supervivencia es asegurar que sus diversos factores avancen con los ciclos históricos, que cambien con el tiempo y se adapten a cada nueva coyuntura, modificando constantemente su dirección y cubriendo progresivamente diferentes poblaciones-meta. De este modo, un movimiento social fuerte y saludable no puede ser igual de principio a fin; todo puede cambiar: objetivos, actores, acciones, stake, e incluso la misma alteridad. Últimamente los ciclos se han vuelto cada vez más cortos y los intereses grupales más inmediatistas, haciendo que movimientos de una sola propuesta pronto se queden obsoletos, como fue el caso del sindicalismo. Otra estrategia de supervivencia, por tanto, es la diversificación, lanzando 20 a 30 propuestas a la vez con múltiples acciones a varios niveles. Esto tiene el beneficio adicional de atraer a varios sectores objetivo simultáneamente. Un peligro que esto plantea, no obstante, es que mientras más amplio sea el discurso, más inconsistencias suelen encontrarse entre éste y la práctica, lo cual puede restar legitimidad al movimiento.

El Movimiento Bahá'í reconoce la naturaleza cíclica de los fenómenos sociales. Un excelente ejemplo de ello es su concepto de la “Revelación Progresiva” según el cual las grandes religiones universales del mundo han tenido su proceso de nacimiento, desarrollo, madurez y declinación. Esto hecho hace necesario que sean renovadas en cada “era” de aproximadamente 500 a 1000 años, con una nueva Revelación Divina a través de un nuevo Mensajero Divino, para que no se detenga el gran proceso de educación y civilización de la raza humana, al cual todas ellas han constituido un aporte. Sólo la estrechez de la mente humana ha podido imaginar que estas diferentes Dispensaciones o Eras en el proceso histórico hayan representado de alguna manera religiones contrapuestas unas a otras.

La Dispensación de Bahá’u’lláh no es la excepción a esta esquema histórica. La “Era Bahá'í” es dividida en: (1) la Edad Heroica o Apostólica (1844 a 1921), que abarcó los ministerios de El Báb, Bahá’u’lláh y ‘Abdu’l-Bahá, durante la cual se arraigó esta Comunidad en el mundo a costo de enormes sacrificios personales; (2) la Edad Formativa o de Transición, desde el inicio del Ministerio de Shoghi Effendi hasta la fecha, cuyo rasgo distintivo es la consolidación del Orden Administrativo Bahá'í; y (3) la futura Edad de Oro, que representará la “consumación de esta Dispensación gloriosa”, el “establecimiento de la Más Grande Paz” y el “nacimiento y eflorescencia de una civilización mundial” (CUJ, 1986).

Cada una de estas Edades se divide en varias Épocas, a modo de peldaños desde una Edad a otra; y cada Época se desglosa en diversos Planes de duración variable. Por ejemplo, la Comunidad Bahá'í se encuentra actualmente (2005) en el primer Plan de Cinco Años de la Cuarta Época de la Edad Formativa. Esta consciencia entre los Bahá'ís en todo el planeta, de estar participando al unísono en un mismo proceso histórico que se extiende por igual hacia el pasado como hacia el futuro, inspira y orienta su labor en servicio a este Movimiento.

Otro concepto bahá'í que cabe mencionar dentro de esta sección es el de ciclos alternantes de crisis y victoria, como una “serie de pulsaciones” que lleva a la Comunidad Bahá'í cada vez más cerca de su destino, a raíz de “procesos que, dentro y fuera de [ésta], acompañan su surgimiento progresivo en el mundo”. Por ejemplo, como resultado de los sacrificios indescriptibles de los bahá'ís perseguidos en Irán, se aceleraba el proceso de surgimiento de la Comunidad ante la atención pública mundial. A su vez, este entendimiento de los procesos históricos que están en juego, tiene el efecto de que los Bahá'ís “no se permitan, ni siquiera por un instante, ser perturbados por la oposición a la Causa”, sino que “acrecientan su percepción del poder inherente en [la misma] para sobrellevar cualquier obstáculo que pueda amenazar su progreso” y, armados con este conocimiento, “aprovechar las oportunidades que surjan y abrazar los desafíos”. (CUJ 1988: 7-8)

