jueves, mayo 16, 1996

Principios Administrativos Baha’is


En el presente ensayo se analiza diversos aspectos del sistema administrativo baha'i en búsqueda de aprendizajes aplicables a otras organizaciones. Se incluye elementos como centralización versus descentralización, gestión del cambio, toma colectiva de decisiones, gobierno versus oposición, candidaturas y elecciones, autoridad versus poder, uniformidad versus diversidad, participación universal y el factor humano, entre otros asuntos.



1. Más allá de lo nacional: centralización y descentralización

Existe actualmente en el mundo entero, una excesiva centralización del gobierno a nivel nacional, herencia de una época colonial en que las potencias concentraban su control sobre el capital y la toma de decisiones. Este modelo ha sido mantenido, ya sea por motivos de poder, convicción o inercia, durante la etapa que culmina, de la formación de Estados independientes y soberanos. Sus actuales limitantes son descritos sucintamente por el PNUD: “Hoy día el estado nacional es demasiado pequeño para lo grande y demasiado grande para lo pequeño”.1 Es decir, el modelo de la centralización económica y política a nivel nacional, resulta en una maquinaria administrativa muy grande como para satisfacer las necesidades locales y muy pequeña como para resolver los problemas internacionales.

La confusión creada por esta situación refleja gráficamente las palabras pronunciadas por Bahá'u'lláh hace siglo y medio: “Los signos de convulsiones y caos inminentes pueden discernirse ahora, por cuanto el orden prevaleciente resulta ser deplorablemente defectuoso”.2 Frente a esto, Bahá'u'lláh aconseja en efecto centralizar lo grande y descentralizar lo pequeño: establecer un gobierno local en cada comunidad y una federación universal de estados a nivel internacional. En cuanto al nivel local, Él dice:

El Señor ha ordenado que en cada ciudad sea establecida una Casa de Justicia en la que se reúnan consejeros en el número de Bahá (9)… Incumbe que ellos sean los depositarios del Misericordioso entre los hombres y se consideran a sí mismos como los guardianes designados por Dios para todos los que moran en la tierra.3

Con referencia al nivel internacional, leemos que:

Es necesario desarrollar cierta forma de superestado mundial… [que] habrá de incluir en su órbita un poder ejecutivo internacional con capacidad para hacer valer la autoridad suprema e indiscutible en todo miembro recalcitrante de la mancomunidad: un parlamento mundial cuyos miembros serán elegidos por el pueblo en su respectivos países y cuya elección será confirmada por sus respectivos gobiernos; y un tribunal supremo cuyos dictámenes tendrán efectos obligatorios aun en los casos en que las partes interesadas no están voluntariamente de acuerdo en someter la disputa a su consideración.4

Este principio de centralización de lo macro y descentralización de lo micro, se aplica no sólo a los gobiernos, sino a toda clase de organización. La experiencia de la comunidad bahá'í en este sentido ha sido muy alentadora. Su sistema administrativo comprende instituciones a nivel local, nacional e internacional, cada una de las cuales ejerce una autoridad indiscutible dentro de su respectiva jurisdicción. Los consejos nacionales “tienen el poder de dirigir, unificar, coordinar y estimular las actividades tanto de los individuos como de las asambleas locales de su jurisdicción. Descansan sobre la amplia base de comunidades locales organizadas, siendo ellas mismas pilares que sostienen a la institución”.5 Ésta a su vez es “directa y moralmente responsable si permite que cualquier cuerpo o institución dentro de su jurisdicción abuse de sus privilegios o se niega a ejercer sus derechos y privilegios y “es el único lazo que une a estas comunidades” con el nivel internacional.6

Posiblemente los estados nacionales no han tomado hasta ahora estas medidas ineludibles por temor a posibles conflictos de autoridad, pero la experiencia bahá'í demuestra que, correctamente organizado, “no puede haber conflicto de autoridad, ninguna dualidad bajo ninguna forma o circunstancia en ninguna esfera de jurisdicción... ya sea local, nacional o internacional”.7 Quienes están a cargo de la creación de estas instituciones

deberían tratar de mantener un equilibrio en forma tal que por una parte se evite los males de una excesiva centralización que obstruye, confunde y a la larga desvaloriza los servicios rendidos, y que por otra parte sean anulados definitivamente los peligros de una total descentralización, con la resultante pérdida de autoridad gubernativa en manos de los representantes nacionales”.8


2. Administración para el cambio

El logro de lo anterior requerirá de profundos cambios: la creación de nuevas instituciones y la modificación de instituciones existentes Sin embargo, con demasiada frecuencia se observa que el órgano rector de una organización o institución se ha reducido a un mero instrumento para mantener las cosas como están, evitando el cambio. Esto puede deberse a la comodidad y la inercia, al temor al cambio, o al deseo de proteger una posición de privilegio. El resultado es que la administración se enquista y Ia sociedad se cristaliza, en desmedro de su capacidad para recrearse continuamente y adaptarse con flexibilidad y agilidad ante las exigencias de un mundo en estado de permanente transmutación.

