Requisito para la Gobernabilidad Local
“El mundo del pasado ha sido gobernado por la fuerza, y el hombre ha podido dominar a la mujer debido a sus cualidades más potentes y agresivas, tanto físicas como mentales. Pero el equilibrio está variando, la fuerza está perdiendo su dominio, y la actividad mental, la intuición y las cualidades espirituales de amor y servicio, en las que la mujer es fuerte, están ganando en poder. En adelante, tendremos una época menos masculina y más influenciada por los ideales femeninos o, para explicarnos más exactamente, será una época en la que los elementos masculinos y los femeninos de la civilización estarán más equilibrados”.
– ‘Abdu’l-Bahá –
Introducción:
La descentralización es un tema de actualidad con sus defensores y detractores, en cuyo corazón rondan cuestiones de gobernabilidad.[1] ¿Descentralizar significa proyectar o replicar a nivel local los modelos existentes en el ámbito central? ¿O significa buscar nuevas alternativas que superen los tan sonados vicios de los gobiernos nacionales?
Para el economista argentino José Luis Coraggio, la descentralización es un proyecto neoliberal de los países centrales, el cual “usa arbitrariamente el poder estatal, sin consulta, sin participación, paternalista o dictatorialmente, para imponer a la sociedad una llamada liberación del Estado”. Esto se logra a través de “un sistema de manipulación de la opinión pública” al son de discursos populistas y basistas que “atribuyen (al menos formalmente) al pueblo una sabiduría ‘natural’ e idealizan la cultura popular”.
Después de las elecciones, sin embargo, se hace “tabla rasa de todas las expectativas creadas durante su campaña electoral para hacer gala del ‘realismo’ y convertirse en fervorosos implementadores de las ‘políticas de ajuste’”. Todo ello tiene como propósito oculto debilitar al Estado, poniendo en juego, no su existencia o magnitud, sino “sus funciones, sus poderes vis-a-vis la sociedad”; en particular sus políticas sociales.[2]
Frente a esta situación, es interesante que Coraggio no se opone a la descentralización, sino que plantea un proyecto democratizante que “promueve sus propias acciones” y que “dispute el sentido a las acciones de la descentralización que promueven las fuerzas neoliberales”. Al estilo karateca, se “debe usar la fuerza del enemigo para vencerlo”. Las “fuerzas centrífugas del Estado” deben ser “convertidas en fuerzas propias..., planteando una redefinición explícita del Estado y sus funciones, una reforma profunda tanto de éste como de la sociedad política y una lucha en el terreno de los valores dentro del mismo campo popular” (p. 23).
Dicha reforma implica una lucha cultural que “se opone a la tesis de las virtudes de la competencia salvaje y desigual, afianzando y probando la eficacia de mecanismos solidarios alternativos”, restándole “al automatismo del mercado la capacidad de ‘decidir’ nuestras condiciones de vida, sino de reafirmar la responsabilidad humana por la dirección de la sociedad”.
Hace necesario “un tipo de cuadros dirigentes medios que se mantengan arraigados en sus bases y que sean ejemplares” e “ir perfilando formas alternativas de organizar la convivencia social” (pp. 25-26). Significa colocar al ideal de la participación antes que el verticalismo eficientista, superar “el nivel del interés particular inmediato”, restituir “la dignidad del cargo público”, reintroducir “la responsabilidad administrativa”, gobernar “para la sociedad en su conjunto” y afirmar “un diálogo no manipulador entre sociedad y Estado” (pp. 27-34).
Tal estado de cosas permitiría “poner en marcha un proceso pluralista”, construir “consensos dinámicos”, recobrar “el sentido trascendente de la vida social”, afirmar una “nueva base de valores”, impulsar “nuevas prácticas, emprender “un proceso de transformación cultural, de creación de nuevas formas de poder social y de una nueva vida social”, una “reforma fuerte de formas administrativas, políticas, corporativas y de vida cotidiana misma”. Resultaría en la superación del “juego de la representación y lucha por el poder”, reemplazándolo con la “acción interdependiente”, la “solución de problemas comunes”, pues “reduciría el confrontacionismo, se valoraría la cooperación, la negociación, la transacción, el diálogo, el reconocimiento del otro; se respetarían sus perspectivas e intereses” (pp. 35-47).
Es una visión de futuro verdaderamente inspiradora, similar a la de tantos autores del desarrollo local y humano. El problema con tales planteamientos es que contradicen los supuestos más fundamentales de las teorías sociales dominantes, en particular las de la economía y politología. Según los economistas, el ser humano es por naturaleza un animal competitivo, agresivo, acaparador y motivado únicamente por la ganancia material (el homo economicus), mientras que las nuevas propuestas económicas exigen una actitud de cooperación, limitación de los deseos propios y consideración de la necesidad ajena.
