El ‘esencialismo’ consiste en asignar ciertas características a todos los miembros de un grupo, independiente de su contexto. Considera a estos rasgos como permanentes, inalterables y eternos, aunque no se hayan manifestado aún por falta de desarrollo o de oportunidad para expresarse. La esencialización nos atribuye características o propiedades que todo ser humano debe necesariamente poseer.
Ahora sabemos que la ciencia no apoya la esencialización del comportamiento humano. Nuestros actos no están programados en el ADN, sino que son producto de la crianza, educación y socialización, por una parte, y del esfuerzo de cada uno por alinear sus actos con los principios que ha escogido para su vida, por otra. Nuestra genética únicamente nos provee las herramientas biológicas necesarias para poder aprender, decidir y actuar.
Tampoco es adecuado esencializar al hombre en términos de maldad o bondad absoluta. Si hemos de ser consecuentes con la realidad, no debemos caer en ninguno de los dos extremos. El ser humano es capaz y responsable de decidir si se comporta de manera avaro o generoso, agresivo o tierno, conflictivo o colaborador en cada situación. Esta libertad para decidir abre la posibilidad de generar el mundo que deseamos.
A pesar de esto, han quedado algunos modelos mentales como rezagos de siglos pasados, que no han sido superados del todo en la sociedad actual. Esto se debe en parte a que la esencialización sirve para justificar el comportamiento, lo cual nos excusa de tener que cambiarlo. Si actuamos en forma violenta, decimos que es la naturaleza humana. Si mentimos, engañamos y robamos, echamos la culpa a nuestros genes. Si una civilización supuestamente avanzada comete actos de impensable barbarie, es debido a nuestra herencia animal, sobre la cual no tenemos control.
Tales argumentos han servido para justificar no sólo actitudes violentas y conflictivas, sino toda clase de errores, abusos y crímenes, desde los conflictos cotidianos entre vecinos, pasando por la competición desleal entre empresas y la pugna partidista por el poder, hasta las guerras internacionales y el genocidio de grupos raciales y étnicos.
La ‘desesencialización’ del comportamiento humano exige el cambio de este modelo mental, reconociendo que somos capaces de escoger nuestras respuestas ante el mundo. El responsabilizar a una supuesta ‘esencia’ o ‘naturaleza’ por nuestros errores constituye un pretexto elaborado con el fin de evadir los sentimientos de culpa y la necesidad de cambio.
“Algunas cosas dependen del libre albedrío del hombre, tales como la justicia, la equidad, la tiranía y la injusticia, en otras palabras, las buenas y malas obras… Puede tornarse en un bienhechor amante del mundo, en una luz incandescente encendida por el fuego del amor a Dios, o bien odiar al género humano y dejarse absorber por las cosas materiales. Puede ser justo o cruel. Semejantes actos y obras están sujetos a la voluntad del hombre mismo y de ahí su responsabilidad ante ellos”. (‘Abdu'l-Bahá)[i]
Referencia:
[i]. 'Abdu'l-Bahá. Contestaciones a unas Preguntas. Terrasa: Editorial Bahá'í de España, 1994, pp. 302-303.
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