Bahá'u'lláh nos incita a percibir a la sociedad como un organismo vivo en continua evolución, cuyas necesidades son siempre nuevas: “Considerad al mundo como el cuerpo humano que... ha sufrido, por diversas causas, graves trastornos y enfermedades”.9 “Cada época tiene su propio problema... El remedio que el mundo necesita para sus aflicciones actuales, no puede ser nunca el mismo que el que pueda requerir una edad siguiente. Preocupaos fervientemente con las necesidades de la edad en que vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requerimientos”.10

En la comunidad bahá'í, por tanto, la administración se considera un instrumento de cambio social. Se subraya “la naturaleza evolutiva del crecimiento y desarrollo de las comunidades” y se convoca a sus miembros a tomar “medidas para alentar el cambio en el seno de la comunidad” hacia nuevas direcciones positivas y necesarias.11 Se busca una “expansión de pensamiento y de acción... ya que el cambio, un cambio siempre más rápido, es una característica constante de la vida en este momento”.12 Sin embargo, toda adaptación institucional requiere un cambio simultáneo al interior de sus miembros:

La vida es una lucha constante, no solamente contra las fuerzas que nos rodean, sino sobre todo, contra nuestro propio “yo”. No podemos darnos por un instante el lujo de descansar sobre nuestros remos ya que si lo hacemos, pronto nos veremos arrastrados nuevamente corriente abajo. Muchos de los que se apartan... lo hacen porque han dejado de seguir evolucionando. Se tornan satisfechos consigo mismos, o indiferentes...13

Esta continua transmutación es una exigencia de la vida a todo nivel del quehacer humano. Quienes se preocupan por el porvenir del género humano bien podrían ponderar este consejo:

El llamado de Bahá'u'lláh se dirige principalmente contra toda forma de localismo, contra toda estrechez y prejuicio. Si ideales por tanto tiempo fomentados e instituciones por mucho tiempo veneradas, si ciertas suposiciones sociales y fórmulas religiosas han dejado de promover el bienestar de la mayoría de la humanidad, si ya no satisfacen las necesidades de una humanidad en continua evolución, pues que sean descartados y relegados al lugar que les corresponde a las doctrinas obsoletas y olvidadas. ¿Por qué éstas han de quedar exentas del deterioro que inevitablemente se apodera de toda institución humana en un mundo sujeto a Ia inmutable ley del cambio y la decadencia? Pues las normas legales, las teorías políticas y económicas han sido concebidas únicamente para salvaguardar los intereses de la humanidad toda, y no para que ésta sea crucificada para preservar la integridad de determinada ley o doctrina”.14


3. La “consulta” – toma compartida de decisiones:

El cambio positivo requiere de gestión compartida, pero lo más común es que la toma de decisiones presente una de dos formas contraproducentes. En un extremo, el jefe, presidente, u otra autoridad individual o colectiva, toma decisiones en forma unilateral e inconsulta, y las impone de modo vertical en los demás. A veces la gente es “consultada” sobre una decisión ya tomada, como un mecanismo para lograr su participación, pero rara vez sus puntos de vista modifican la acción a tomarse. En el otro extremo, los asuntos son “debatidos” entre todos, lo cual significa que cada cual defiende una posición tomada antes de iniciar la sesión y se forman coaliciones a fin de lograr una mayoría de votos, para que los resultados favorezcan los intereses creados de un grupo limitado. Aunque sigan el procedimiento parlamentario, estas sesiones suelen ser caracterizadas por pleitos, insultos y la inflamación de bajas pasiones. En ambos casos, la decisión resultante es débil y muchas veces carente de factibilidad por no haber sido enriquecida por los diversos aportes de todos los afectados. Además, no es apoyada por quienes no participaron en el proceso, pues no se sienten dueños de la decisión.

Bahá'u'lláh aconseja no tomar paso alguno sin primero consultar ampliamente el asunto: “En todas las cosas es necesaria la consulta”, pues “ningún bienestar ni felicidad se logrará si no es a través de la consulta”. Es “uno de los más poderosos instrumentos conducentes a la tranquilidad y a la felicidad de los pueblos”.15 Su uso constituye una señal de maduración del grupo, pues “la consulta confiere mayor comprensión y transmuta la conjetura en certeza. Es una luz brillante, la cual, en un mundo oscuro, señala el camino y guía. Para todas las cosas existe y continuará existiendo una posición de perfección y madurez. La madurez del don de la comprensión se manifiesta a través de Ia consulta”.16 Por este motivo, en el orden administrativo bahá'í existen diversos espacios de consulta, tanto vertical como horizontal. Éstos incluyen reuniones mensuales a nivel local, convenciones anuales a nivel regional y nacional, y una convención internacional cada cuatro años. Además se emplean conferencias, talleres, boletines, etc. Por estos y otros medios, cada miembro de la comunidad mundial bahá'í, niño o adulto, hombre o mujer pobre o rico, blanco o negro, puede hacer llegar sus ideas, sugerencias, inquietudes, etc. a todos los niveles e instancias administrativas.

Los métodos y técnicas que se apliquen no son tan importantes como la actitud de quienes participan y el espíritu que predomine en la consulta:

      Los miembros deben realizar consultas en conjunto, de manera que no surja ocasión alguna para enojos o discordia. Esto puede lograrse cuando cada uno expresa su opinión y expone su argumento con absoluta libertad. Si alguno se opusiera, de ninguna manera debería sentirse herido, pues el correcto proceder no puede ser revelado hasta que los asuntos no sean ampliamente tratados. La brillante chispa de la verdad sólo se manifiesta luego del choque de diferentes opiniones. Si, después de la discusión, se aprueba una decisión por unanimidad, ello está muy bien; pero si... surgieran diferencias de opinión, debe prevalecer Ia voz de la mayoría.
      La primera condición es observar armonía y amor absolutos entre los miembros de la asamblea. Deben estar completamente libres de distanciamiento..., por cuanto ellos son las olas de un mismo mar, las gotas de un mismo río, las estrellas de un mismo firmamento, los rayos de un mismo sol, los árboles de un mismo huerto, las flores de un mismo jardín. Si la armonía de pensamiento y la más absoluta unidad no existieran, esa reunión sería dispersada y dicha asamblea quedaría reducida a nada...
      Deben proceder entonces con Ia mayor devoción, cortesía, dignidad, cuidado y moderación al expresar sus puntos de vista. En todo asunto deben buscar cuidadosamente la verdad y no insistir en sus propias opiniones, ya que la terquedad y persistencia en el propio parecer llevarán en último término a la discordia y disputa, y la verdad quedará oculta. Los honorables miembros deben expresar sus propios pensamientos con absoluta libertad y no es permisible en caso alguno despreciar la idea de otro; no, deben exponer la verdad con moderación y si surgen divergencias de opinión, la voz de la mayoría debe prevalecer y todos deben obedecer y someterse a ella.17