Por su parte, los politólogos sostienen que la sociedad humana funciona en base a la pugna de poderes, en un conflicto endémico que abarca todos los aspectos del quehacer humano. Esto contrasta con propuestas basadas en procesos de concertación y consenso, en la sinergia orgánica de los diversos sectores de la sociedad. Es precisamente esta enorme brecha entre los nuevos planteamientos socio–político–económicas por un lado y las teorías sociales dominantes por otro, lo que ha dificultado el logro de la voluntad política necesaria para implementar las medidas propuestas.
Cultura “X” y Cultura “Y”:
El presente ensayo tiene como finalidad proponer que el logro de reformas como la descrita por Coraggio, no es tan utópico como suponen muchos cientistas sociales, sino que se encuentra a nuestro alcance inmediato. Pues los recursos necesarios existen ya, dentro de cada ser humano y de la sociedad; son una parte nuestra que por siglos ha sido menospreciada y relegada al margen de la vida económica y política.
Resulta que las características humanas que Coraggio y sus similares plantean como necesarias para el cambio, son precisamente aquellas cualidades que por tradición han sido asociadas con la mujer, mientras que los aspectos que sustentan los conceptos del homo economicus y el conflicto social endémico, son valores tradicionalmente atribuidos al hombre.
Es nuestra tesis que ninguna de estas características define totalmente al ser humano, ya sea éste de sexo masculino o femenino. No se puede afirmar que la mujer se define enteramente de la una forma y el hombre de la otra; cada persona es capaz de manifestar en una situación dada cualquier combinación de ellas. Más bien, estas cualidades deben analizarse como si fuesen elementos de dos culturas diferentes, que podríamos denominar la cultura “X” y la cultura “Y”.
Por ejemplo, la cultura “X” se conoce por su conservación de los logros obtenidos, su actitud de servicio al bien común, de cooperación y empoderamiento a los demás, y el afán de compartir, mientras que la cultura “Y” es reconocida por su deseo de continua conquista de nuevos horizontes, de obtener control y dominación sobre otros, su espíritu de competencia, pugna de poderes y el afán de acaparar.
Para dar otros ejemplos, la cultura “X” valoriza la conciliación en tiempos difíciles, buscando la unidad en la diversidad, procurando resolver los conflictos mediante acuerdos donde todos ganan, mientras que la cultura “Y” prefiere la confrontación en momentos tensos, dicotomi- zando en división o uniformidad, en donde los conflictos suelen terminar con ganadores y perdedores. La cultura “X” se destaca por la ternura, la sensibilidad afectiva, la intuición, mientras que la cultura “Y” enfatiza la agresividad, la frialdad emocional, la racionalidad. En la cultura “X”, la producción y el consumo se priorizan en función de la calidad de vida humana, dando importancia a eficacia y las relaciones interpersonales, mientras que en la cultura “Y”, la producción, el consumo y la maximización de la renta suelen percibirse como fines en sí mismos, enfatizándose la eficiencia, los objetos y el trabajo a realizarse.
Las diferencias señaladas no suponen cuestiones de bien y mal; no se está sugiriendo que una sea mejor o peor que otra. Más bien consideramos que son complementarias; es la ubicación excesiva en una de las dos “culturas”, a exclusión de la otra la, que produce trastornos en la sociedad. Sostenemos que es precisamente una de las grandes falencias de la civilización occidental moderna el haberse identificado casi por entero con las características “Y”, menospreciando a las “X”. Como ejemplo de lo que puede suceder cuando se llega a tales extremos, la reconocida revista The Economist, en un análisis del documental “The Corporation” filmado por Marck Achbar et al., se concluye que ”la corporación es un psicópata”:
“Como todo psicópata, la corporación se interesa únicamente en sí misma: su propósito es crear riquezas para sus accionistas. Y como todo psicópata, es irresponsable, pues pone a otros en riesgo para satisfacer su objetivo de maximizar sus utilidades, perjudicando a los empleados y clientes, y dañando al medio ambiente. Lo manipula todo. Es ególatra, insistiendo constantemente que es la mejor, la número uno. Carece de empatía, se niega a responsabilizarse de sus acciones y no siente remordimientos. Sólo se relaciona con otros de manera superficial, a través de versiones fantasiosas de sí misma, fabricadas por consultores en relaciones públicas y mercadotecnia. En resumen, si se acepta como válida la metáfora de una empresa como individuo, entonces la corporación resulta clínicamente demente”.[3]
Historia de un Divorcio:
No siempre ha predominado la cultura “Y”. En las sociedades llamadas “primitivas”, fueron justamente las cualidades “X” las más útiles para mantener un estilo de vida positivo al interior de la comunidad, mientras que las “Y” servían más para relacionarse con el mundo exterior y hacían daño al ser dirigidas hacia adentro de la aldea. Por ejemplo, el espíritu de conquista servía bien para abrir nuevos territorios a la recolección y cacería, pero al ser dirigido hacia el interior de la comunidad, daba lugar a desgastantes conflictos de propiedad. A la inversa, una actitud de servicio a otros es importante dentro de una aldea, pero podría resultar fatal al ser orientada hacia un enemigo que la esté atacando.
