En el presente ensayo se analiza diversos aspectos del sistema administrativo baha'i en búsqueda de aprendizajes aplicables a otras organizaciones. Se incluye elementos como centralización versus descentralización, gestión del cambio, toma colectiva de decisiones, gobierno versus oposición, candidaturas y elecciones, autoridad versus poder, uniformidad versus diversidad, participación universal y el factor humano, entre otros asuntos.
1. Más allá de lo
nacional: centralización y descentralización
Existe actualmente en el
mundo entero, una excesiva centralización del gobierno a nivel nacional, herencia
de una época colonial en que las potencias concentraban su control sobre el
capital y la toma de decisiones. Este modelo ha sido mantenido, ya sea por
motivos de poder, convicción o inercia, durante la etapa que culmina, de la
formación de Estados independientes y soberanos. Sus actuales limitantes son
descritos sucintamente por el PNUD: “Hoy día el estado nacional es demasiado
pequeño para lo grande y demasiado grande para lo pequeño”.1 Es
decir, el modelo de la centralización económica y política a nivel nacional,
resulta en una maquinaria administrativa muy grande como para satisfacer las
necesidades locales y muy pequeña como para resolver los problemas
internacionales.
La confusión creada por
esta situación refleja gráficamente las palabras pronunciadas por Bahá'u'lláh hace
siglo y medio: “Los signos de convulsiones y caos inminentes pueden discernirse
ahora, por cuanto el orden prevaleciente resulta ser deplorablemente defectuoso”.2
Frente a esto, Bahá'u'lláh aconseja en efecto centralizar lo grande y
descentralizar lo pequeño: establecer un gobierno local en cada comunidad y una
federación universal de estados a nivel internacional. En cuanto al nivel
local, Él dice:
El Señor ha ordenado que
en cada ciudad sea establecida una Casa de Justicia en la que se reúnan
consejeros en el número de Bahá (9)… Incumbe que ellos sean los depositarios
del Misericordioso entre los hombres y se consideran a sí mismos como los
guardianes designados por Dios para todos los que moran en la tierra.3
Con referencia al nivel
internacional, leemos que:
Es necesario desarrollar
cierta forma de superestado mundial… [que] habrá de incluir en su órbita un poder
ejecutivo internacional con capacidad para hacer valer la autoridad suprema e
indiscutible en todo miembro recalcitrante de la mancomunidad: un parlamento
mundial cuyos miembros serán elegidos por el pueblo en su respectivos países y
cuya elección será confirmada por sus respectivos gobiernos; y un tribunal
supremo cuyos dictámenes tendrán efectos obligatorios aun en los casos en que
las partes interesadas no están voluntariamente de acuerdo en someter la
disputa a su consideración.4
Este principio de
centralización de lo macro y descentralización de lo micro, se aplica no sólo a
los gobiernos, sino a toda clase de organización. La experiencia de la
comunidad bahá'í en este sentido ha sido muy alentadora. Su sistema
administrativo comprende instituciones a nivel local, nacional e internacional,
cada una de las cuales ejerce una autoridad indiscutible dentro de su
respectiva jurisdicción. Los consejos nacionales “tienen el poder de dirigir,
unificar, coordinar y estimular las actividades tanto de los individuos como de
las asambleas locales de su jurisdicción. Descansan sobre la amplia base de
comunidades locales organizadas, siendo ellas mismas pilares que sostienen a la
institución”.5 Ésta a su vez es “directa y moralmente responsable si
permite que cualquier cuerpo o institución dentro de su jurisdicción abuse de
sus privilegios o se niega a ejercer sus derechos y privilegios y “es el único
lazo que une a estas comunidades” con el nivel internacional.6
Posiblemente los estados nacionales
no han tomado hasta ahora estas medidas ineludibles por temor a posibles
conflictos de autoridad, pero la experiencia bahá'í demuestra que,
correctamente organizado, “no puede haber conflicto de autoridad, ninguna
dualidad bajo ninguna forma o circunstancia en ninguna esfera de
jurisdicción... ya sea local, nacional o internacional”.7 Quienes
están a cargo de la creación de estas instituciones
deberían tratar de
mantener un equilibrio en forma tal que por una parte se evite los males de una
excesiva centralización que obstruye, confunde y a la larga desvaloriza los
servicios rendidos, y que por otra parte sean anulados definitivamente los
peligros de una total descentralización, con la resultante pérdida de autoridad
gubernativa en manos de los representantes nacionales”.8
2. Administración para el cambio
El logro de lo anterior requerirá
de profundos cambios: la creación de nuevas instituciones y la modificación de instituciones
existentes Sin embargo, con demasiada frecuencia se observa que el órgano rector
de una organización o institución se ha reducido a un mero instrumento para
mantener las cosas como están, evitando el cambio. Esto puede deberse a la
comodidad y la inercia, al temor al cambio, o al deseo de proteger una posición
de privilegio. El resultado es que la administración se enquista y Ia sociedad
se cristaliza, en desmedro de su capacidad para recrearse continuamente y
adaptarse con flexibilidad y agilidad ante las exigencias de un mundo en estado
de permanente transmutación.