4. Un gobierno sin oposición

Ninguna cantidad de consulta servirá si el grupo no se atiene a la decisión resultante. En demasiadas organizaciones se encuentra que, luego del debate, quienes no concuerden con la sugerencia que obtiene la mayoría de votos forman una oposición y hacen lo posible por hacer fracasar la idea. Incluso algunos se oponen a una propuesta, no por ser mala, sino por quién Ia planteó. El resultado es como cuando dos bandas empujan un automóvil averiado desde lados opuestos. El coche no anda ni para adelante ni para atrás, y jamás se sabe si la decisión tomada fue buena o mala.

El remedio lo prescribe Bahá'u'lláh: “Lo que la humanidad necesita en este día, es obediencia a aquellos que ejercen autoridad y fiel adhesión a la cuerda de sabiduría”.18 Este principio es aplicado estrictamente por la comunidad bahá'í, primero en relación con el gobierno que esté en el poder donde residan sus miembros, y segundo frente a sus propias instituciones, ya que “todos y cada uno deberán someterse a sus decisiones sin reservas y con alegría..., hacer cumplir sus decretos y cooperar con ellos de todo corazón en sus tareas”,19 pues “hasta que las mentes de los hombres no se unan, ninguna cuestión importante podrá llevarse a cabo”20 y “donde existe una voluntad unida, nada puede oponerse o impedir las fuerzas de un avance constructivo”.21 Esto requiere la práctica de una obediencia “inmediata, completa y exacta” por parte de todos, incluso quienes votaron en contra de la decisión. “Especialmente los miembros disidentes... deben sentar un buen ejemplo ante la comunidad, sacrificando sus puntos de vista personales en aras de la obediencia al principio del voto mayoritario, principio que sirve de base para el funcionamiento de toda asamblea bahá'í”.22

Puede resultar difícil, al inicio, ajustarse a esta manera de obrar. Es necesario “aprender a obedecer, aun cuando se equivoque la asamblea, a favor de la unidad”.23 De esta manera se evitan las divisiones y disensiones, y los asuntos son manejados con eficiencia y prontitud. En preparación para ello, los miembros “deben dejar de lado totalmente sus propias preferencias y aversiones, sus intereses e inclinaciones personales, y concentrar su mente en tales medidas que conduzcan al bienestar y felicidad de la comunidad... y promuevan el bien general”.24 Esto se debe a que es mejor estar unidos en el error que divididos en la verdad:

Si se ponen de acuerdo sobre una materia, aun cuando sea un error, es mejor que estar en desacuerdo y estar en lo cierto, por cuanto esta diferencia causará la demolición de los cimientos... Aun cuando una de las partes esté en lo correcto, si los demás están en desacuerdo, esto será la causa de mil males, pero si están de acuerdo y ambas partes están en el error, como es en la unidad, la verdad será revelada y el mal será corregido.25

Este medio no sólo mantiene la unidad del grupo, sino que además le capacita para aprender tanto de sus errores como de sus aciertos, dando lugar a un proceso de aprendizaje colectivo basado en un ciclo continuo de consulta, acción unida y reflexión.

En este día las asambleas de consulta son de extraordinaria importancia y una necesidad vital. Obedecerlas es esencial y obligatorio....No es permitido que ninguno de los honorables miembros objete o censure, ya sea dentro o fuera de la reunión, cualquier decisión a que se haya llegado previamente, aun cuando esa decisión no sea correcta, porque tales críticas impedirán llevar a cabo cualquier decisión.26

Esto no significa que nadie tiene “derecho a expresar su crítica a cualquier política o curso de acción tomada por la asamblea”. Más bien, “no es sólo el derecho sino la responsabilidad vital de todo miembro leal e inteligente de la comunidad, ofrecer plena y francamente cualquier sugerencia, recomendación o crítica que conscientemente se siente impulsado a hacer para mejorar y remediar ciertas condiciones o tendencias existentes”. Lo importante es que toda crítica constructiva se ofrezca “con el debido respeto y consideración por la autoridad de la asamblea”. Así, “toda crítica y discusión de carácter negativo que pudiera socavar la autoridad de la Asamblea como cuerpo debe ser estrictamente evitado. Pues de lo contrario, el orden... se verá amenazado y la confusión y la discordia reinarán”.27


5. Elecciones sin candidaturas ni campañas

Otra manera en que el individuo puede influir en la clase de decisiones que se toman es mediante su voto en las elecciones. Lastimosamente, hoy en día es común la práctica antidemocrática de candidaturas que “niega ese derecho de todo elector... de votar sólo a favor de los más dignos, según su más concienzuda convicción”. Esto da lugar a una pugna por obtener el poder mediante la fuerza de la pluralidad de votos, con lo cual se limita gravemente la libertad del electorado, obligándolo a escoger entre personas ambiciosas que tal vez no merezcan el cargo. Al nombrar candidatos y elegirlos, se toma en cuenta aspectos carentes de importancia, como su posición social o económica, su raza, nacionalidad, credo, sexo, etc. Este hecho discrimina contra las minorías, limitando severamente sus posibilidades de enriquecer el proceso administrativo con su diversidad de experiencia.

Además, “la mera existencia de candidaturas conduce finalmente a la formación de partidos” y a la corrupción. Se da la “compra” de votos mediante la promesa de adelantar intereses limitados una vez electo, lo cual compromete el buen juicio de la autoridad y contamina sus acciones con favoritismos. Luego de la votación, son comunes las quejas y acusaciones de fraude. “La intriga, la política partidista y la propaganda” son caracterizadas por Bahá’u’lláh como “métodos perniciosos” que “repugnan con sólo nombrarlas”. Crean malentendidos y diferencias, divisiones y pugnas, caos, confusión y agravios al interior del grupo, debilitando la fuerza vital de su unidad y apagando en el individuo “el espíritu de iniciativa y del desarrollo personal”.