Debido a consideraciones pragmáticas como la fuerza física del hombre y la función reproductora de la mujer, los dos sexos fueron asumiendo roles diferenciados en la sociedad. Esto determinó paulatinamente un desarrollo preferencia de las características “X” entre sus miembros femeninos “Y” entre los masculinos. Pues los roles del hombre requerían y favorecían el desarrollo de las características “Y”, mientras que los de la mujer hacían prevalecer en ella las “X”.
A lo largo de los siglos, dichas características se convirtieron en los conocidos estereotipos de género, que se fortalecían al ser pasados de una generación a otra. El resultado fue la conformación de prácticamente una cultura para la mujer (“X”) y otra para el hombre “Y”, llegando a tal extremo esta dicotomización que solía ser avergonzado el hombre que evidenciaba cualidades de tipo “X” y mal vista la mujer que incursionaba en los roles reservados para la cultura “Y”.
Mientras las agrupaciones humanas se mantenían relativamente distanciadas geográficamente, debido a la baja concentración demográfica, las características “Y” no tenían tanta importancia como las “X”, pues las relaciones con los pueblos vecinos eran escasas. Sin embargo, según el Dr. Moojan Momen, a medida aumentaba la población y se acercaban físicamente los pueblos, los encargados del contacto con el mundo externo, siendo hombres con la cultura “Y”, naturalmente trataron a tales contactos según esa cultura, “desarrollándose pugnas de poder, con un grupo subyugando a otro”.[4] La cultura “Y” fue ganando cada vez más importancia frente a la cultura “X”, incluso al interior de cada pueblo, paulatinamente expulsando a ésta del ámbito público y relegándola a lo doméstico.
Este proceso llegó a su clímax con la consolidación de la civilización occidental moderna y su conquista y colonización imperialista de prácticamente el mundo entero. Esta cultura predominantemente “Y” entró en contacto con culturas predominantemente “X”, lo cual facilitó enormemente su conquista y dominación. El Dr. Momen explica esta dinámica así:
“Si se tiene dos grupos, A y B, en los cuales el primero tiene al poder como su valor supremo y el segundo no lo hace, entonces el Grupo B pierde sin importar lo que haga. Si se mantiene fiel a sus valores y se niega a competir por el poder con el Grupo A, es subyugado y los valores de A le son impuestos. Si B compite con A, esto sólo podrá lograrse mediante la lucha por el poder. En este caso, B también adopta al poder como valor y, por tanto, pierde sus propios valores. De cualquier forma, A logra imponer sus valores en B”.
Surge el Machismo Científico:
Las ciencias sociales, tal y como se conocen actualmente, nacieron dentro del marco de esta cultura occidental. Es natural, por tanto, que hayan descrito a las sociedades evolucionadas y modernas en términos de la cultura “Y”; y que los aspectos “X”, predominantes en los pueblos conquistados, fueran considerados menos evolucionados, retrógrados, tradicionales, primitivos. A fin de justificar la predilección de su propia cultura occidental por los valores de tipo “Y”, los cientistas sociales atribuyeron a la naturaleza fundamental del ser humano y su sociedad las características “Y” de dominación, competencia, lucha por el poder, conflicto, agresividad, racionalidad, etc. Las cualidades de tipo “X” quedaron relegadas al estado primitivo de la sociedad, la etapa infantil del individuo, y a la mujer.
Esta forma de hacer ciencia social determinó el surgimiento del machismo en su expresión moderna, por lo que podríamos llamarlo “machismo científico”.[5] Aunque últimamente se cuestiona la creencia de que el hombre sea superior a la mujer, todavía es muy fuerte en la sociedad el supuesto de que las cualidades “Y” sean superiores a las “X”. Esto se debe en gran parte a la influencia de las ciencias sociales occidentales por que, citando nuevamente a Momen, “el grupo en el poder tiende a construir la realidad social y es capaz de imponerla en el resto de la sociedad, mediante el control de la educación, información y religión, por ejemplo.