Bahá'u'lláh nos incita a
percibir a la sociedad como un organismo vivo en continua evolución, cuyas
necesidades son siempre nuevas: “Considerad al mundo como el cuerpo humano
que... ha sufrido, por diversas causas, graves trastornos y enfermedades”.9
“Cada época tiene su propio problema... El remedio que el mundo necesita para sus
aflicciones actuales, no puede ser nunca el mismo que el que pueda requerir una
edad siguiente. Preocupaos fervientemente con las necesidades de la edad en que
vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requerimientos”.10
En la comunidad bahá'í, por
tanto, la administración se considera un instrumento de cambio social. Se
subraya “la naturaleza evolutiva del crecimiento y desarrollo de las
comunidades” y se convoca a sus miembros a tomar “medidas para alentar el
cambio en el seno de la comunidad” hacia nuevas direcciones positivas y
necesarias.11 Se busca una “expansión de pensamiento y de acción...
ya que el cambio, un cambio siempre más rápido, es una característica constante
de la vida en este momento”.12 Sin embargo, toda adaptación
institucional requiere un cambio simultáneo al interior de sus miembros:
La vida es una lucha
constante, no solamente contra las fuerzas que nos rodean, sino sobre todo, contra
nuestro propio “yo”. No podemos darnos por un instante el lujo de descansar sobre
nuestros remos ya que si lo hacemos, pronto nos veremos arrastrados nuevamente
corriente abajo. Muchos de los que se apartan... lo hacen porque han dejado de seguir
evolucionando. Se tornan satisfechos consigo mismos, o indiferentes...13
Esta continua
transmutación es una exigencia de la vida a todo nivel del quehacer humano. Quienes
se preocupan por el porvenir del género humano bien podrían ponderar este
consejo:
El llamado de Bahá'u'lláh
se dirige principalmente contra toda forma de localismo, contra toda estrechez y
prejuicio. Si ideales por tanto tiempo fomentados e instituciones por mucho
tiempo veneradas, si ciertas suposiciones sociales y fórmulas religiosas han
dejado de promover el bienestar de la mayoría de la humanidad, si ya no
satisfacen las necesidades de una humanidad en continua evolución, pues que
sean descartados y relegados al lugar que les corresponde a las doctrinas obsoletas
y olvidadas. ¿Por qué éstas han de quedar exentas del deterioro que
inevitablemente se apodera de toda institución humana en un mundo sujeto a Ia
inmutable ley del cambio y la decadencia? Pues las normas legales, las teorías
políticas y económicas han sido concebidas únicamente para salvaguardar los
intereses de la humanidad toda, y no para que ésta sea crucificada para preservar
la integridad de determinada ley o doctrina”.14
3. La “consulta” – toma
compartida de decisiones:
El cambio positivo
requiere de gestión compartida, pero lo más común es que la toma de decisiones
presente una de dos formas contraproducentes. En un extremo, el jefe, presidente,
u otra autoridad individual o colectiva, toma decisiones en forma unilateral e
inconsulta, y las impone de modo vertical en los demás. A veces la gente es “consultada”
sobre una decisión ya tomada, como un mecanismo para lograr su participación, pero
rara vez sus puntos de vista modifican la acción a tomarse. En el otro extremo,
los asuntos son “debatidos” entre todos, lo cual significa que cada cual defiende
una posición tomada antes de iniciar la sesión y se forman coaliciones a fin de
lograr una mayoría de votos, para que los resultados favorezcan los intereses creados
de un grupo limitado. Aunque sigan el procedimiento parlamentario, estas
sesiones suelen ser caracterizadas por pleitos, insultos y la inflamación de bajas
pasiones. En ambos casos, la decisión resultante es débil y muchas veces carente
de factibilidad por no haber sido enriquecida por los diversos aportes de todos
los afectados. Además, no es apoyada por quienes no participaron en el proceso,
pues no se sienten dueños de la decisión.
Bahá'u'lláh aconseja no
tomar paso alguno sin primero consultar ampliamente el asunto: “En todas las
cosas es necesaria la consulta”, pues “ningún bienestar ni felicidad se logrará
si no es a través de la consulta”. Es “uno de los más poderosos instrumentos conducentes
a la tranquilidad y a la felicidad de los pueblos”.15 Su uso
constituye una señal de maduración del grupo, pues “la consulta confiere mayor
comprensión y transmuta la conjetura en certeza. Es una luz brillante, la cual,
en un mundo oscuro, señala el camino y guía. Para todas las cosas existe y
continuará existiendo una posición de perfección y madurez. La madurez del don de
la comprensión se manifiesta a través de Ia consulta”.16 Por este motivo,
en el orden administrativo bahá'í existen diversos espacios de consulta, tanto
vertical como horizontal. Éstos incluyen reuniones mensuales a nivel local, convenciones
anuales a nivel regional y nacional, y una convención internacional cada cuatro
años. Además se emplean conferencias, talleres, boletines, etc. Por estos y otros
medios, cada miembro de la comunidad mundial bahá'í, niño o adulto, hombre o
mujer pobre o rico, blanco o negro, puede hacer llegar sus ideas, sugerencias, inquietudes,
etc. a todos los niveles e instancias administrativas.
Los métodos y técnicas que
se apliquen no son tan importantes como la actitud de quienes participan y el espíritu
que predomine en la consulta:
Los miembros deben realizar consultas en conjunto, de manera
que no surja ocasión alguna para enojos o discordia. Esto puede lograrse cuando
cada uno expresa su opinión y expone su argumento con absoluta libertad. Si
alguno se opusiera, de ninguna manera debería sentirse herido, pues el correcto
proceder no puede ser revelado hasta que los asuntos no sean ampliamente tratados.
La brillante chispa de la verdad sólo se manifiesta luego del choque de diferentes
opiniones. Si, después de la discusión, se aprueba una decisión por unanimidad,
ello está muy bien; pero si... surgieran diferencias de opinión, debe prevalecer
Ia voz de la mayoría.
La primera condición es observar armonía y amor absolutos entre
los miembros de la asamblea. Deben estar completamente libres de distanciamiento...,
por cuanto ellos son las olas de un mismo mar, las gotas de un mismo río, las
estrellas de un mismo firmamento, los rayos de un mismo sol, los árboles de un mismo
huerto, las flores de un mismo jardín. Si la armonía de pensamiento y la más absoluta
unidad no existieran, esa reunión sería dispersada y dicha asamblea quedaría reducida
a nada...