La diferencia fundamental entre el sistema de candidaturas y el sistema bahá'í es que “en el primero algunos individuos, o aquellos que los postulan deciden que ellos deben ser colocados en puestos de autoridad y se presentan para ser electos. En el sistema bahá'í, es la masa del electorado la que decide”. En otras palabras, todos los miembros elegibles se consideran automáticamente como candidatos y “se desaprueba toda negativa a ser candidato”.28 Por otro lado, “solicitar votos es detestable” y si alguna persona hace campaña electoral, abierta o secretamente, todos deben “levantarse resueltamente mediante los canales y procedimientos administrativos apropiados ayudar a la erradicación de tales tendencias”. Por ello, las elecciones se realizan mediante voto secreto. No se debe hacer mención de personalidades, ni antes ni después de una elección, ya sea civil o bahá’í. “Debe mantenerse la confidencia del voto. No está permitido hacer referencia alguna a nombres individuales”.

En la comunidad bahá'í, las asambleas locales son elegidas anualmente por voto directo, las nacionales por medio de delegados regionales y la Casa Universal de Justicia cada cuatro años por los miembros de todas las asambleas nacionales. ¿De qué manera se sabe por quién votar si no hay candidatos ni campañas? El votante “debe hacer su selección entre aquellos cuyo buen nombre se ha diseminado ampliamente” y considerarlo “su deber constante familiarizarse con el carácter y las capacidades de quienes son activos en la comunidad para que, cuando llegue el momento de una elección, ya tenga alguna idea “de las personas entre las cuales debe elegir”. Esto podría dar lugar a una especie de “campaña silenciosa” si no fuese por el hecho de que “si un individuo se coloca ostentosamente a la vista del público con el aparente propósito de conseguir votos, los miembros del electorado consideran esto como egoísmo y se ofenden; aprenden a distinguir entre quien es bien conocido como resultado no intencional del servicio público activo y quien se exhibe sólo para atraer votos”. En suma,

...la referencia a personalidades antes de la elección, daría origen a malentendidos y divergencias. Lo que los amigos deben hacer es conocerse muy bien unos a otros, intercambiar puntos de vista, reunirse libremente y discutir entre ellos los requisitos y las calificaciones para los miembros, sin hacer referencia o alusión, por muy indirecta que sea, a individuos en particular. Deberíamos evitar influenciar las opiniones de otros, de solicitar votos para cualquier individuo en particular, pero sí poner énfasis en la necesidad de familiarizarnos plenamente con las cualidades para ser miembros mediante la experiencia directa y personal, y no mediante los informes y las opiniones de nuestros amigos”.29

El electorado debe acudir a la votación en un espíritu de unidad y amistad, sinceridad, pureza de motivo, espontaneidad y desinterés, desprendimiento de toda consideración mundana, libertad de espíritu e independencia de toda influencia. Debe “hacer caso omiso de las personalidades y concentrar su atención en las cualidades y los requisitos de la función, sin prejuicio, apasionamiento o parcialidad”. Después de meditar y reflexionar “deben elegir almas leales, sinceras, experimentadas, capaces y competentes, que sean dignas de ser miembros”, “sean hombres o mujeres, sin importar su posición social”. Deben considerar, “sin la más mínima huella de pasión o prejuicio y sin tomar en cuenta ninguna consideración de carácter material, solamente los nombres de aquellos que mejor combinen las cualidades necesarias de lealtad incuestionable, devoción sin egoísmo, mente bien preparada, reconocida capacidad y experiencia madura”.

Un elector puede votar por sí mismo “si siente que su conciencia le indica hacerlo”; no por ambición o egoísmo, sino porque “cree escrupulosamente que sus calificaciones lo habilitan para ser miembro de un cuerpo administrativo”. Lo esencial es “que sea sincero en su creencia, y que actúe de acuerdo a los dictados de su conciencia”. Incluso en las elecciones civiles, “corresponde a los individuos utilizar su derecho de voto de tal modo que se mantengan alejados de la política partidaria y tengan siempre presente que están sufragando en base a los méritos del individuo y no porque pertenece a uno u otro partido”.30

A fin de ampliar la base electoral, “es aconsejable la participación de cada elector habilitado”. Todo elector “debe considerarlo su deber sagrado el participar en forma concienzuda y diligente en la elección”. El votante emite el mismo número de votos que el número de personas a conformar el cuerpo consultivo, “con el fin de asegurar que los resultados de las elecciones... sean efectivos y sobre la más amplia base representativa posible”31 y se contabilizan por simple pluralidad, no por mayoría absoluta. Se espera que el resultado sea “representativa de los elementos más selectos, variados y capaces” del grupo, y “si alguna discriminación ha de tolerarse, ésta debería ser una discriminación no en contra” sino más bien a favor de la minoría, sea ésta racial o de otra índole, ...y esto por ninguna otra razón que la de estimularla, alentarla y proporcionarla una oportunidad para promover los intereses” del grupo entero.