Y desde luego, aquellos grupos que perciben al poder como su valor supremo suelen ser los dominantes”. De este modo, la cultura “Y” ha llegado a ser el ideal de la civilización occidental, al cual aspiran todos, tanto hombres como mujeres.[6] En la medida que un hombre o una mujer manifiesta las características “Y”, es capaz de escalar posiciones empresariales o políticas, mientras que los hombres y las mujeres que han preferido la cultura “X” son vistos como débiles o afeminados.[7]
Redefinición del Poder y la Autoridad:
Uno de los aspectos más salientes que diferencia a estas dos culturas es la cuestión del poder y la autoridad necesaria para ejercerlo. En una declaración emitida con ocasión de la Cumbre Mundial del Desarrollo Social en 1995, la Comunidad Internacional Bahá'í, la mayor ONG internacional con estátus consultivo ante la Organización de las Naciones Unidas, pide una “urgente redefinición” de estos términos tan familiares:
“A lo largo de la historia el poder se ha solido interpretar como prerrogativa de algunas personas o grupos. A menudo... ha llegado a concebirse simplemente en términos de medios a ser empleados contra los demás. Esta interpretación del poder se ha convertido en un rasgo ingénito de la cultura de división y conflicto.... En general, el poder ha sido ... un atributo especialmente asociado a la persona del hombre, más que a la mujer, y cuya principal consecuencia ha sido conferir a sus beneficiarios la capacidad de adquirir, prevalecer, dominar, resistir y vencer.
Los hábitos y actitudes relacionados con los usos del poder... han rozado ya los límites de su eficacia. Hoy día... persistir en la idea de que el poder reporta ventajas para los varios segmentos de la familia humana es errar gravemente en la teoría y ya no acarrea utilidad práctica alguna para el desarrollo económico y social del planeta... En su expresión tradicional y competitiva, el poder es tan ajeno a las necesidades del futuro de la humanidad como pueden serlo las técnicas de locomoción ferroviaria a la tarea de poner satélites espaciales en órbita.
... La especie humana... siente el apremio de sacudirse una idea del poder y de su empleo heredado de antiguo. Que puede conseguirlo queda probado por el hecho de que... la humanidad siempre ha acertado a concebir el poder de otras maneras mucho más congruentes con sus esperanzas. La Historia suministra amplia evidencia de que ha habido personas de todos los orígenes que, a lo largo de las épocas, han sacado partido, por muy intermitente e inadecuadamente que sea, de una amplia gama de recursos creativos propios... el poder mismo de la verdad... la fuerza de carácter... el influjo del ejemplo... la fuerza impresionante que puede ejercer la unidad, fuerza cuyo influjo es “tan poderoso” – en palabras de Bahá’u’lláh– que puede iluminar la Tierra entera”.[8]
Conclusión y Recomendaciones:
La situación analizada en el presente ensayo ha puesto a un mundo globalizado entre la espada y la pared. Por un lado, un sistema político basado en la pugna de poderes, y un sistema económico basado en el acaparamiento ilimitado, han dejado de servir los mayores intereses de la raza humana toda. Por otro lado, una teoría social dominante que hace paradigma de las características “Y” en el ser humano y su sociedad, cierra el paso ante toda propuesta que requiera del cultivo de valores de tipo “X” para ser viable, como es el caso en Coraggio y muchos planteamientos de desarrollo local y humano. Ante este impasse, hay quienes creen que el problema consiste en que la cultura “Y” aún no ha sido bien implantada, y otros que proponen una especie de revolución feminista hacia una cultura “X” en extremo. Tampoco falta un tercer grupo que ha perdido toda esperanza de hallar soluciones a los problemas de gobernabilidad que enfrenta la descentralización.
Es la opinión del presente autor que la salida consiste en reconocer la necesidad y posibilidad de un mayor equilibrio entre las culturas “X” y “Y”. Esto implica aceptar que no es sólo posible sino indispensable construir una nueva cultura socio–político–económica (que llamaremos la cultura “Z”) que integre los elementos de las dos anteriores en forma armoniosa, en la que cada cualidad tiene su sitio apropiado y donde se reconoce también en qué lugares no es apropiado aplicar una característica determinada.
Femenina --- Equilibrio --- Masculina
“Primitiva” - Masc/Femin - “Moderna”
La aplicación de esta propuesta requerirá de una estrategia que abarque la investigación, la educación y la legislación. En cuanto a la investigación, se requiere de un magno esfuerzo en todas las ramas de las Ciencias Sociales por deconstruir las teorías que sustentan el Machismo Científico y que han cumplido ya su vida útil. Por ejemplo, se necesita análisis antropológicos de las culturas “X” y “Y”, así como investigaciones en torno a los actuales referentes, por pocos o muchos que éstos puedan ser, de la cultura “Z”.