Deben proceder entonces con Ia mayor devoción, cortesía, dignidad,
cuidado y moderación al expresar sus puntos de vista. En todo asunto deben buscar
cuidadosamente la verdad y no insistir en sus propias opiniones, ya que la terquedad
y persistencia en el propio parecer llevarán en último término a la discordia y
disputa, y la verdad quedará oculta. Los honorables miembros deben expresar sus
propios pensamientos con absoluta libertad y no es permisible en caso alguno despreciar
la idea de otro; no, deben exponer la verdad con moderación y si surgen
divergencias de opinión, la voz de la mayoría debe prevalecer y todos deben
obedecer y someterse a ella.17
4. Un gobierno sin oposición
Ninguna cantidad de
consulta servirá si el grupo no se atiene a la decisión resultante. En
demasiadas organizaciones se encuentra que, luego del debate, quienes no
concuerden con la sugerencia que obtiene la mayoría de votos forman una
oposición y hacen lo posible por hacer fracasar la idea. Incluso algunos se
oponen a una propuesta, no por ser mala, sino por quién Ia planteó. El resultado
es como cuando dos bandas empujan un automóvil averiado desde lados opuestos. El
coche no anda ni para adelante ni para atrás, y jamás se sabe si la decisión
tomada fue buena o mala.
El remedio lo prescribe
Bahá'u'lláh: “Lo que la humanidad necesita en este día, es obediencia a
aquellos que ejercen autoridad y fiel adhesión a la cuerda de sabiduría”.18
Este principio es aplicado estrictamente por la comunidad bahá'í, primero en
relación con el gobierno que esté en el poder donde residan sus miembros, y
segundo frente a sus propias instituciones, ya que “todos y cada uno deberán
someterse a sus decisiones sin reservas y con alegría..., hacer cumplir sus
decretos y cooperar con ellos de todo corazón en sus tareas”,19 pues
“hasta que las mentes de los hombres no se unan, ninguna cuestión importante
podrá llevarse a cabo”20 y “donde existe una voluntad unida, nada puede
oponerse o impedir las fuerzas de un avance constructivo”.21 Esto requiere
la práctica de una obediencia “inmediata, completa y exacta” por parte de
todos, incluso quienes votaron en contra de la decisión. “Especialmente los
miembros disidentes... deben sentar un buen ejemplo ante la comunidad, sacrificando
sus puntos de vista personales en aras de la obediencia al principio del voto
mayoritario, principio que sirve de base para el funcionamiento de toda
asamblea bahá'í”.22
Puede resultar difícil, al
inicio, ajustarse a esta manera de obrar. Es necesario “aprender a obedecer, aun
cuando se equivoque la asamblea, a favor de la unidad”.23 De esta
manera se evitan las divisiones y disensiones, y los asuntos son manejados con eficiencia
y prontitud. En preparación para ello, los miembros “deben dejar de lado
totalmente sus propias preferencias y aversiones, sus intereses e inclinaciones
personales, y concentrar su mente en tales medidas que conduzcan al bienestar y
felicidad de la comunidad... y promuevan el bien general”.24 Esto se
debe a que es mejor estar unidos en el error que divididos en la verdad:
Si se ponen de acuerdo
sobre una materia, aun cuando sea un error, es mejor que estar en desacuerdo y
estar en lo cierto, por cuanto esta diferencia causará la demolición de los
cimientos... Aun cuando una de las partes esté en lo correcto, si los demás
están en desacuerdo, esto será la causa de mil males, pero si están de acuerdo
y ambas partes están en el error, como es en la unidad, la verdad será revelada
y el mal será corregido.25
Este medio no sólo
mantiene la unidad del grupo, sino que además le capacita para aprender tanto
de sus errores como de sus aciertos, dando lugar a un proceso de aprendizaje colectivo
basado en un ciclo continuo de consulta, acción unida y reflexión.
En este día las asambleas
de consulta son de extraordinaria importancia y una necesidad vital. Obedecerlas
es esencial y obligatorio....No es permitido que ninguno de los honorables
miembros objete o censure, ya sea dentro o fuera de la reunión, cualquier
decisión a que se haya llegado previamente, aun cuando esa decisión no sea
correcta, porque tales críticas impedirán llevar a cabo cualquier decisión.26
Esto no significa que
nadie tiene “derecho a expresar su crítica a cualquier política o curso de
acción tomada por la asamblea”. Más bien, “no es sólo el derecho sino la
responsabilidad vital de todo miembro leal e inteligente de la comunidad, ofrecer
plena y francamente cualquier sugerencia, recomendación o crítica que
conscientemente se siente impulsado a hacer para mejorar y remediar ciertas
condiciones o tendencias existentes”. Lo importante es que toda crítica constructiva
se ofrezca “con el debido respeto y consideración por la autoridad de la
asamblea”. Así, “toda crítica y discusión de carácter negativo que pudiera socavar
la autoridad de la Asamblea como cuerpo debe ser estrictamente evitado. Pues de
lo contrario, el orden... se verá amenazado y la confusión y la discordia reinarán”.27
5. Elecciones sin
candidaturas ni campañas
Otra manera en que el
individuo puede influir en la clase de decisiones que se toman es mediante su
voto en las elecciones. Lastimosamente, hoy en día es común la práctica antidemocrática
de candidaturas que “niega ese derecho de todo elector... de votar sólo a favor
de los más dignos, según su más concienzuda convicción”. Esto da lugar a una pugna
por obtener el poder mediante la fuerza de la pluralidad de votos, con lo cual
se limita gravemente la libertad del electorado, obligándolo a escoger entre
personas ambiciosas que tal vez no merezcan el cargo. Al nombrar candidatos y
elegirlos, se toma en cuenta aspectos carentes de importancia, como su posición
social o económica, su raza, nacionalidad, credo, sexo, etc. Este hecho discrimina
contra las minorías, limitando severamente sus posibilidades de enriquecer el proceso
administrativo con su diversidad de experiencia.
Además, “la mera
existencia de candidaturas conduce finalmente a la formación de partidos” y a
la corrupción. Se da la “compra” de votos mediante la promesa de adelantar
intereses limitados una vez electo, lo cual compromete el buen juicio de la
autoridad y contamina sus acciones con favoritismos. Luego de la votación, son
comunes las quejas y acusaciones de fraude. “La intriga, la política partidista
y la propaganda” son caracterizadas por Bahá’u’lláh como “métodos perniciosos”
que “repugnan con sólo nombrarlas”. Crean malentendidos y diferencias,
divisiones y pugnas, caos, confusión y agravios al interior del grupo, debilitando
la fuerza vital de su unidad y apagando en el individuo “el espíritu de
iniciativa y del desarrollo personal”.