Al conocer los resultados de la votación, “todos y cada uno deberían someterse a su decisión sin reservas y con alegría”. Los resultados “deben aceptarse escrupulosa e incuestionablemente por parte del cuerpo entero, ...por el propósito supremo de mantener la unidad y la armonía en la comunidad”, recordando que la elección se renueva cada año, justamente para poder corregir cualquier falla en la membresía. Quienes resulten electos deben considerarlo su obligación y responsabilidad aceptar con humildad el cargo que le ha sido encomendado, considerando que “pertenecer a una asamblea o comité es una forma de servicio, y no debe considerarse una señal de superioridad inherente, o un medio de auto-alabanza”. Más bien, “si sólo volviéramos nuestra mirada a las elevadas calificaciones de los miembros de las asambleas, ...nos sentiríamos llenos de sentimientos de ser indignos”.32 Ser electo para una institución, desde el punto de vista bahá'í, “no es un derecho que poseen las personas, ni un honor al cual deben aspirar; es un deber y una responsabilidad a la cual pueden ser llamadas”.33 El negarse a cumplir este deber sagrado se considera una falta grave:

Sólo casos de incapacidad física o mental, que por su misma naturaleza son sumamente raros, pueden constituir razones válidas para tal acción. Las dificultades y pruebas involucradas en la aceptación de cargos administrativos... deberían impulsarlos a esfuerzos aún mayores y a una participación más activa en Ia tarea privilegiada de resolver los problemas que confronta la comunidad... Deben aceptar su deber con un espíritu de abnegación y estar animados por el deseo de apoyar el veredicto del electorado y prestar la ayuda que puedan, por más difíciles que sean las circunstancias”.34

En suma, los procedimientos y métodos electorales bahá'ís defienden el derecho del individuo a escoger libremente por quién votar, a la vez que aseguran la directiva más calificada posible para la tarea. Protegen la unidad de la comunidad mientras cultivan la riqueza de su diversidad, y fomentan el “espíritu de responsabilidad” en el individuo. Finalmente, pero no por ello menos importante, liberan a los electos de “toda responsabilidad directa por sus políticas y decisiones ante sus electores”. Es decir, están “investidos de una autoridad que hace que no respondan por sus acciones y decisiones ante quienes las eligieron; con el solemne compromiso de seguir, bajo toda condición, los dictámenes de la más grande justicia, que es la única que puede introducir el reino de la Más Grande Paz, proclamada por Bahá'u'lIáh”.35


6. Un poder que no corrompe: ausencia de autoridad individual

Sin importar cuán desinteresada sea la persona que llegue a una posición de autoridad, la experiencia humana ha demostrado que “el poder corrompe”. Sin embargo, en las instituciones del mundo actual, seguimos viendo al poder y la autoridad concentrados en las manos de individuos. El poder y la autoridad llegan a ser abusados, empleándose para mandar y controlar a los demás y para proteger los propios intereses, en vez de servir los verdaderos intereses de la colectividad.36

En el sistema administrativo bahá’í, la autoridad pertenece a la institución, mientras ésta se encuentra en sesión, y no a sus miembros como individuos. Una vez levantada la sesión, los miembros de la institución tienen el mismo rango que cualquier otro miembro de la comunidad, con igual deber de obedecer la institución a la cual sirven. “Las personalidades no deben ser tenidas por centros alrededor de los cuales gira la comunidad, sino que deben estar subordinadas bajo todas condiciones, no importa cuán grandes sean sus méritos, a las asambleas debidamente constituidas... Nunca se puede valorizar excesivamente este principio cardinal de la administración bahá'í”.37

Adicionalmente, al interior de la institución, ninguno de sus miembros posee más voz o voto que cualquiera de los demás. Más bien, “todos los miembros tienen igual responsabilidad” para su funcionamiento eficiente.38 El coordinador no goza de ninguna autoridad especial como individuo, sino que simplemente desempeña una función que facilita la consulta. Incluso algunas instituciones bahá'ís hacen rotar periódicamente la función de coordinador, a fin de evitar cualquier concepto erróneo, ya sea entre sus mismos miembros o en la sociedad. El secretario tiene deberes específicos, y los demás miembros “deben estar dispuestos a aliviar al secretario del trabajo que no necesariamente deba realizar él mismo”.39 Esto se aplica tanto a las instituciones centrales como a sus diversos comités consultivos.

La actitud que debe caracterizar tanto a las instituciones como a sus miembros individuales es la del servicio hacia los demás. “Les incumbe... considerarse como los guardianes... para todos los que habitan en la tierra. Les compete consultar juntos y prestar atención a los intereses de los siervos de Dios, por amor a Él, del mismo modo como consideran sus propios intereses, y optar por lo que es apropiado y digno”.40 Su rol en la comunidad “no es la autoridad dictatorial, sino Ia humilde camaradería, no el poder arbitrario, sino un espíritu de franca y afectuosa consulta”. Deben esforzarse para “reconciliar los principios de misericordia y justicia, de libertad y sumisión, de la inviolabilidad del derecho del individuo y la renunciación, de la vigilancia, discreción y prudencia por una parte y la camaradería, franqueza y valentía por otra”.41

Los deberes de aquellos a quienes los amigos han elegido libre y concienzudamente como sus representantes, no son menos vitales y obligatorios que los deberes de aquellos quienes los eligieron. Su función no es dictar, sino consultar, y no sólo entre ellos mismos, sino en todo lo posible con los amigos a quienes representan... Nunca deben llegar a suponerse los ornamentos centrales [del grupo], intrínsecamente superiores a otros en capacidad o mérito... Deben acercarse a su tarea con extrema humildad y tratar de ganar, por su mente abierta, su alto sentido de justicia y deber, su franqueza, su modestia y su total dedicación al bienestar e intereses de... la humanidad, no sólo la confianza, el apoyo y respeto genuinos de aquellos a quienes sirven, sino también su estima y afecto verdaderos. En todo momento deben evitar el espíritu de exclusividad, la atmósfera de secreto, librarse de una actitud dominante, y abolir toda forma de prejuicio y pasión en sus deliberaciones. Deben, dentro de los límites de una sabia discreción, depositar su confianza en los amigos, darles a conocer sus planes, compartir con ellos sus problemas y angustias, y buscar su opinión y consejo...42

