lunes, septiembre 19, 2005

ONG’s: Nuevo Actor Social

Lo que sigue es un análisis crítico de “Las organizaciones no gubernamentales: un nuevo actor social”, por Carlos Cortés.

Carlos Cortés plantea este trabajo como una reflexión sobre la situación actual de las organizaciones no gubernamentales (ONG's) y algunos de los retos que éstas enfrentan, particularmente en lo que se refiere a los procesos sociales en el medio rural mexicano.

Comienza caracterizando el “universo heterogéneo” de las ONG's, comparando el valor relativo de distintos criterios para su análisis. En lugar del enfoque común que considera su estatus legal, su ámbito de cobertura y la temática de su enfoque, Cortés prefiere partir de su definición frente al estado y sus relaciones con éste.



Así, algunas ONG's simplemente suplen las deficiencias del gobierno, otros son críticos de éste y plantean propuestas alternativas, mientras que unos pocos pugnan abiertamente por reformar la distribución del poder. En cuanto movimiento social, entonces, una ONG puede analizarse en base a sus métodos, resultados, prácticas/experiencias, problemas, identidad e intereses.

Cortés considera que algunas ONG's han olvidado las prioridades de sus beneficiarios y “dan prioridad a los problemas de su interés o de sus financiadores, se convierten en sustitutos de la iniciativa social y terminan reproduciendo los enfoques extensionistas y las perspectivas desarrollistas que muchas de ellas empezaron criticando”.

Sin embargo y pese a ello, su identidad reside en su “conciencia de intereses y problemas comunes” y en su rol como “sujeto impulsor de un proyecto alternativo… a partir del desarrollo de la organización social.” Constituyen entes autónomos, no sólo ante estado y los sectores dominantes, sino también frente al “sujeto mismo de su acción”, hecho que fortalece su “capacidad propositiva” en la “búsqueda de nuevos estilos de desarrollo”.

Hasta fines de los años setenta, el estado controlaba económica y políticamente al área rural en forma “antidemocrática”, mediante diversas agencias vinculadas con la producción, comercialización y organización campesina. Este modelo terminó a principios de los ochenta, siendo reemplazado por políticas neoliberales de apertura comercial, “down–sizing”, privatización y no intervención. Fue en respuesta a ello que surgen las ONG's a cuestionar este modelo y gestar espacios autónomas.

Al deslindarse el estado de sus funciones reguladores, éstas recaen en el sector privado y en ciertas organizaciones campesinas. Se abren para muchas ONG's oportunidades de intervención local y de interlocución hegemónica entre el estado y los organismos internacionales, por un lado, y los objetos del desarrollo a nivel micro, por otro. Otras, sin embargo, optan por la desvinculación y resistencia subalterna, planteando proyectos alternativos con grandes dificultades.

Frente a la sociedad, entonces, Carlos Cortés considera que las ONG's tienen dos elecciones: transmitir la hegemonía u oponerla resistencia. En ambos casos, trabajan con poblaciones de base como “sujetos” de sus acciones, potenciando de este modo sus organizaciones sociales. El resultado, sin embargo, puede ser la creación de “nuevos espacios técnicos, económicos, políticos o sociales”, o simplemente la asimilación de sus propuestas por el gobierno o las agencias internacionales.

Incluso las singulares metodologías participativas que han desarrollado, pueden servir para superar los paradigmas dominantes o para reproducir las formas hegemónicas. Aquí es necesario analizar de qué manera se promueven los procesos, desde la mera transmisión de conocimientos, reproducción de prácticas extensionistas y enfoques filantrópicos del “pobrismo”, hasta la defensa de los derechos humanos y la lucha por la redistribución de los recursos y el poder.

Entre los múltiples desafíos que enfrentan las ONG's, Cortés resalta tres retos: social, democrático y cultural. Frente a la acentuación de la pobreza dentro del marco de las políticas neoliberales, el reto social consiste en pasar del “pobrismo” filantrópico a la defensa de los derechos humanos y la redistribución de la riqueza y el poder, de una perspectiva a pequeña escala y corto plazo a un enfoque de mayor escala y a más largo plazo.

Esto requiere, según Cortés, “pugnar por una mayor canalización de los recursos gubernamentales y sociales hacia proyectos de desarrollo autogenerados y democráticos”, así como “impulsar procesos de acumulación social orientados a lograr mejores condiciones de vida para la población”. Sólo así considera él que las ONG's podrán “cuestionar las relaciones sociales vigentes” y “enfrentar las causas estructurales de la crisis agraria y social”.

Otro reto es “la lucha por una sociedad democrática”: cómo promover procesos de democratización a nivel local, lograr “cambios en la distribución del poder social” y en la “relación sociedad civil – estado”, a fin de liberar “esa gran energía social sobre la que se puede construir una sociedad más democrática”.

