Con frecuencia al hablar de la posibilidad de la paz, se oye decir que es imposible por que “siempre ha habido guerras y siempre las habrá”. Este argumento es apoyado por textos educativos que presentan la historia como una larga cadena de guerras, conflictos, revoluciones y pugnas, que los estudiantes deben memorizar con los detalles de lugar, fecha y personajes principales. Es como si la guerra fuera el estado ‘natural’ de la humanidad y la paz apenas una aberración que surge de vez en cuando. Sin embargo, en realidad las guerras han constituido eventos puntuales que suman un mínimo del tiempo de cada pueblo. Afirmar lo contrario es pasar por alto sus años, décadas e incluso siglos de paz, prosperidad, progreso y felicidad.
Es como si leyéramos el historial clínico de un individuo en un intento por comprender su realidad. Veríamos que a la semana de nacido sufrió de cólicos, al mes tuvo salpullido, al medio año contrajo una gripa, al año diarrea, a los dos años se partió la frente, etc. Concluiríamos que el estado natural de la persona es la enfermedad, que la salud es la excepción, una aberración, o simplemente respiro para poder enfermarse con mayor ahínco, y que lo máximo que se puede aspirar es aprender a aceptar su realidad y vivir con ella. Esto se debe a que nuestro análisis del individuo se centra en sus dolencias –pocas y de corta duración– y hace caso omiso a los largos períodos de salud, fortaleza, desarrollo y alegría.
“La guerra, que figura de manera tan prominente en los textos de historia, rara vez ocupa más del 10% del tiempo y energía de la humanidad. El otro 90% o más se dedica a arar, sembrar y cosechar, a tejer y construir, y a fabricar muebles, enseres, utensilios y demás”. (Kenneth Boulding)[i]Del mismo modo, la guerra constituye una enfermedad del cuerpo político, mientras que la paz es su salud. ¿Por qué suponer que la guerra sea un aspecto más esencial de ese cuerpo que la paz, si ambas han estado presentes a lo largo de la historia? Tomando en cuenta la preponderancia de los períodos de paz en la vida de cada pueblo, en realidad sería más apegado a la realidad el afirmar que “siempre ha habido paz y siempre la habrá”. Al entender a la paz como el estado “natural” de la humanidad y la guerra como una aberración, es posible diagnosticar las causas de esta enfermedad y las maneras de prevenirla o remediarla.
La percepción de la vida humana como una cadena interminable de guerras, es reforzada por el hecho de que actualmente la humanidad se encuentra pasando por uno de sus períodos más críticos y convulsionados de su historia. Esto ha sido aprovechado por los medios masivos que, en su constante búsqueda de lo dramático para atraer mayor audiencia, suelen exagerar los conflictos y pasar por alto la verdadera sustancia de la vida: el esfuerzo diario de miles de millones de seres humanos –amantes de la paz– por construir un mundo mejor para ellos, sus familias y sus comunidades.
Hay quienes justifican la guerra diciendo que estimula la economía, pero este efecto se lograría mucho mayor si el mismo esfuerzo se dedicara más bien al mejoramiento de la calidad de vida de la gente. Otros señalan que las actividades militares han dado lugar a grandes inventos y descubrimientos, pero si el mismo presupuesto se asignara a la investigación de aquello que beneficia a la humanidad, los avances serían aun mayores. Finalmente están aquellos que promueven la guerra como mecanismo para el control del crecimiento demográfico, aunque es bien sabido que otros medios más humanitarios, como el aumentar el nivel general de educación, son mucho más eficaces en estabilizar la tasa de natalidad.
Es necesario reescribir la historia humana para colocar a la guerra y paz en su verdadera dimensión y perspectiva. Esta ha sido la propuesta de varios autores. Elise Boulding, en su libro “Cultures of Peace - The Hidden Side of History”, describe numerosas culturas de paz que no se encuentran en los textos de historia. Arnold Toynbee, en los doce volúmenes de su “Estudio de la Historia”, analiza la dinámica humana del surgimiento y decaimiento de 21 civilizaciones. John Huddleston, en “The Search for a Just Society”, relata la historia como la búsqueda de un orden social cada vez más justo. Shoghi Effendi, en sus obras “Desenvolvimiento de la Civilización Mundial”, “Fundamentos de la Unidad Mundial” y “Meta de un Nuevo Orden Mundial”, presenta la historia como la evolución sociopolítica de la humanidad hacia la paz, proyecta ese trayecto hacia el futuro y plantea los requisitos del momento actual en el avance de ese proceso.
“Es científicamente incorrecto decir que hemos heredado de nuestros antecesores animales (por razones genéticas) una predisposición para hacer la guerra. Si bien es cierto que dentro de las especies animales existe una lucha abierta, son pocos los casos que se conocen, hoy en día, de luchas interespecie entre grupos organizados de animales y en ninguno de ellos se utilizan utensilios diseñados para medios defensivos. Alimentarse, normalmente, de otras especies no puede compararse con la violencia inter-especie. La guerra es un fenómeno característico de los humanos y no aparece entre los animales”. (Declaración de Sevilla)[ii]
Referencias:
[i]. Kenneth E. Boulding. Three Faces of Power. Newbury Park: Sage, 1990, p. 23.
[ii]. UNESCO, Declaración de Sevilla sobre la Violencia, redactada y suscrita por 20 premios Nobel con ocasión del Año Internacional de la Paz en Sevilla, España, 16 de mayo de 1986.
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