...que ganen por todos los medios a su alcance Ia confianza y el afecto de aquellos a quienes tienen el privilegio de servir. Suya es la obligación de investigar y familiarizarse con las opiniones consideradas, los sentimientos prevalecientes, y las convicciones personales de aquellos cuyo bienestar es su solemne responsabilidad promover. Suya es la obligación de depurar de una vez por todas, de sus deliberaciones y de la dirección general de sus asuntos, esa atmósfera de superioridad autosuficiente, de sospecha de secreto, del ambiente sofocante de la imposición dictatorial, en resumen, de cualquier palabra o acción que pudiera dar la sensación de parcialidad, egocentrismo y prejuicio. Suyo es el deber, mientras retienen en sus manos el derecho sagrado y exclusivo de la decisión final, de estimular la discusión, proveer información, ventilar quejas, dar la bienvenida a consejos, aún de los miembros más humildes e insignificantes…, dar a conocer sus razones, explicar sus planes, justificar sus acciones, revisar, si fuera necesario, su veredicto, fomentar el sentimiento de interdependencia y compañerismo, de mutua comprensión y confianza”.43


7. Unidad sin uniformidad / diversidad sin divisiones

El partidismo es una filosofía política desarrollada por la antigua civilización griega, según la cual la sociedad se divide en bloques o sectores que deben luchar entre sí por defender sus particulares intereses. Aunque puede haber tenido cierta utilidad en tiempos remotos, hoy por hoy este divisionismo amenaza con desgarrar la sociedad humana en pedazos cada vez más pequeños y destruir los mismos cimientos de la vida colectiva en el planeta. En sus manifestaciones más extremas, se intenta consolidar el poder mediante la eliminación de la diversidad humana, incluido el genocidio, o se tergiversa la diversidad para dividir a la población contra sí y tornarla de esta manera más “gobernable”. Otro resultado de la filosofía partidista es una profunda desarticulación a todo nivel y entre las diversas instancias, pues cada uno se preocupa principalmente por sus propios limitados intereses personales y no por el interés común.

El principio central en torno al cual giran todas las demás enseñanzas de Bahá’u’lláh es la unidad, manifestada en enunciados como los siguientes: “Ningún poder existirá si no es a través de la unidad”.44 “El bienestar de la humanidad, su paz y prosperidad son inalcanzables hasta que su unidad sea firmemente establecida”. “Tan potente es la luz de la unidad que puede iluminar a la tierra entera”. Sin embargo, este principio “no es un mero estallido de sentimentalismo ignorante o una expresión de vaga y piadosa esperanza… No constituye simplemente el enunciado de un ideal, sino que está inseparablemente vinculado a instituciones apropiadas para encarnar su verdad, para demostrar su validez y para perpetuar su influencia. Implica un cambio orgánico en la estructura de la sociedad actual, un cambio que todavía el mundo no ha experimentado”.45

La comunidad bahá'í lucha constantemente por lograr y perfeccionar su unidad de propósito, de pensamiento y de acción. Existe una coordinación tanto horizontal como vertical, resultado de una amplia consulta, por un lado, y de una estricta obediencia a las instituciones, por otro. Su orden administrativo representa un sistema “apartidista”* que reconoce la unidad orgánica de la sociedad a la vez que la riqueza de su diversidad, y refleja este principio en su estructura. Por ello, incluso en los asuntos civiles, se separa de “movimientos de carácter político, no importa cuán cerca estén sus ideales de los nuestros”, pues “somos uno solo en todo el mundo; estamos tratando de construir un Nuevo Orden Mundial... ¿Cómo podemos hacer esto si cada bahá'í es miembro de un partido político diferente, algunos de ellos diametralmente opuestos los unos a los otros? ¿Dónde queda nuestra unidad, entonces? A causa de la política estaríamos divididos los unos contra los otros y esto es contrario a nuestro propósito”.46

* Multipartidista = opera bajo varios partidos; unipartidista = admite un solo partido oficial; apartidista = funciona sin partidos.

Esto no significa que se desalienta la diversidad de opiniones; al contrario, es justamente en la diversidad donde se encuentra una de las mayores riquezas. Sin embargo, no se debe permitir que esta diversidad crea divisiones. La siguiente cita aclara las implicaciones de este principio cardinal:

Que no quede ningún recelo en cuanto al propósito que anima la Ley mundial de Bahá'u'lláh. Lejos de tender a la subversión de los fundamentos actuales de la sociedad, trata de ampliar su base, de amoldar sus instituciones en consonancia con las necesidades de un mundo en constante cambio. No está en conflicto con compromisos legítimos ni socava lealtades esenciales. Su propósito no es ni sofocar la llama de un sano e inteligente patriotismo en el corazón del hombre, ni abolir el sistema de autonomía nacional tan esencial cuando se busca evitar los males de un excesivo centralismo. No ignora ni intenta suprimir la diversidad de orígenes étnicos, de climas, de historia, de idioma y de tradición, de pensamiento y costumbres que distinguen a los pueblos y naciones del mundo. Insta a una lealtad más amplia, a un anhelo mayor que cualquiera que los que la raza humana ha sentido. Insiste en la subordinación de los móviles e intereses nacionales a los imperativos reclamos de un mundo unificado. Repudia el centralismo excesivo por una parte, y rechaza todo intento de uniformidad por otra. Su consigna es la unidad en diversidad...47


8. La participación universal: un pueblo ejecutivo

En muchas instituciones actuales, el gobierno o “ejecutivo” ofrece obras y servicios al electorado para mantenerlo contento con su desempeño – como precio que paga por consolidar su propia posición en el poder. Las pugnas partidistas que suelen llamarse elecciones toman a menudo la apariencia de concursos de “quién ofrece más”, sin tomar en cuenta de dónde provendrá lo ofrecido. Las obras y los servicios que llegan a realizarse suelen tomar formas más bien “prestigiosas” antes de centrarse en cuestiones prioritarias desde el punto de vista humano.48 Por su parte, los electores asumen la posición de receptores pasivos de los favores del gobierno, que exige y demanda cada vez más prestaciones de éste y sólo participa a cambio de un sueldo. Como resultado, se observan barrios y pueblos enteros degradados y degradantes, por la falta de participación popular en su propio mejoramiento.