La diferencia fundamental
entre el sistema de candidaturas y el sistema bahá'í es que “en el primero
algunos individuos, o aquellos que los postulan deciden que ellos deben ser
colocados en puestos de autoridad y se presentan para ser electos. En el
sistema bahá'í, es la masa del electorado la que decide”. En otras palabras, todos
los miembros elegibles se consideran automáticamente como candidatos y “se
desaprueba toda negativa a ser candidato”.28 Por otro lado, “solicitar
votos es detestable” y si alguna persona hace campaña electoral, abierta o
secretamente, todos deben “levantarse resueltamente mediante los canales y
procedimientos administrativos apropiados ayudar a la erradicación de tales
tendencias”. Por ello, las elecciones se realizan mediante voto secreto. No se
debe hacer mención de personalidades, ni antes ni después de una elección, ya sea
civil o bahá’í. “Debe mantenerse la confidencia del voto. No está permitido
hacer referencia alguna a nombres individuales”.
En la comunidad bahá'í,
las asambleas locales son elegidas anualmente por voto directo, las nacionales
por medio de delegados regionales y la Casa Universal de Justicia cada cuatro
años por los miembros de todas las asambleas nacionales. ¿De qué manera se sabe
por quién votar si no hay candidatos ni campañas? El votante “debe hacer su
selección entre aquellos cuyo buen nombre se ha diseminado ampliamente” y considerarlo
“su deber constante familiarizarse con el carácter y las capacidades de quienes
son activos en la comunidad para que, cuando llegue el momento de una elección,
ya tenga alguna idea “de las personas entre las cuales debe elegir”. Esto
podría dar lugar a una especie de “campaña silenciosa” si no fuese por el hecho
de que “si un individuo se coloca ostentosamente a la vista del público con el aparente
propósito de conseguir votos, los miembros del electorado consideran esto como
egoísmo y se ofenden; aprenden a distinguir entre quien es bien conocido como
resultado no intencional del servicio público activo y quien se exhibe sólo
para atraer votos”. En suma,
...la referencia a personalidades
antes de la elección, daría origen a malentendidos y divergencias. Lo que los
amigos deben hacer es conocerse muy bien unos a otros, intercambiar puntos de vista,
reunirse libremente y discutir entre ellos los requisitos y las calificaciones
para los miembros, sin hacer referencia o alusión, por muy indirecta que sea, a
individuos en particular. Deberíamos evitar influenciar las opiniones de otros,
de solicitar votos para cualquier individuo en particular, pero sí poner
énfasis en la necesidad de familiarizarnos plenamente con las cualidades para
ser miembros mediante la experiencia directa y personal, y no mediante los informes
y las opiniones de nuestros amigos”.29
El electorado debe acudir
a la votación en un espíritu de unidad y amistad, sinceridad, pureza de motivo,
espontaneidad y desinterés, desprendimiento de toda consideración mundana, libertad
de espíritu e independencia de toda influencia. Debe “hacer caso omiso de las
personalidades y concentrar su atención en las cualidades y los requisitos de la
función, sin prejuicio, apasionamiento o parcialidad”. Después de meditar y reflexionar
“deben elegir almas leales, sinceras, experimentadas, capaces y competentes, que
sean dignas de ser miembros”, “sean hombres o mujeres, sin importar su posición
social”. Deben considerar, “sin la más mínima huella de pasión o prejuicio y
sin tomar en cuenta ninguna consideración de carácter material, solamente los
nombres de aquellos que mejor combinen las cualidades necesarias de lealtad
incuestionable, devoción sin egoísmo, mente bien preparada, reconocida
capacidad y experiencia madura”.
Un elector puede votar por
sí mismo “si siente que su conciencia le indica hacerlo”; no por ambición o
egoísmo, sino porque “cree escrupulosamente que sus calificaciones lo habilitan
para ser miembro de un cuerpo administrativo”. Lo esencial es “que sea sincero
en su creencia, y que actúe de acuerdo a los dictados de su conciencia”. Incluso
en las elecciones civiles, “corresponde a los individuos utilizar su derecho de
voto de tal modo que se mantengan alejados de la política partidaria y tengan
siempre presente que están sufragando en base a los méritos del individuo y no porque
pertenece a uno u otro partido”.30
A fin de ampliar la base
electoral, “es aconsejable la participación de cada elector habilitado”. Todo
elector “debe considerarlo su deber sagrado el participar en forma concienzuda
y diligente en la elección”. El votante emite el mismo número de votos que el
número de personas a conformar el cuerpo consultivo, “con el fin de asegurar
que los resultados de las elecciones... sean efectivos y sobre la más amplia base
representativa posible”31 y se contabilizan por simple pluralidad, no
por mayoría absoluta. Se espera que el resultado sea “representativa de los
elementos más selectos, variados y capaces” del grupo, y “si alguna
discriminación ha de tolerarse, ésta debería ser una discriminación no en contra”
sino más bien a favor de la minoría, sea ésta racial o de otra índole, ...y
esto por ninguna otra razón que la de estimularla, alentarla y proporcionarla
una oportunidad para promover los intereses” del grupo entero.