Por otro lado, será necesario un esfuerzo de reeducación de las masas de la sociedad, sin el cual ninguna reforma, por excelente que sea, podrá tener éxito. Se dice que los adelantos científicos requieren por lo general 20 años para llegar a incorporarse dentro del sistema educativo y 3 generaciones para hacerse de conocimiento popular. Es necesario un esfuerzo perentorio por acortar dichos plazos en este caso de tan vital importancia. Sin embargo, la educación por sí sola no logrará el cambio anticipado sin amplias reformas legislativas para eliminar muchos de los excesos de la cultura “Y” e implantar aspectos de la cultura “X” que aún no han encontrado expresión institucional.
Sólo mediante tal construcción de una sociedad más femenina y menos masculina se podrá implementar las reformas necesarias para lograr la descentralización que cumpla con la tan ansiada gobernabilidad local.
Notas:
1. Es curioso notar que en inglés, “governance” habla de la capacidad de las autoridades para gobernar, mientras que su par más común en castellano, “gobernabilidad”, implica la habilidad del pueblo para ser gobernado, siendo según Coraggio (1997, 21) una “expresión teórica de la imposibilidad de ejecutar estos programas a través de procesos participativos y democráticos”. Quizás sea por ello que algunos autores actualmente optan por el neologismo “gobernanza”, vocablo que no obstante evitaremos en el presente trabajo.
2. Coraggio, José Luis, Descentralización, el Día Después. Buenos Aires: Oficina de Publicaciones del Ciclo Básico Común, Cuadernos de Postgrado, Universidad de Buenos Aires, 1997, pp. 18-19.
3. Sin autor, The Lunatic you Work For, The Economist, 8 de mayo de 2004, p. 64.
4. Momen, Moojan, In all the Ways that Matter, Women don’t Count, en Bahá'í Studies Review, Vol. 4.1, Association for Bahá'í Studies, 1994, sin paginación disponible. URL: http://bahai-library.com/bsr/bsr04/44_momen_women.htm.
5. Se trata de una comparación intencional con el “racismo científico” que estuvo en vigencia hasta la finalización de la II Guerra Mundial. Se considera que el racismo científico gozó de gran popularidad en Occidente más por razones políticas que científicas y luego de 1945 perdió popularidad por los mismos motivos. El presente autor sostiene que la predilección de los cientistas sociales por la cultura “Y” a la hora de definir al ser humano y su sociedad, corre una suerte similar.
6. Al respecto, Momen considera que el patriarcado (una sociedad en la que predomina la cultura “Y”, en términos del presente ensayo): “...no es sólo cuestión del género de quienes ostentan posiciones de poder y autoridad. Existe un conjunto de valores típicos del patriarcado. Estos valores continúan en vigencia aún cuando, como ocurrió en Bretaña durante los años 1980, reinaban una monarca y una primer ministra. Estas dos mujeres no transformaron al país de patriarcado a matriarcado. Seguía siendo un patriarcado con sus viejos valores. Estas mujeres simplemente se convirtieron en “varones honorarios” dentro de la estructura del patriarcado” (el énfasis es mío).
7. Mónica Bernal, terapeuta familiar en el Valle de los Chillos, ilustra este hecho con el ejemplo del joven que fue llevado a su consultorio por su madre, preocupada ésta por la supuesta homosexualidad de aquél y pidiendo a la terapeuta “componerle”. Durante la sesión, el joven dijo no haber tenido contacto sexual alguno con miembros del sexo masculino, ni fantaseado con ello, ni planeaba hacerlo. Se le preguntó por qué entonces se creía homosexual, ante lo cual enumeró varias de las cualidades de la cultura “X”, diciendo que éstas no eran propias de un verdadero hombre. Al parecer de la terapeuta, esta forma de pensar no es poco común. Algunos autores hablan del “hombre metrosexual” al describir esta tendencia entre los jóvenes citadinos actuales a desarrollar mayores cualidades “X” que en sociedades más tradicionales.
8. Comunidad Internacional Bahá'í, “Prosperidad Mundial”. Enunciado emitido con ocasión de la Cumbre Mundial del Desarrollo Social, 1995, sección VI. URL de la versión en inglés: http://bahai-library.com/?file=bic_prosperity_humankind.html.
1 comentario:
Era a este post al que me refería!
Saludos!
Publicar un comentario