jueves, agosto 05, 2004

Ética de la Representación


El Caso de la “Niña del Napalm” [1]

La clásica foto de la “niña del napalm”, Phan Thi Kim Phuc, llegó a ser icono de la guerra en Vietnam cuando el presente autor era ya un adolescente, involucrado en el movimiento por la paz. Es una obra que logró escapar la censura de la prensa para convertirse en una poderosa crítica y autocrítica de la guerra (Sontag 2003, 77-8), pese al cuestionamiento de su autenticidad por parte de Nixon (CBS, 2002).



Siempre habíamos asociado esta imagen con la inmoralidad de la guerra, pero el propósito de este pequeño ensayo es más bien estudiar el aspecto ético de la imagen como representación de y por sí misma. Para ello se analizará los aspectos del dominio de la fotografía, su afectación de la identidad del sujeto, el posible erotismo de la imagen y la utilización de la misma.

Obviamente, no hay cuestión del dominio de alguna obra creativa que aparezca en la imagen (Edelman 1998), a menos que el ejército quiera reclamar los derechos de autor sobre la devastación de un pueblo. Los negativos pertenecen físicamente a la Associated Press (AP), para quien trabajaba el fotógrafo Nick Ut, encontrándose aún en su caja fuerte.

Desde el 27 de junio de 2000, una impresión original forma parte de la exhibición eufemísticamente llamada "Making the Modern World", en el London Science Museum. La imagen le mereció al Sr. Ut el premio Pulitzer en 1973, además de varios premios menores de World Press Photo, Sigma Delta Chi, George Polk Memorial, Overseas Press Club y Associated Press Managing Editors (APME).

En consecuencia, esta toma y las inmediatamente anteriores y posteriores se venden por cientos de libras esterlinas cada una. Varios libros han abordado el tema, como “The Girl in the Picture” por Denise Chong y “The Survivor” por Horst Faas et al., y numerosos artistas han realizado obras inspiradas en la foto, como Anton Kern con su escultura titulada “Obscured”. La imagen es tan poderosa que fue apropiada inmediatamente, tanto por los comunistas de Vietnam como por el movimiento antiguerra en Norteamérica y el mundo.

¿Es dueña Kim Phuc de su propia imagen, o se ha robado su intimidad? Se podría decir que ha sido afectada su intimidad no sólo física, sino también espiritual, pues al momento de la toma había desnudado su alma en un desesperado grito de terror. No ha ganado más que el dudoso privilegio del reconocimiento mundial, pese a lo cual no ha reclamado su “derecho legal a vender su imagen” (Becker 1988, xiii). Más bien ha expresado el deseo de que la fotografía sea vista por futuras generaciones: “Dejen que el mundo vea cuán horrible puede ser la guerra” (Faas).

Susan Sontag habla de fotografías de “víctimas anónimas” a quienes “la dimensión homicida de la guerra destruye lo que (los) identifica… como individuos, incluso como seres humanos”, permitiendo al público “mirar la guerra a distancia, como imagen”; y de aquellas otras que “aproximan al espectador demasiado”, dando “información innecesaria e indecente” (2003, 73-75).

Considero que ninguna de estas categorías cabe aquí, pues estamos ante una foto sincera, con nombre y apellido, que involucra directamente al observador en un encuentro frontal e inevitable de miradas, pero a la vez lo respeta, dejándolo espacio para la reflexión. El sujeto aquí no es sólo “alguien que ha de ser visto”, sino “alguien que también ve” (Sontag 2003, 86).

¿Se le ha robado su identidad, o se le ha regalado otra nueva? En un momento era una sana y alegre niña campesina, rodeada de amor y sin preocupaciones, y al siguiente cambió su identidad: por siempre sería la niña quemada, la niña angustiada, la niña desnuda, la niña que le gritó al mundo: “¡La guerra duele!” La actitud del fotógrafo Nick Ut fue acoger a la niña, verter agua en sus quemaduras y llevarla al hospital Cu Chi en su vehículo, donde convenció al personal médico no dejarla por desahuciada. La visitó regularmente durante sus 17 operaciones y 14 meses de rehabilitación.

Durante un segundo ataque contra la aldea, Nick fue alcanzado por un mortero mientras acudía nuevamente al auxilio de Kim. En entrevistas posteriores, no mencionó haber ayudado a Kim, pero 28 años más tarde, en Londres, ésta dijo a la Reina de Inglaterra: “Él salvó mi vida. ¡Es un hombre maravilloso! Estoy tan agradecida de que no se limitara a hacer su trabajo, sino que fuera un ser humano que ayuda a otros”.

Actualmente Kim, que está por cumplir sus 40 años, trabaja para las Naciones Unidas desde 1997 como Embajadora de Buena Voluntad (goodwill ambassador) que promueve la paz mundial. Vive una vida tranquila en Canadá con sus padres, esposo y dos hijos. Ha establecido la Kim Foundation para “atender a los hijos de la guerra”, con oficinas en Ontario y Chicago, pues desea “devolver lo que tantos aportaron a mi curación". Ella y Nick, a quien llama “Tío Ut” son grandes amigos y hablan por teléfono casi cada semana.

Obviamente su vida cambió, pero la verdadera pérdida de identidad habría sido dejarse amargar por la experiencia. Sin embargo, no conoce el odio: “Si pudiese hablar con el piloto que dejó caer la bomba –admitió– le diría que no podemos cambiar la historia”. Años después tuvo la oportunidad de reconciliarse con uno de ellos, quien la expresó su arrepentimiento y fue perdonado por ella. "Si, yo perdono –dice– pero no olvido, para poder evitar que lo mismo suceda de nuevo". (Faas)

Sontag (2004, 4) también sugiere un paralelo entre la tortura y la pornografía. ¿Será que esta imagen impacta tanto por que despierta en algún resquicio del cerebro primitivo una confluencia de la desnudez y el sexo, de los instintos de supervivencia y reproducción, del dolor y el orgasmo? Incluso vocablos relacionados con el incidente podrían evocar en una audiencia angloparlante, aunque en forma subliminal, cierta asociación con el sexo: su nombre Thi suena como thigh (muslo) y Phuc podría leerse como el vulgar "fuck", aunque se pronuncia la “p” y la “h” aspirada; el nombre del pueblo, "Bang", también es referencia vulgar al coito en inglés.