Al conocer los resultados
de la votación, “todos y cada uno deberían someterse a su decisión sin reservas
y con alegría”. Los resultados “deben aceptarse escrupulosa e incuestionablemente
por parte del cuerpo entero, ...por el propósito supremo de mantener la unidad
y la armonía en la comunidad”, recordando que la elección se renueva cada año, justamente
para poder corregir cualquier falla en la membresía. Quienes resulten electos deben
considerarlo su obligación y responsabilidad aceptar con humildad el cargo que le
ha sido encomendado, considerando que “pertenecer a una asamblea o comité es
una forma de servicio, y no debe considerarse una señal de superioridad inherente,
o un medio de auto-alabanza”. Más bien, “si sólo volviéramos nuestra mirada a
las elevadas calificaciones de los miembros de las asambleas, ...nos
sentiríamos llenos de sentimientos de ser indignos”.32 Ser electo para
una institución, desde el punto de vista bahá'í, “no es un derecho que poseen las
personas, ni un honor al cual deben aspirar; es un deber y una responsabilidad
a la cual pueden ser llamadas”.33 El negarse a cumplir este deber
sagrado se considera una falta grave:
Sólo casos de incapacidad física
o mental, que por su misma naturaleza son sumamente raros, pueden constituir
razones válidas para tal acción. Las dificultades y pruebas involucradas en la
aceptación de cargos administrativos... deberían impulsarlos a esfuerzos aún
mayores y a una participación más activa en Ia tarea privilegiada de resolver los
problemas que confronta la comunidad... Deben aceptar su deber con un espíritu de
abnegación y estar animados por el deseo de apoyar el veredicto del electorado
y prestar la ayuda que puedan, por más difíciles que sean las circunstancias”.34
En suma, los
procedimientos y métodos electorales bahá'ís defienden el derecho del individuo
a escoger libremente por quién votar, a la vez que aseguran la directiva más calificada
posible para la tarea. Protegen la unidad de la comunidad mientras cultivan la
riqueza de su diversidad, y fomentan el “espíritu de responsabilidad” en el individuo.
Finalmente, pero no por ello menos importante, liberan a los electos de “toda responsabilidad
directa por sus políticas y decisiones ante sus electores”. Es decir, están “investidos
de una autoridad que hace que no respondan por sus acciones y decisiones ante
quienes las eligieron; con el solemne compromiso de seguir, bajo toda condición,
los dictámenes de la más grande justicia, que es la única que puede introducir
el reino de la Más Grande Paz, proclamada por Bahá'u'lIáh”.35
6. Un poder que no corrompe:
ausencia de autoridad individual
Sin importar cuán
desinteresada sea la persona que llegue a una posición de autoridad, la
experiencia humana ha demostrado que “el poder corrompe”. Sin embargo, en las
instituciones del mundo actual, seguimos viendo al poder y la autoridad concentrados
en las manos de individuos. El poder y la autoridad llegan a ser abusados, empleándose
para mandar y controlar a los demás y para proteger los propios intereses, en
vez de servir los verdaderos intereses de la colectividad.36
En el sistema
administrativo bahá’í, la autoridad pertenece a la institución, mientras ésta se
encuentra en sesión, y no a sus miembros como individuos. Una vez levantada la
sesión, los miembros de la institución tienen el mismo rango que cualquier otro
miembro de la comunidad, con igual deber de obedecer la institución a la cual
sirven. “Las personalidades no deben ser tenidas por centros alrededor de los
cuales gira la comunidad, sino que deben estar subordinadas bajo todas condiciones,
no importa cuán grandes sean sus méritos, a las asambleas debidamente
constituidas... Nunca se puede valorizar excesivamente este principio cardinal de
la administración bahá'í”.37
Adicionalmente, al interior
de la institución, ninguno de sus miembros posee más voz o voto que cualquiera de
los demás. Más bien, “todos los miembros tienen igual responsabilidad” para su
funcionamiento eficiente.38 El coordinador no goza de ninguna
autoridad especial como individuo, sino que simplemente desempeña una función
que facilita la consulta. Incluso algunas instituciones bahá'ís hacen rotar
periódicamente la función de coordinador, a fin de evitar cualquier concepto
erróneo, ya sea entre sus mismos miembros o en la sociedad. El secretario tiene
deberes específicos, y los demás miembros “deben estar dispuestos a aliviar al
secretario del trabajo que no necesariamente deba realizar él mismo”.39
Esto se aplica tanto a las instituciones centrales como a sus diversos comités
consultivos.
La actitud que debe
caracterizar tanto a las instituciones como a sus miembros individuales es la
del servicio hacia los demás. “Les incumbe... considerarse como los
guardianes... para todos los que habitan en la tierra. Les compete consultar
juntos y prestar atención a los intereses de los siervos de Dios, por amor a
Él, del mismo modo como consideran sus propios intereses, y optar por lo que es
apropiado y digno”.40 Su rol en la comunidad “no es la autoridad
dictatorial, sino Ia humilde camaradería, no el poder arbitrario, sino un espíritu
de franca y afectuosa consulta”. Deben esforzarse para “reconciliar los
principios de misericordia y justicia, de libertad y sumisión, de la inviolabilidad
del derecho del individuo y la renunciación, de la vigilancia, discreción y prudencia
por una parte y la camaradería, franqueza y valentía por otra”.41
Los deberes de aquellos a
quienes los amigos han elegido libre y concienzudamente como sus
representantes, no son menos vitales y obligatorios que los deberes de aquellos
quienes los eligieron. Su función no es dictar, sino consultar, y no sólo entre
ellos mismos, sino en todo lo posible con los amigos a quienes representan... Nunca
deben llegar a suponerse los ornamentos centrales [del grupo], intrínsecamente
superiores a otros en capacidad o mérito... Deben acercarse a su tarea con
extrema humildad y tratar de ganar, por su mente abierta, su alto sentido de
justicia y deber, su franqueza, su modestia y su total dedicación al bienestar e
intereses de... la humanidad, no sólo la confianza, el apoyo y respeto genuinos
de aquellos a quienes sirven, sino también su estima y afecto verdaderos. En todo
momento deben evitar el espíritu de exclusividad, la atmósfera de secreto, librarse
de una actitud dominante, y abolir toda forma de prejuicio y pasión en sus
deliberaciones. Deben, dentro de los límites de una sabia discreción, depositar
su confianza en los amigos, darles a conocer sus planes, compartir con ellos