En cuanto a la adaptación a los cambios en el contexto, el Movimiento Bahá'í es un caso peculiar, por cuanto desde sus inicios contenía en los escritos seminales de Bahá’u’lláh prácticamente todas las problemáticas sociales que sólo décadas más tarde llegarían a estar “de moda”. Por ende, lejos de desactualizarse su mensaje con el transcurrir del tiempo, ha cobrado cada vez más vigencia. De continuarse esta tendencia, se podría suponer que aún lleva en su seno las semillas de futuras temáticas sociales que todavía no son tomadas en cuenta por otros movimientos sociales y de cuya relevancia los mismos bahá'ís no se han percatado. Por otra parte, la naturaleza singular del Orden Administrativo Bahá'í es tal que fomenta una gran flexibilidad y adaptabilidad en la aplicación de estas enseñanzas al ajuste ante los constantes cambios internos y externos de contexto y coyuntura histórica. Hacen falta estudios sociológicos de la forma como estos diferentes conceptos y realidades conjugan en las dinámicas sociales al interior del Movimiento Bahá'í y en relación con su entorno.

9. Influencia en la Sociedad:

Sin impacto, no hay movimiento social, pues su éxito no se produce por el mero hecho de organizar acciones colectivas o levantar protestas públicas, sino cuando sus propuestas y acciones son apropiadas y trabajadas por otros sectores. Toma fuerza cuando repercute en el proceder y los valores de la gente. Tiene que llegar a los comportamientos, modos de ser, creencias, orientaciones y actitudes personales; de otra forma, no se puede decir que ha tenido éxito. El peso de un movimiento social depende especialmente de su extensión hacia los sectores populares. La reproducción y renovación de la sociedad se da a nivel de la vida cotidiana, consciente o inconscientemente, mediante millones de actos aparentemente insignificantes, pues ante todo somos cultura. Este ha sido el caso, por ejemplo, del movimiento de derechos civiles, ecologista, de liberación femenina, etc.

Una vez logrado este cambio de concepciones y de cultura, es posible abordar el asunto de modificar el sistema, pues además de influir en la forma de pensar y actuar de los individuos, eventualmente todo movimiento social tiende hacia cambios estructurales en la sociedad, prácticas democráticas, de decisión, nuevas políticas. La mayoría de movimientos sociales terminan en reformas institucionales: se crean nuevas leyes, nuevos reglamentos y despachos ante cada problema que va surgiendo. Obviamente, para el Movimiento Bahá'í es deseable que sus principios se encarnen en la legislación e institucionalidad de todos los países, en el fortalecimiento del concepto de gobierno local y en la formación de una federación mundial de naciones con su propio sistema legal y gobierno. Sin embargo, el hecho de que este no sea el fin último de su visión está claro en su descripción como la “paz menor” o “paz política”, mientras que el propósito más elevado del Movimiento Bahá'í es establecer una “paz mayor” o “más grande paz”. Citando nuevamente la Casa Universal de Justicia (1985: 25)

La fuente del optimismo que sentimos es una visión que trasciende el cese de la guerra y la creación de organismos de cooperación internacional. La paz permanente entre las naciones es una etapa esencial, pero no es – según proclama Bahá'u'lláh – la meta final del desarrollo social de la humanidad. Más allá del armisticio inicial impuesto al mundo por el temor a un holocausto nuclear, más allá de la paz política introducida a la fuerza por naciones rivales y desconfiadas, más allá de acuerdos pragmáticos para la seguridad y la coexistencia, incluso más allá de los muchos experimentos de cooperación que tales pasos harán posibles, se halla la meta final: la unificación de todos los pueblos del mundo en una familia universal.

Bajo la lógica civilista, de apertura y asimilación, a veces se incorpora a los actores en sí, y en otros casos sólo a sus causas, pero el efecto en ambos casos se evidencia en consecuencia una pérdida de fuerza del movimiento. Precisamente un aspecto del éxito de la Comunidad Bahá'í reside en la medida que ha podido resistirse a la tendencia a ser absorbida por el sistema predominante, para poder seguir ofreciéndose, con cada vez mayor fuerza, como un modelo alternativo, susceptible a ser estudiado y emulado por otros. Esto se ha logrado por varios medios, incluyendo entre otros la exigencia a abandonar la membresía en otros grupos religiosos o políticos al unirse a esta comunidad, el hecho de no aceptar fondos externos, de no participar en la política partidista y pugna de poderes y, especialmente, de no constituir una sola mega-organización centralizada y burocratizada, sino una red cuidadosamente tejida de organizaciones locales, regionales y nacionales, a la vez autónomas y coordinadas.

