Es cierto que el cerebro animal y humano cuenta con un ‘centro límbico’ que nos permite experimentar el temor y la ira, entre otos sentimientos importantes para la supervivencia. Sin embargo, en una persona normal, el cerebro no genera estas emociones por sí solo, sino en respuesta a estímulos externos y su interpretación como amenaza.
El centro límbico está rodeado por áreas del cerebro que sirven para moderar, controlar, canalizar y frenar la expresión de ese temor e ira. Permiten a la persona interpretar el nivel de amenaza que presenta la situación y decidir cómo responder ante ella para protegerse del peligro.
Aprovechando estas funciones, una persona puede intencionalmente estimular el centro límbico para amplificar su sensación de temor o ira y así alistarse para responder, o puede utilizar las mismas funciones para voluntariamente tranquilizarse y calmar la agitación de su cuerpo. La educación y el entrenamiento influyen poderosamente en la forma como se maneja esto.
También es cierto que existen daños cerebrales focalizados y otras enfermedades mentales que dificultan el control de los sentimientos de temor e ira. Alteran su intensidad en el centro límbico y/o impiden las funciones moderadoras de las otras partes del cerebro. A menudo se presentan como ataques, similares a ciertos tipos de epilepsia, durante los cuales la persona pierde no sólo el control sino también la memoria. Estas enfermedades pueden originarse en la extrema malnutrición, el uso de ciertos fármacos, los golpes en el cráneo, etc. y se intensifican con el uso del alcohol y otros estímulos externos.
Sin embargo, no se puede definir la naturaleza de la raza humana entera por las patologías de un pequeño porcentaje de la población. Así como no se determina el estado normal del cuerpo humano por un pequeño porcentaje de huesos rotos, tampoco se puede definir la naturaleza humana por una reducida proporción de daños cerebrales y enfermedades mentales.
Varios estudios han sugerido más bien la existencia de un ‘cerebro pacífico’ en el ser humano. Por ejemplo, hay un centro que controla nuestra capacidad artística y holística, otro que genera sensaciones de paz y felicidad, e incluso se ha encontrado en el cerebelo frontal lo que parece ser el centro que permite tener la experiencia mística de la presencia de Dios.
¿A cuál de estos dos extremos debemos adherirnos? ¿El cerebro es violento o pacífico? Es como si un estudio afirmara que la cabeza gira a la izquierda y otro que gira a la derecha, por lo que debemos determinar cuál tiene la razón. ¡Pues ambos! El cerebro humano nos posibilita toda la gama de sensaciones, sentimientos y emociones que constituyen la amplitud de la experiencia humana. Somos nosotros quienes escogemos a cuáles dar importancia en nuestras vidas y cómo actuar ante ellos.
“Es científicamente incorrecto decir que los seres humanos poseemos un ‘cerebro violento’. Aunque contamos con el aparataje nervioso necesario para actuar violentamente, no es activado automáticamente por estímulos internos o externos. Al igual que los primates de orden superior y a diferencia de los demás animales, nuestros procesos nerviosos superiores filtran tales estímulos antes de llegar a la acción… No existe nada en nuestra constitución neurofisiológica que nos obligue a reaccionar de modo violento”. (Declaración de Sevilla sobre la Violencia)[i]
Referencia:
[i]. Declaración de Sevilla.
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