sus problemas y angustias, y buscar su opinión y consejo...42
...que ganen por todos los
medios a su alcance Ia confianza y el afecto de aquellos a quienes tienen el privilegio
de servir. Suya es la obligación de investigar y familiarizarse con las
opiniones consideradas, los sentimientos prevalecientes, y las convicciones
personales de aquellos cuyo bienestar es su solemne responsabilidad promover. Suya
es la obligación de depurar de una vez por todas, de sus deliberaciones y de la
dirección general de sus asuntos, esa atmósfera de superioridad autosuficiente,
de sospecha de secreto, del ambiente sofocante de la imposición dictatorial, en
resumen, de cualquier palabra o acción que pudiera dar la sensación de
parcialidad, egocentrismo y prejuicio. Suyo es el deber, mientras retienen en
sus manos el derecho sagrado y exclusivo de la decisión final, de estimular la discusión,
proveer información, ventilar quejas, dar la bienvenida a consejos, aún de los
miembros más humildes e insignificantes…, dar a conocer sus razones, explicar
sus planes, justificar sus acciones, revisar, si fuera necesario, su veredicto,
fomentar el sentimiento de interdependencia y compañerismo, de mutua comprensión
y confianza”.43
7. Unidad sin uniformidad
/ diversidad sin divisiones
El partidismo es una
filosofía política desarrollada por la antigua civilización griega, según la
cual la sociedad se divide en bloques o sectores que deben luchar entre sí por defender
sus particulares intereses. Aunque puede haber tenido cierta utilidad en tiempos
remotos, hoy por hoy este divisionismo amenaza con desgarrar la sociedad humana
en pedazos cada vez más pequeños y destruir los mismos cimientos de la vida colectiva
en el planeta. En sus manifestaciones más extremas, se intenta consolidar el poder
mediante la eliminación de la diversidad humana, incluido el genocidio, o se
tergiversa la diversidad para dividir a la población contra sí y tornarla de esta
manera más “gobernable”. Otro resultado de la filosofía partidista es una
profunda desarticulación a todo nivel y entre las diversas instancias, pues
cada uno se preocupa principalmente por sus propios limitados intereses personales
y no por el interés común.
El principio central en torno
al cual giran todas las demás enseñanzas de Bahá’u’lláh es la unidad, manifestada
en enunciados como los siguientes: “Ningún poder existirá si no es a través de la
unidad”.44 “El bienestar de la humanidad, su paz y prosperidad son inalcanzables
hasta que su unidad sea firmemente establecida”. “Tan potente es la luz de la
unidad que puede iluminar a la tierra entera”. Sin embargo, este principio “no
es un mero estallido de sentimentalismo ignorante o una expresión de vaga y
piadosa esperanza… No constituye simplemente el enunciado de un ideal, sino que
está inseparablemente vinculado a instituciones apropiadas para encarnar su
verdad, para demostrar su validez y para perpetuar su influencia. Implica un
cambio orgánico en la estructura de la sociedad actual, un cambio que todavía
el mundo no ha experimentado”.45
La comunidad bahá'í lucha
constantemente por lograr y perfeccionar su unidad de propósito, de pensamiento
y de acción. Existe una coordinación tanto horizontal como vertical, resultado
de una amplia consulta, por un lado, y de una estricta obediencia a las
instituciones, por otro. Su orden administrativo representa un sistema “apartidista”*
que reconoce la unidad orgánica de la sociedad a la vez que la riqueza de su
diversidad, y refleja este principio en su estructura. Por ello, incluso en los
asuntos civiles, se separa de “movimientos de carácter político, no importa
cuán cerca estén sus ideales de los nuestros”, pues “somos uno solo en todo el
mundo; estamos tratando de construir un Nuevo Orden Mundial... ¿Cómo podemos
hacer esto si cada bahá'í es miembro de un partido político diferente, algunos
de ellos diametralmente opuestos los unos a los otros? ¿Dónde queda nuestra
unidad, entonces? A causa de la política estaríamos divididos los unos contra
los otros y esto es contrario a nuestro propósito”.46
* Multipartidista = opera
bajo varios partidos; unipartidista = admite un solo partido oficial;
apartidista = funciona sin partidos.
Esto no significa que se
desalienta la diversidad de opiniones; al contrario, es justamente en la diversidad
donde se encuentra una de las mayores riquezas. Sin embargo, no se debe
permitir que esta diversidad crea divisiones. La siguiente cita aclara las
implicaciones de este principio cardinal:
Que no quede ningún recelo
en cuanto al propósito que anima la Ley mundial de Bahá'u'lláh. Lejos de tender
a la subversión de los fundamentos actuales de la sociedad, trata de ampliar su
base, de amoldar sus instituciones en consonancia con las necesidades de un
mundo en constante cambio. No está en conflicto con compromisos legítimos ni
socava lealtades esenciales. Su propósito no es ni sofocar la llama de un sano
e inteligente patriotismo en el corazón del hombre, ni abolir el sistema de
autonomía nacional tan esencial cuando se busca evitar los males de un excesivo
centralismo. No ignora ni intenta suprimir la diversidad de orígenes étnicos,
de climas, de historia, de idioma y de tradición, de pensamiento y costumbres
que distinguen a los pueblos y naciones del mundo. Insta a una lealtad más
amplia, a un anhelo mayor que cualquiera que los que la raza humana ha sentido.
Insiste en la subordinación de los móviles e intereses nacionales a los
imperativos reclamos de un mundo unificado. Repudia el centralismo excesivo por
una parte, y rechaza todo intento de uniformidad por otra. Su consigna es la unidad
en diversidad...47
8. La participación universal:
un pueblo ejecutivo
En muchas instituciones
actuales, el gobierno o “ejecutivo” ofrece obras y servicios al electorado para
mantenerlo contento con su desempeño – como precio que paga por consolidar su
propia posición en el poder. Las pugnas partidistas que suelen llamarse
elecciones toman a menudo la apariencia de concursos de “quién ofrece más”, sin
tomar en cuenta de dónde provendrá lo ofrecido. Las obras y los servicios que
llegan a realizarse suelen tomar formas más bien “prestigiosas” antes de
centrarse en cuestiones prioritarias desde el punto de vista humano.48
Por su parte, los electores asumen la posición de receptores pasivos de los
favores del gobierno, que exige y demanda cada vez más prestaciones de éste y
sólo participa a cambio de un sueldo. Como resultado, se observan barrios y
pueblos enteros degradados y degradantes, por la falta de participación popular
en su propio mejoramiento.