Las acciones colectivas exitosas convierten a una organización en interlocutora pública y es tomada más en cuenta por los organismos gubernamentales. Mientras más constituye interlocutora, más influencia tiene; y mientras más espacio público gana, más creíble es para la gente. Esto fortalece su identidad, pues el reconocimiento como organización legítima la convierte en ‘referente’ para la gente. Un estudio de la Comunidad Bahá'í en cuanto movimiento social haría bien en analizar bajo qué circunstancias y en qué medida se ha convertido en interlocutor y ha ganado espacios públicos como referente legítimo. Por ejemplo, en algunos lugares del mundo los gobiernos y agencias internacionales han solicitado su ayuda para la distribución de ayuda humanitaria, debido a su reputación de honradez y servicio. Adicionalmente, ha llegado a ser reconocida como ejemplar en su calidad de ONG internacional con “estatus consultivo” ante varias agencias de las Naciones Unidas, siendo buscada para orientar a las nuevas ONGs que llegan a esa posición.

Se dice que no hay nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado; y también que las ideas suelen pasar por tres etapas: primero la gente se burla de ellas o no las da importancia; después, al demostrar cierta influencia, son tenazmente perseguidas; finalmente, son aceptadas por todos como algo muy natural. Se ha visto como las Enseñanzas de Bahá’u’lláh, y en especial sus principios sociales, han pasado por estas mismas etapas. ¿Será que el mundo las ha asumido debido a los esfuerzos de la Comunidad Bahá'í por diseminarlas, o es el resultado del empeño de otros movimientos sociales con principios afines a los nuestros? ¿O son simplemente ideas cuyo momento llegó? Nos gustaría pensar que es lo primero, pero lo más probable es que sea una combinación de las tres. Futuros estudios serán necesarios para aclarar el grado al cual el Movimiento Bahá'í ha sido instrumental en modificar la situación social fuera de sus propias comunidades.

10. Conclusión:

En su afán por promover las enseñanzas de Bahá’u’lláh y su aplicabilidad al quehacer humano, la mayoría de estudiosos bahá'ís se han dedicado a construir puentes conceptuales entre los problemas e inquietudes del mundo actual por una parte y dichas enseñanzas por otra. Sin embargo, pocos se han propuesto un estudio sociológico de la Comunidad Bahá'í en sí, de sus estructuras, sus acciones y sus efectos, desde un plano ‘objetivo’ y no promocional. Este vacío podría llenarse en parte mediante mayores análisis que procuren mantener clara la relación entre ideología y hechos, entre valores y comportamientos. Pues aunque es cierto que los actos humanos son orientados por las ideas, no es menos cierto que el pensamiento no define a los sucesos. Por tanto, el principal objetivo de dichas investigaciones debería ser los acontecimientos; y no los preceptos como tales, sino en tanto y cuanto constituyen ellos mismos casos de análisis. Tampoco se puede suponer automáticamente que los cambios sean un efecto de las orientaciones o posiciones del movimiento, sino que se ha de indagar precisamente la relación causa–efecto.

Una de las oportunidades que ofrece el estudio de la Comunidad Bahá'í es la posibilidad de trascender un enfoque analítico que va de las teorías a los hechos, para tomar un enfoque más empírico que pasa de unos hechos inusitados a la construcción de nuevas teorías. Sin embargo, dicho estudio tampoco debe restringirse a la aprehensión de tales hechos bajo una lógica puramente empiricista, sino incluir un análisis comprehensivo que busque los significados detrás de lo descriptivo. Pues somos ante todo cultura y actuamos en función de nuestras concepciones y orientaciones. El hecho de que cada sociedad constituye un mundo cultural aparte, debe inspirar a quienes emprendan tal estudio a no limitarse a los elementos de análisis comunes entre los cientistas sociales, sino también estudiar el Movimiento Bahá'í bajo la lupa de sus propios criterios, que en algunos casos podrán resultar muy diferentes de los acostumbrados en las tradiciones de corte europea en las ciencias sociales.