La unidad en diversidad no serviría de nada si quedara meramente en bellas palabras y buenas intenciones. Debe ser operativa si ha de mostrar sus verdaderos frutos. El medio establecido por Bahá'u'lláh para ello se plasma en el principio de la “participación universal”. Una asamblea consultiva tiene autoridad para planificar y coordinar las actividades de su comunidad, pero es la población misma, cada miembro individual de la sociedad, quien tiene el poder de ejecutar las acciones. “La autoridad está concentrada en manos de los miembros elegidos”, mientras que “el poder y la iniciativa están depositados principalmente en la totalidad del cuerpo...”49 El poder, entonces, pertenece al pueblo; pero no el poder para mandar y controlar a los demás, sino para servirles. Por ello, las instituciones aspiran a desarrollar en la comunidad su poder para actuar,* a involucrar a todo hombre, mujer y niño, incluida cada minoría, en la tarea de contribuir a la riqueza del grupo con su diversidad. Deben “tratar de promover la amistad y concordia entre los amigos, borrar de los corazones toda huella de desconfianza, frialdad y distanciamiento, y asegurar en su lugar una cooperación activa y tesonera”.50

Es el deber y privilegio de las asambleas nacionales y locales... estimular a los grupos e individuos para que inicien y dirijan, con su conocimiento y asentimiento, cualquier actividad que sirva para enaltecer la labor que se han propuesto llevar a cabo. Sin conformarse con llamados dirigidos a todos y cada uno... para ofrecer sugerencias constructivas o planes que puedan remediar cualquier deficiencia existente, ellos deberían, por todos los medios a su alcance, estimular el espíritu emprendedor... Deberían tratar, mediante el contacto personal y los llamados por escrito, de imbuir al conjunto... con un sentido profundo de responsabilidad personal, y urgir a cada [persona], no importa que sea de elevada o baja condición, rico o pobre, para que conciba, formule y ejecute tales medidas y proyectos que redunden, a los ojos de sus representantes, a favor del poder y buen nombre [de la colectividad].51

* Una posible definición del empowerment o “empoderamiento”.


9. Administrar qué cosa: rescate del factor humano

Existe un obstáculo que debe ser superado antes de poder poner en práctica los principios que anteceden. Resulta que “la agresión y el conflicto han llegado a caracterizar a tal punto nuestros sistemas sociales, económicos y religiosos, que muchas personas han sucumbido a la creencia de que dicha conducta es intrínseca a la naturaleza humana y que, por lo tanto, no puede erradicarse”. Por lo general “se acepta ciegamente Ia hipótesis de que el ser humano es incorregiblemente egoísta y agresivo y, por lo tanto, incapaz de construir un sistema social a la vez progresivo y pacífico, dinámico y armonioso; un sistema que facilite el libre juego de creatividad e iniciativa individuales pero basado en la cooperación y la reciprocidad”.52

Aduciendo que “no se puede cambiar la naturaleza humana”, muchos sistemas administrativos de hoy han abandonado todo intento por cultivar actitudes dignas y cualidades nobles en sus gobernantes y gobernados, sino que se han limitado a implementar una serie de controles y contrapesos que eviten que esa “maldad inherente” del ser humano perjudique a la colectividad. Es más, esta creencia se ha convertido en una especie de “profecía que se auto-cumple” que ha venido forjando progresivamente una sociedad en la que el individuo no puede tener éxito si no refleja en su conducta dichas características de egoísmo, agresividad y conflicto. Naciones enteras se han visto obligadas a aplazar las prioridades humanas de sus pueblos para hacer frente a un mundo frenéticamente abocado a reivindicar a este concepto erróneo. Es más, en un afán por imponerse como única modalidad en el mundo y de esta manera justificar sus frágiles fundamentos filosóficos, este sistema ha marginado y aplastando a culturas enteras basadas en la armonía, cooperación y reciprocidad, frenando todo intento por pasar a una sociedad basada en el potencial humano para el bien, tachándolo de “utópico”.

Estas actitudes dañinas no siempre han existido; han sido enseñadas y aprendidas a lo largo de la historia de la tan aclamada “civilización occidental” que ha llevado a la humanidad hasta el borde de su autodestrucción. De la misma manera, se puede y debe enseñar y aprender nuevas y más saludables valores y principios. La necesidad apremiante de estas alternativas “exige una nueva evaluación de las suposiciones que sustentan el punto de vista común sobre la condición histórica de la humanidad”.

Examinada desapasionadamente, la evidencia revela que dicha conducta, lejos de reflejar la naturaleza genuina del hombre, representa una distorsión del espíritu humano. Reconocerlo permitirá a todos poner en marcha fuerzas sociales constructivas que, siendo acordes con Ia naturaleza humana, fomentarán la concordia y cooperación en vez de la guerra y el conflicto.53

Bahá'u'lláh no niega la existencia de una naturaleza codiciosa y destructiva en el ser humano, sino que la contrapone a otra naturaleza bondadosa y constructiva. El comprender al ser humano como poseedor de una doble naturaleza – una inferior y otra superior, y en constante dialéctica – abre la puerta a la posibilidad de superar los defectos en su carácter y cultivar aquellas cualidades de las cuales depende el progreso de la civilización. No niega el valor del castigo y el premio, del temor y la promesa, para promover la obediencia, sino que introduce además otro motivador mucho más poderoso: la voluntad de negarse un bien limitado, inmediato y personal por otro bien mayor, colectivo y a largo plazo; la búsqueda de la excelencia en todas las cosas; el deseo de hacer el mayor esfuerzo posible; una actitud de servicio, entendido como amor en acción.