La unidad en diversidad no
serviría de nada si quedara meramente en bellas palabras y buenas intenciones.
Debe ser operativa si ha de mostrar sus verdaderos frutos. El medio establecido
por Bahá'u'lláh para ello se plasma en el principio de la “participación
universal”. Una asamblea consultiva tiene autoridad para planificar y coordinar
las actividades de su comunidad, pero es la población misma, cada miembro
individual de la sociedad, quien tiene el poder de ejecutar las acciones. “La
autoridad está concentrada en manos de los miembros elegidos”, mientras que “el
poder y la iniciativa están depositados principalmente en la totalidad del
cuerpo...”49 El poder, entonces, pertenece al pueblo; pero no el
poder para mandar y controlar a los demás, sino para servirles. Por ello, las
instituciones aspiran a desarrollar en la comunidad su poder para actuar,* a
involucrar a todo hombre, mujer y niño, incluida cada minoría, en la tarea de
contribuir a la riqueza del grupo con su diversidad. Deben “tratar de promover
la amistad y concordia entre los amigos, borrar de los corazones toda huella de
desconfianza, frialdad y distanciamiento, y asegurar en su lugar una
cooperación activa y tesonera”.50
Es el deber y privilegio
de las asambleas nacionales y locales... estimular a los grupos e individuos
para que inicien y dirijan, con su conocimiento y asentimiento, cualquier
actividad que sirva para enaltecer la labor que se han propuesto llevar a cabo.
Sin conformarse con llamados dirigidos a todos y cada uno... para ofrecer
sugerencias constructivas o planes que puedan remediar cualquier deficiencia
existente, ellos deberían, por todos los medios a su alcance, estimular el
espíritu emprendedor... Deberían tratar, mediante el contacto personal y los
llamados por escrito, de imbuir al conjunto... con un sentido profundo de
responsabilidad personal, y urgir a cada [persona], no importa que sea de
elevada o baja condición, rico o pobre, para que conciba, formule y ejecute
tales medidas y proyectos que redunden, a los ojos de sus representantes, a
favor del poder y buen nombre [de la colectividad].51
* Una posible definición
del empowerment o “empoderamiento”.
9. Administrar qué cosa: rescate
del factor humano
Existe un obstáculo que debe
ser superado antes de poder poner en práctica los principios que anteceden.
Resulta que “la agresión y el conflicto han llegado a caracterizar a tal punto
nuestros sistemas sociales, económicos y religiosos, que muchas personas han
sucumbido a la creencia de que dicha conducta es intrínseca a la naturaleza humana
y que, por lo tanto, no puede erradicarse”. Por lo general “se acepta
ciegamente Ia hipótesis de que el ser humano es incorregiblemente egoísta y
agresivo y, por lo tanto, incapaz de construir un sistema social a la vez
progresivo y pacífico, dinámico y armonioso; un sistema que facilite el libre
juego de creatividad e iniciativa individuales pero basado en la cooperación y
la reciprocidad”.52
Aduciendo que “no se puede
cambiar la naturaleza humana”, muchos sistemas administrativos de hoy han
abandonado todo intento por cultivar actitudes dignas y cualidades nobles en
sus gobernantes y gobernados, sino que se han limitado a implementar una serie
de controles y contrapesos que eviten que esa “maldad inherente” del ser humano
perjudique a la colectividad. Es más, esta creencia se ha convertido en una especie
de “profecía que se auto-cumple” que ha venido forjando progresivamente una
sociedad en la que el individuo no puede tener éxito si no refleja en su
conducta dichas características de egoísmo, agresividad y conflicto. Naciones
enteras se han visto obligadas a aplazar las prioridades humanas de sus pueblos
para hacer frente a un mundo frenéticamente abocado a reivindicar a este
concepto erróneo. Es más, en un afán por imponerse como única modalidad en el
mundo y de esta manera justificar sus frágiles fundamentos filosóficos, este
sistema ha marginado y aplastando a culturas enteras basadas en la armonía,
cooperación y reciprocidad, frenando todo intento por pasar a una sociedad
basada en el potencial humano para el bien, tachándolo de “utópico”.
Estas actitudes dañinas no
siempre han existido; han sido enseñadas y aprendidas a lo largo de la historia
de la tan aclamada “civilización occidental” que ha llevado a la humanidad
hasta el borde de su autodestrucción. De la misma manera, se puede y debe
enseñar y aprender nuevas y más saludables valores y principios. La necesidad
apremiante de estas alternativas “exige una nueva evaluación de las
suposiciones que sustentan el punto de vista común sobre la condición histórica
de la humanidad”.
Examinada
desapasionadamente, la evidencia revela que dicha conducta, lejos de reflejar
la naturaleza genuina del hombre, representa una distorsión del espíritu
humano. Reconocerlo permitirá a todos poner en marcha fuerzas sociales
constructivas que, siendo acordes con Ia naturaleza humana, fomentarán la
concordia y cooperación en vez de la guerra y el conflicto.53
Bahá'u'lláh no niega la
existencia de una naturaleza codiciosa y destructiva en el ser humano, sino que
la contrapone a otra naturaleza bondadosa y constructiva. El comprender al ser
humano como poseedor de una doble naturaleza – una inferior y otra superior, y en
constante dialéctica – abre la puerta a la posibilidad de superar los defectos
en su carácter y cultivar aquellas cualidades de las cuales depende el progreso
de la civilización. No niega el valor del castigo y el premio, del temor y la
promesa, para promover la obediencia, sino que introduce además otro motivador mucho
más poderoso: la voluntad de negarse un bien limitado, inmediato y personal por
otro bien mayor, colectivo y a largo plazo; la búsqueda de la excelencia en
todas las cosas; el deseo de hacer el mayor esfuerzo posible; una actitud de
servicio, entendido como amor en acción.