Para cumplir a cabalidad con su cometido, estos análisis también deberán distinguir entre lo individual y lo colectivo, lo coyuntural y lo evolutivo en el Movimiento Bahá'í. ¿Existen dinámicas y ciclos observables empíricamente? Es necesario captar los fenómenos a largo plazo, no ceder ante la tendencia a lo inmediato, lo cortoplacista. Como con todo, el Movimiento Bahá'í no es cuestión del momento, sino parte de un proceso histórico, el en cual los hechos inmediatos no son necesariamente indicadores del futuro. Todo movimiento social implica un cambio constante – tanto por los procesos evolutivos que se producen en su interior, como por los cambios constantes en su entorno – algunos como efecto de su actuar y otros que lo obligan a adaptarse.

Vivimos en una época de procesos históricos acelerados, de ciclos cada vez más cortos y de cambios cada vez más grandes y rápidos. ¿Hacia dónde nos lleva este proceso? ¿En qué tipo de época entramos? ¿Qué está pasando ahora y qué pasará al corto, mediano y largo plazo? ¿Qué indicios hay de una nueva sociedad que se construye? Quizás un análisis sociológico la Comunidad Bahá'í, en tanto y cuanto movimiento social, podrá ayudar a hallar respuestas a estas preguntas.


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NOTAS

1. Aparte de unas pocas referencias, el presente ensayo presupone que el lector está familiarizado con lo básico de la historia, estructura y preceptos de la Comunidad Bahá'í. De no ser éste el caso, véase: www.bahaifaith.com.

2. Profeta–Fundador de la Comunidad Bahá'í, nació en Persia (ahora Irán) en 1812 y falleció en la ciudad–prisión de Akká (en el actual Israel) en 1892, luego de 40 años de exilio y persecución a causa de sus enseñanzas.

3. Dato de 1985. En la actualidad son más de 6 millones.

4. A saber, Asambleas Locales, Consejos Regionales, Asambleas Nacionales y la Casa de Justicia.

5. Específicamente, el Centro Internacional de Enseñanza, los Cuerpos Continentales de Consejeros, sus Cuerpos Auxiliares, y los Ayudantes de éstos.

6. Estos incluyen “Fiestas de 19 Días” (mensuales, a nivel local), “Eventos de Reflexión” (trimestrales, por agrupación), “Reuniones Interinstitucionales” (semestrales, a nivel nacional), Convenciones de Distrito y Nacionales cada año y Convención Internacional cada 5 años, entre otros eventos varios.

7. “Reconquista” y no meramente “conquista”, por considerarla parte íntegra de un proceso histórico que se cuenta en miles, no decenas ni cientos, de años.

8. Véase p.ej. la impactante serie de “Cartas del Nuevo Orden Mundial” por Shoghi Effendi y el excelente análisis de la historia del siglo 20 titulado “El Siglo de la Luz”, comisionada por la Casa Universal de Justicia.

9. Hay que reconocer como brillante su crítica del sistema, por más desacertadas – incluso descabelladas – que fueron las medidas que propuso para su corrección. En contraste, las propuestas de Bahá’u’lláh no fueron traducidas en ideología política durante su vida y recién en las últimas décadas han comenzado a surgir como novedades en las ciencias económicas y políticas.

10. En 1844, la Oficina de Patentes de los Estados Unidos se encontraba a punto de cerrar sus puertas, so pretexto de que prácticamente todo artefacto de valor ya había sido inventado y que cualquier invento nuevo sería apenas una modificación de los anteriores, lo cual no justificaba mantener vigente el sistema de patentes.

11. Esta visión es corroborado por el historiador decimonónico Arnold Tolstoy, cuyas teorías sobre el surgimiento y decaimiento de las civilizaciones no recibieron mayor atención por discrepar con las principales corrientes que estaban y siguen estando de moda en el mundo occidental.

12. Se estima que más de 20.000 fueron ejecutados en Persia durante este período por causa de sus convicciones.

13. El término genocidio es el utilizado por la misma ONU para caracterizar los intentos sistemáticos del Gobierno Revolucionario Islámico de Irán por desarraigar a esta comunidad de su país cuna.

14. Por ejemplo, cuando el Gobierno Revolucionario Islámico de Irán decretó como ilegales las organizaciones administrativas bahá'ís en ese país, éstas fueron inmediatamente desbandadas por la misma comunidad hasta que puedan restablecerse con la venia de las autoridades.

15. Las citas en castellano de las referencias en inglés han sido traducidas provisionalmente por el presente autor.

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