¿A quién le gustaría que le vean desnudo(a) por la calle? Mucho menos que le tomen una foto de cuerpo entero y peor aún que esa fotografía circule por el mundo entero. De hecho, el editor del AP rechazó la foto por motivos de la desnudez frontal, prohibida para toda edad y sexo en 1972. Esto dio lugar a una acalorada discusión que fue resuelta al llegar el jefe del departamento fotográfico, quien decidió que, debido al valor noticioso de la imagen, habría que hacer una excepción a condición de no transmitir ningún acercamiento de la niña fuera de contexto (Faas).

Es interesante notar que “New York Times” describió la foto ambiguamente como de aquellas “obras que han servido para inflamar las pasiones” (Barringer, 1999). Se esperaría, sin embargo, que el patético horror de la escena extinga cualquier chispa de posible erotismo en su mensaje.

Más bien su desnudez, tanto física como espiritual, abre otra dimensión al análisis. Se ha despojado de la indumentaria tradicional de su pueblo que la distinguía del resto. De pronto ya no es sólo una vietnamita más, sino toda niña ante su espejo, viendo en ella un reflejo de sí misma. Su dolor la ha despojado además de las buenas costumbres y las maneras refinadas, casi coreografiadas, de su estricta formación oriental.

De pies a cabeza y hasta las puntas de los dedos, toda ella expresa en un solo gesto unívoco el dolor, que todo ser humano ha experimentado en algún momento. Ya no sufre por que pertenece a una cultura atrasada y violenta (Sontag), sino por enfrentar lo “moderno”. Como un Cristo crucificado, carga por un instante todo el dolor, el pecado y la vergüenza de la humanidad. Es todo hombre y toda mujer; nosotros estamos en ella y ella en nosotros.

Y quizás aquí es donde se encuentra la más profunda moralidad de esta imagen. Pues ser moral no es sólo dejar de hacer el mal: no matar, no robar, no mentir, no fornicar, no drogarse, etc.; según tal definición, una piedra sería más moral que cualquier humano. Más bien, la verdadera moralidad se expresa en una activa preocupación por un círculo social que se amplía sucesivamente a partir del ego, un espiral que se extiende cada vez más hacia nuestros congéneres, hasta abarcar la raza humana toda. Son representaciones como la de Kim Phuc las que llaman a los corazones hacia esta grandeza que puede ser suya.


Notas:

1. Phan Thi Kim Phuc, una sur-vietnamita de 9 años, corre detrás de su hermano mayor, Phan Thanh Tam, por la carretera Route 1 el 8 de junio de 1972, tras un bombardeo con napalm contra su aldea natal, Trang Bang, 25 millas al oeste de Saigón.

Kim se ha despojado de sus ropas, que estaban en llamas, y ahora el fuego consume la piel y carne de su espalda y brazos. Su cuerpo es un clásico cuadro de intenso dolor y grita "Nong qua, nong qua" (¡Me quemo! ¡Me quemo!).

Detrás de ellos van algunos primos y un grupo de soldados sur-vietnameses. El hermano Thanh perdió un ojo, mientras que otros dos primitos murieron a causa de sus quemaduras. Mientras la atendían, Kim le confesó a su hermano: "Creo que voy a morir”.

La Guerra de Vietnam duró de 1959 a 1975 e involucró a Vietnam del Norte y el Frente de Liberación Nacional (FLN) en un conflicto con las Fuerzas Armadas de Vietnam del Sur con el apoyo de los Estados Unidos.


Bibliografía:

Barringer Felicity, Journalism's Greatest Hits: Two Lists of a Century's Top Stories. New York Times, 1 Marzo 1999. Sección C, página 1, Columna 2.

Becker Howard S., Foreword. Image, Ethics, and Organization. En Larry Gross , John Stuart Katz, and Jay Ruby (eds.), Image Ethics. The Moral Rights of Subjects in Photographs, Film, and Television. New York: Oxford University Press, 1988.

CBS News, Nixon, the A-Bomb, and Napalm, March 5, 2002 11:15:04. Internet en URL: http://www.cbsnews.com/stories/2002/03/05/politics/main502986.shtml.

Edelman Bernard et al., Pictures and Politics. Beyond the Frame Le Monde Diplomatique, October 1998.

Faas Horst et al., The Survivor: Phan Thi Kim Phuc and the Photographer Nick Ut. The Digital Journalist, Issue 8, URL: http://digitaljournalist.org/issue0008/ng_intro.htm (sin paginación).

Hall Stuart, Chap. 1, The Work of Representation. En Stuart Hall, ed. Representation. Cultural Representations and Sygnifying Practices. London: Sage 199.

Lezama Alejandro O. La Imagen Audiovisual en Antropología. Revista Chilena de Antropología Visual No. 1 (Internet).

Ruby Jay, Antropología Visual Revista Chilena de Antropología Visual No.2 (Internet).

Rusowsky Daniela F., Antropología Audio-Visual. Revista Chilena de Antropología No.2, (Internet).

Sontag Susan, Ante el dolor de los demás. Bogotá, Editorial Alfaragua, 2003.

Sontag Susan, Regarding the Torture of Others. (Internet, May 23, 2004).

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