Seguir tal rumbo no es
negar el pasado de la humanidad sino comprenderla. La Fe Bahá'í considera la
confusión actual del mundo y el estado calamitoso de los asuntos humanos como
una etapa natural de un proceso orgánico que llevará inevitable e
irresistiblemente a la unificación del género humano en un orden social único
cuyos límites son los del planeta. La raza humana, en su condición de unidad
orgánica sin parangón, ha pasado por etapas evolutivas análogas a las de la
niñez y la infancia de los individuos que la componen y se encuentra ahora en
la etapa final de su turbulenta adolescencia, aproximándose a su tan esperada
mayoría de edad.54
Dentro de tal enfoque, una
de las principales funciones de la administración es la de cultivar las virtudes
latentes en cada individuo y cada comunidad, a fin de ponerlas al servicio de
la humanidad. Este es el propósito fundamental del sistema administrativo
bahá'í, que no es un fin en sí mismo “sino el instrumento del espíritu de la Fe”
de Bahá'u'lláh, que “está destinada a beneficiar toda la raza humana”, bajo el
convencimiento de que la única manera en que puede hacerlo es reformando la
vida de comunidad del género humano a la vez que intenta regenerar al
individuo. No es una utopía ni una nueva teoría social, sino una realidad
latente que se encuentra en plena operación en todos los rincones del planeta,
entre la más rica diversidad de que es capaz de producir la raza humana.
Reconocer sinceramente que
el prejuicio, la guerra y la explotación han sido Ia expresión de etapas de
inmadurez en un vasto proceso histórico y que la humanidad experimenta hoy el
inevitable tumulto que señala su colectiva llegada a la mayoría de edad, no es
razón para desesperarse. Más bien es un requisito previo para emprender la
formidable tarea de construir un mundo pacífico. Que semejante empresa es
posible, que existen las fuerzas constructivas necesarias para tal fin, que es
posible levantar estructuras sociales unificadoras, es el tema que les
exhortamos a examinar”.55
Conclusión:
Sería un error clasificar
al orden administrativo bahá'í dentro las categorías actuales, generadas por el
análisis de los sistemas del pasado. Necesariamente tiene algunas similitudes con
todos ellos, pero no encaja por completo en ninguna de dichas clasificaciones,
ya que posee suficientes diferencias como para considerarlo un nuevo fenómeno
social. Es un modelo novedoso que merece ser estudiado más a fondo.
“El orden administrativo
que yace encerrado en las Enseñanzas de Bahá’u’lláh... no debe ser identificado
bajo circunstancia alguna con los principios básicos de las democracias de hoy.
Tampoco es idéntico a cualquier forma de gobierno, ya sea autocrático o aristocrático.
Las características reprensibles e inherentes cada una de estas formas de
sistemas políticos se evita completamente. Combina, como no lo ha logrado
ningún sistema de política humana hasta ahora, las verdades saludables y elementos
beneficiosos que constituyen la valiosa contribución que cada una de estas
formas de gobierno que ha hecho a la sociedad en el pasado.56
Referencias Bibliográficas:
1. Informe sobre Desarrollo
Humano – 1993, p. 6. Sobre este tema, se recomienda leer el capítulo 4: “Población
y Gobernación”, pp. 74-92.
2. Shoghi Effendi, La
Meta de un Nuevo Orden Mundial, p. 9.
3. Shoghi Effendi, Principios
de Administración Bahá'í, p. 42.
4. Meta, p. 21.
5. Principios, p. 92.
6. Principios, p. 90.
7. Principios, pp. 90-1.
8. Principios, p. 93.
9. Paisajes de los
Escritos de Bahá'u'lláh, pp. 169.
10. Pasajes, pp. 141.
11. Shoghi Effendi, Cuestiones
concernientes al funcionamiento de la comunidad, p. 2.
12. Casa Universal de
Justicia, Mensaje a los bahá'ís del mundo, abril de 1990.
13. Principios, pp. 104-5.
14. Meta, pp. 23-24.
15. ‘Abdu'l-Bahá, citado
en La Consulta, p. 18.
16. Consulta, p. 14.
17. Consulta, p. 15.
18. Bahá'u'lláh.
19. Principios, pp.
45-46.
20. Selecciones de los Escritos
de ‘Abdu'l-Bahá, p. 302.
21. Principios, p. 56.
22. Cuestiones, p. 8.
23. Cuestiones, p. 68.
24. Principios, pp.
45-46.
25. Principios, p. 56.
26. Principios, pp.
48-9.
27. Cuestiones, pp. 8-9.
28. Principios, p. 19.
29. Principios, p. 54.
30. Principios, p. 33.
31. Principios, p. 33.
32. Principios, pp. 75-6.
33. La Santidad de las
Elecciones Bahá'ís.
34. Principios, pp.
103-4.
35. Principios, p. 51.
36. Véase Michael Karlberg,
“Beyond the Culture of Contest – From Adversarialism to Mutualism in an Age of
Interdependence”. Oxford: George Ronald Publisher, 2004, Cap. 2 - Power.
37. Principios, p. 68-9.
38. Principios, p. 94.
39. Principios, p. 94.
40. Principios, p. 42.
41. Principios, p. 50.
42. Principios, p. 52.
43. Principios, p. 97.
44. Consulta.
45. Meta, p. 24.
46. Principios, p. 34.
47. Meta, pp. 22-3.
48. Para un tratamiento
profundo de este tema, véase PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, pp. 6-8 y
Cap. 4.
49. Principios, p. 84.
50. Principios, p. 44.
51. Principios, p. 97-8.
52. Casa Universal de
Justicia, Promesa de Paz Mundial.
53. Promesa.
54. Promesa.
55. Promesa.
56. Principios, pp.
83-4.
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