Para ello, Cortés propone que las ONG's trabajen, primero, en “impulsar y garantizar formas de participación amplia, de expresión de opiniones y posiciones diversas, el desarrollo de la capacidad autocrítica, el control colectivo del quehacer y la evaluación de los objetivos, los procesos y los resultados” y, segundo, en la “constitución de formas de relación que superen el individualismo”, que configuren la “convivencia social” y generen “representaciones sociales” sobre las cuales ir “estructurando proyectos, programas y estrategias”. Las ONG's deben ser creativas en el incremento de la “capacidad autogestionaria de los diferentes sectores sociales en el medio rural”.

Finalmente, el reto cultural consiste en “avanzar en un proyecto global de cultura contrahegemónica”, en “cuestionar y enfrentarse al avasallador poder transnacional, a la hegemonía absoluta de las élites dominantes y la perspectiva modernizadora, cuyo pretendido universalismo no es otra cosa que la dominación absoluta del capital como razón última”.

Ante ello, las ONG's vienen generando “procesos de organización y concientización”, promoviendo “prácticas fundadas en la solidaridad colectiva y la reciprocidad”. Hacia este fin, deben superar la percepción fragmentada de la realidad, las visiones localistas, el prejuicio y el idealismo y desarrollar la capacidad de análisis crítico de la realidad, tanto internamente como entre los grupos sociales con los cuales trabajan.

Cortés promueve la democratización local, pero no define claramente el término. Si la democracia significa la participación popular en la toma colectiva de decisiones que afectan a todos, mediante procesos de consulta mutua dentro un marco de búsqueda de intereses comunes y de soluciones que satisfagan a todos; y si por política se entiende la ciencia y el arte del buen manejo de la cosa pública, entonces ningún daño puede proceder de ello.

Pero si por democracia se quiere decir la división de la sociedad en partidos políticos y otras instancias sectoriales que defienden intereses creados; y si por política se entiende la pugna entre estos partidos y sectores por obtener el poder, entonces el remedio sería peor que la enfermedad. Son numerosos los ejemplos de organizaciones creadas para luchar por la autonomía local y defender los derechos del pueblo que, una vez logrado su propósito, se autodestruyeron por que esos hábitos de pensamiento y acción basadas en la lucha, la pugna y el conflicto, fueron dirigidos hacia adentro en la búsqueda de intereses limitados al interior de la organización.

Por tanto, mientras trabajan por los derechos y la autogestión, las ONG's harían bien en dedicar esfuerzos creativos y de investigación al desarrollo de conceptos no divisivos de democracia y política.

No hay duda de que es deseable corregir situaciones de injusticia y enderezar relaciones de dominación-sumisión, para el bien tanto del dominante como del sometido. Sin embargo, existe una contradicción inherente en el hecho de promover, por un lado, actitudes de lucha y pugna y de insistir, por otro lado, en la necesidad de superar el individualismo y fomentar la convivencia social.

El individualismo y las pugnas internas son la última consecuencia lógica e inevitable de la promoción de una cultura del conflicto, de un paradigma divisionista y conflictivo, pues los hábitos de pensamiento y acción cultivados en un campo de la vida, se reproducen y se extienden hacia los demás ámbitos.

No basta con canalizar los recursos materiales y el poder social hacia el ámbito local, pues no habrá nada que impida que esas mismas injusticias y relaciones de desigualdad surjan – en formas aún más devastadoras – a nivel regional y local. De hecho, es justamente esta la dinámica que se ha observado repetidamente en casos semejantes.

Finalmente, Cortés critica acertadamente la visión fragmentaria del desarrollo, pero a lo largo de su trabajo aparece otro tipo de perspectiva fragmentada, que opone lo civil a lo estatal, lo local a lo global, lo micro a lo macro, lo particular a lo universal. Obviamente, si existe desequilibrio e inequidad en las relaciones entre estas instancias, es imperativo corregirlo. Sin embargo, no se puede pretender que las poblaciones se cierren en comunidades y organizaciones locales, resistiendo o dando la espalda a toda influencia externa; es necesario buscar y generar nuevas formas de relación con los niveles macro.

Si cabe una analogía, cuando en el cuerpo humano se acumulan líquidos vitales en una parte y escasean en otra, todo el organismo se enferma y necesita restablecer nuevamente el equilibrio. Del mismo modo, la distribución desigual de recursos y poder decisorio constituye un problema común que amenaza por igual la salud de toda la raza humana, tanto aquellos sectores que los poseen como los que no. Lo que se requiere urgentemente es superar nuestra incapacidad para percibir la salutífera unidad que subyace en la diversidad y de ver la rica diversidad que da vida a la unidad.

(19 de septiembre de 2005)

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