Seguir tal rumbo no es negar el pasado de la humanidad sino comprenderla. La Fe Bahá'í considera la confusión actual del mundo y el estado calamitoso de los asuntos humanos como una etapa natural de un proceso orgánico que llevará inevitable e irresistiblemente a la unificación del género humano en un orden social único cuyos límites son los del planeta. La raza humana, en su condición de unidad orgánica sin parangón, ha pasado por etapas evolutivas análogas a las de la niñez y la infancia de los individuos que la componen y se encuentra ahora en la etapa final de su turbulenta adolescencia, aproximándose a su tan esperada mayoría de edad.54

Dentro de tal enfoque, una de las principales funciones de la administración es la de cultivar las virtudes latentes en cada individuo y cada comunidad, a fin de ponerlas al servicio de la humanidad. Este es el propósito fundamental del sistema administrativo bahá'í, que no es un fin en sí mismo “sino el instrumento del espíritu de la Fe” de Bahá'u'lláh, que “está destinada a beneficiar toda la raza humana”, bajo el convencimiento de que la única manera en que puede hacerlo es reformando la vida de comunidad del género humano a la vez que intenta regenerar al individuo. No es una utopía ni una nueva teoría social, sino una realidad latente que se encuentra en plena operación en todos los rincones del planeta, entre la más rica diversidad de que es capaz de producir la raza humana.

Reconocer sinceramente que el prejuicio, la guerra y la explotación han sido Ia expresión de etapas de inmadurez en un vasto proceso histórico y que la humanidad experimenta hoy el inevitable tumulto que señala su colectiva llegada a la mayoría de edad, no es razón para desesperarse. Más bien es un requisito previo para emprender la formidable tarea de construir un mundo pacífico. Que semejante empresa es posible, que existen las fuerzas constructivas necesarias para tal fin, que es posible levantar estructuras sociales unificadoras, es el tema que les exhortamos a examinar”.55


Conclusión:

Sería un error clasificar al orden administrativo bahá'í dentro las categorías actuales, generadas por el análisis de los sistemas del pasado. Necesariamente tiene algunas similitudes con todos ellos, pero no encaja por completo en ninguna de dichas clasificaciones, ya que posee suficientes diferencias como para considerarlo un nuevo fenómeno social. Es un modelo novedoso que merece ser estudiado más a fondo.

“El orden administrativo que yace encerrado en las Enseñanzas de Bahá’u’lláh... no debe ser identificado bajo circunstancia alguna con los principios básicos de las democracias de hoy. Tampoco es idéntico a cualquier forma de gobierno, ya sea autocrático o aristocrático. Las características reprensibles e inherentes cada una de estas formas de sistemas políticos se evita completamente. Combina, como no lo ha logrado ningún sistema de política humana hasta ahora, las verdades saludables y elementos beneficiosos que constituyen la valiosa contribución que cada una de estas formas de gobierno que ha hecho a la sociedad en el pasado.56


Referencias Bibliográficas:

1.    Informe sobre Desarrollo Humano – 1993, p. 6. Sobre este tema, se recomienda leer el capítulo 4: “Población y Gobernación”, pp. 74-92.
2.    Shoghi Effendi, La Meta de un Nuevo Orden Mundial, p. 9.
3.    Shoghi Effendi, Principios de Administración Bahá'í, p. 42.
4.    Meta, p. 21.
5.    Principios, p. 92.
6.    Principios, p. 90.
7.    Principios, pp. 90-1.
8.    Principios, p. 93.
9.    Paisajes de los Escritos de Bahá'u'lláh, pp. 169.
10. Pasajes, pp. 141.
11. Shoghi Effendi, Cuestiones concernientes al funcionamiento de la comunidad, p. 2.
12. Casa Universal de Justicia, Mensaje a los bahá'ís del mundo, abril de 1990.
13. Principios, pp. 104-5.
14. Meta, pp. 23-24.
15. ‘Abdu'l-Bahá, citado en La Consulta, p. 18.
16. Consulta, p. 14.
17. Consulta, p. 15.
18. Bahá'u'lláh.
19. Principios, pp. 45-46.
20. Selecciones de los Escritos de ‘Abdu'l-Bahá, p. 302.
21. Principios, p. 56.
22. Cuestiones, p. 8.
23. Cuestiones, p. 68.
24. Principios, pp. 45-46.
25. Principios, p. 56.
26. Principios, pp. 48-9.
27. Cuestiones, pp. 8-9.
28. Principios, p. 19.
29. Principios, p. 54.
30. Principios, p. 33.
31. Principios, p. 33.
32. Principios, pp. 75-6.
33. La Santidad de las Elecciones Bahá'ís.
34. Principios, pp. 103-4.
35. Principios, p. 51.
36. Véase Michael Karlberg, “Beyond the Culture of Contest – From Adversarialism to Mutualism in an Age of Interdependence”. Oxford: George Ronald Publisher, 2004, Cap. 2 - Power.
37. Principios, p. 68-9.
38. Principios, p. 94.
39. Principios, p. 94.
40. Principios, p. 42.
41. Principios, p. 50.
42. Principios, p. 52.
43. Principios, p. 97.
44. Consulta.
45. Meta, p. 24.
46. Principios, p. 34.
47. Meta, pp. 22-3.
48. Para un tratamiento profundo de este tema, véase PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, pp. 6-8 y Cap. 4.
49. Principios, p. 84.
50. Principios, p. 44.
51. Principios, p. 97-8.
52. Casa Universal de Justicia, Promesa de Paz Mundial.
53. Promesa.
54. Promesa.
55. Promesa.
56. Principios, pp. 83-4.


No hay comentarios.: